CULTURA COMO PATRIA
Nuestro Dasein histórico experimenta con aflicción espiritual y claridad que su futuro equivale a la desnuda disyunción exclusiva entre la salvación de Europa o su destrucción. La posibilidad de la salvación exige, sin embargo, dos cosas:
I. La preservación de los pueblos europeos ante el asiático;
II. La superación de su propio desarraigo y fragmentación.
MARTIN HEIDEGGER
En las Lecciones sobre la filosofía de la historia universal de Hegel señala, respecto de la génesis de la cultura griega, que «es sabido que los comienzos de la cultura coinciden con la llegada de los extranjeros a Gracia. Es constitutivo del origen de la cultura griega la «llegada de los extranjeros» Los griegos conservarían «agradecidos el recuerdo» de esta llegada a su mitología. De aquí que Prometeo provenga del Cáucaso. El mismo pueblo griego se ha desarrollado a partir de una colluvies, que significa originalmente, barro, inmundicia, mezcolanza, desorden y barullo.
Según Hegel, un «prejuicio corriente sostiene que una vida hermosa, libre y feliz ha de surgir mediante el simple desarrollo de un primitivo parentesco familiar, de una raza, desde su origen, está unida por naturaleza. Sin embargo, es «su propia heterogeneidad mediante la cual [el espíritu] consigue la fuerza bastante para existir como espíritu». La heterogeneidad en sí no crea ningún «espíritu griego hermoso y libre» para ello es necesario también una «superación» de la heterogeneidad. No obstante, la necesidad de esa superación no la convierte al algo negativo, que podría haber estado ausente sin más, ya que la heterogeneidad en sí misma es un «elemento [constitutivo] del espíritu griego». La presencia de los extranjeros, vista de este modo, es necesaria para la formación de lo propio.
Para la descripción de la génesis del mundo griego, Hegel, se esmera claramente en resaltar el efecto constitutivo de lo extraño, de la heterogeneidad en sí misma. Sin embargo, con respecto a la identidad de la cultura europea, utiliza un tono del todo distinto. Aquí evoca enérgicamente la «patria». Si bien es cierto que Europa ha recibido su religión de Oriente, Hegel sostiene que todo aquello que satisface «nuestra vida espiritual» Europa lo ha obtenido de Gracia. « El nombre de Grecia tiene para el europeo culto, sobre todo para el alemán, una resonancia familiar. En este caso, deja de tratarse de la heterogeneidad en sí. Lo extraño es ahora degradado a mera «materia». Hasta hace un momento, la extrañeza había sido un elemento espiritual, una forma. Sin embargo, después de que «la humanidad europea se instaló dentro de sí como en su «casa» abandonó definitivamente lo «histórico», «lo recibido de afuera. Es satisfactorio este estar en casa: «Así como en la vida corriente ocurre que nos sintamos a gusto entre las gentes y las familias que viven contentas y satisfechas en su casa, sin querer salir de ella y buscar nuevos horizontes, así nos sentimos a gusto con los griegos» La felicidad es, en este contexto, un fenómeno de la familia, de la patria y de la casa. Esto tiene su origen en el «no salir hacia afuera, hacia otro lado», en el lugar, que vendría a ser sinónimo de «espíritu».
UMBRAL
El ojo de la cerradura en el umbral
PETER HANDKE
El mundo de Heidegger sigue siendo, en gran parte, dialectal. La hipercultura sería para él el fin de la cultura por antonomasia. Heidegger lamenta una y otra vez la pérdida de la patria. Él le atribuye también a los medios la responsabilidad por su desaparición y, en definitiva, también la desaparición del mundo. Estos transforman a los hombres en turistas:
¿Y los que permanecieron [en su tierra natal]? En muchos aspectos están más desarraigados que los exiliados. Cada día, a todas horas están hechizados por la radio y la televisión. Semana tras semana las películas los arrebatan a ámbitos insólitos para el común sentir, pero que con frecuencia son bien ordinarios y simulan un mundo que no es mundo alguno.
Los medios, aparentan, simulan solo un mundo «que no es mundo alguno» ¿Qué hace al mundo ser como es? ¿Dónde bebería encontrarse al mundo si no es en la representación? ¿Existe un ámbito del ser que sea más originarios, más mundano que ese «común sentir»? Heidegger tiene en mente un estar-en-el-mundo que se revelaría frente al mundo de las representaciones y de las imágenes. Con el término «facticidad» Heidegger también caracteriza un en-el-ser que se encuentra de este lado de la representación. Las imágenes mediales, al parecer, no expresan de modo adecuado este estar-en-el-mundo originario. Según Heidegger, el peligro de los medios residiría en que ellos también, en ese aspecto, desfactifizan al mundo, es decir, eliminan la mundanidad del mundo, el estar-en-el-mundo de este lado de las imágenes y de la información. En la famosa conferencia, con el significativo título ¿Por qué permanecer en la provincia?, que debería ser leída en todas sus formas como un escrito contra la globalización, se encuentra una interesante referencia al mundo heideggeriano. El mundo solo es «cuando el propio Dasein se encuentra en su trabajo. Para los espectadores de una película o para los turistas, que no trabajan sino que solamente contemplan, el mundo no es. El mundo es allí en
lo pesado de las montañas y la dureza de su espíritu destructivo, al crecer mesurado de los abetos, el simple esplendor luminoso de la pradera floreciente, el crujir del torrente de la montaña en la larga noche de otoño, la simplicidad austera de las superficies totalmente cubiertas de nieve
allí donde «todo esto» «se arrastra» y «se superpone». El Heidegger es el lugar, que ofrece una cercanía dialectal, campesina e incluso material. Pobre de mundo sería esa hipercultura en la que ante todos los signos y las imágenes desespacializados se arrastrarían y acumularían unos al lado de los otros. La hipercultura desfactifiza, desmaterializa, desespacializa al mundo y elimina su aura. La simultaneidad hipercuntural de lo diferente también le quita al mundo esa «simplicidad austera» y el vacío de esas «superficies totalmente cubiertas de nieve» cesa ante el hiperespacio de signos, formas e imágenes.
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