Una intuición
<< Ensimismado > diría Ortega y Gasset. Y recuerdo su En torno a Galileo: <<No hay otro modo de ser efectivamente lo que se es que ensimismándose; esto es, antes de opinar o acuar sobre algo detenerse un instante y, en vez de hacer cualquier cosa o pensar lo primero que viene a las mientes, ponerse rigurosamente de acuerdo consigo mismo, esto es, entrar en sí mismo, quedarse solo y decidir qué acción o qué opinión entre las muchas posibles es de verdad la nuestra...>>.
Y pensé que mi vida había sido una sucesión de acontecimientos que se unían y se integraban, cumpliendo una idea, imprecisa pero perseverante, de lo que debía hacer conmigo. Y aunque algunas veces me perturbaran tantas cosas, también con una frecuencia semejante venía alguien en mi ayuda y apaciguaba mis dudas y mi confusión. En esta ocasión era Ortega quien me afirmaba en la perquisición que había emprendido sobre la ausencia y me daba indicaciones para alcanzar un estado del ser favorable al reencuentro con uno mismo.
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Una duda irresoluble
Guardo seis libretas de los últimos años donde he anotado los rodeos que hacen el entendimiento y la imaginación en busca de alguna idea, la fijación de un texto encontrado o escrito por mí y que quiero conservar. Es como el cuaderno de bitácora de la marina mercante, ese documento en el que los pilotos, en sus respectivas guardias, anotan el estado de la atmósfera, los vientos que soplan, los rumbos que siguen, la fuerza de las máquinas con que se navega o el velamen que utilizan, la velocidad de la nave y los hechos ocurridos durante la navegación. Es una costumbre mía, posiblemente prestada de mi padre, que, aunque no fuera marinero, le gustaba navegar a vela por las costas circundantes y cuando volvía de dar una vuelta registraba las incidencias de la travesía. En mi caso, llevado por el temor de olvidar alguna frase memorable y la intención de retenerla, yo había ido anotando lo que creía oportuno conservar de la experiencia de los viajes y los giros mentales que iba haciendo en los rodeos que mi afición por la aventura me mostraban.
Cogí la libreta del año 2008 -el año de la muerte de mi madre- con la intención de buscar alguna entrada sobre la lectura que había hecho entonces de Schopenhauer, y la encontré enseguida. Decía, escrito por mí: <<Schopenhauer parte de la experiencia dolorosa de la original contradicción entre el instinto y el espíritu, la pasión y el conocimiento, la voluntad y la representación: una vez es el instinto el que os mueve, otras veces son el espíritu y el conocimiento los que nos llaman, y esta constante contracción es origen de una infinita inquietud>>. Esta idea, esta lucha de contrarios, esta contradicción, había sido una constante en mi existencia y, sin conseguir apaciguarla, la asumí como rasgo característico de mi persona. Seguí leyendo lo que había escrito un par de años antes: <<¿Qué es, sin embargo, lo que se oculta bajo estas contradictorias apariencias? ¿Cuál es la Realidad suprema, la cosa en sí que se encuentra subyacente bajo estas contradictorias manifestaciones? La Idea, la cosa en sí, es intuida por Schopenhauer como una revelación; es la voluntad>>.
Es posible que un experto en Schopenhauer considere que lo que yo escribí es una libre interpretación del texto del filósofo y que, quizás, falsea el sentido originario. Es posible, pero tanto da; lo que busco en los libros es hacer una apropiación íntima que se ajuste a mis exigencias y poco o nada importa lo que digan los exegetas de cómo se tiene que leer tal cosa, las conclusiones que tenemos que sacar y la fidelidad del texto. Creo que cualquier libro se adecua a la mirada del que lee y aqui es la subjetividad la que decide la lectura y sus conclusiones. Seguí leyendo del cuaderno: <<La voluntad no es una actividad reflexiva es un impulso ciego, inconsciente y perentorio; es impaciencia, aspiración, necesidad, anhelo, avidez, demanda de sufrimiento. Esta insaciabilidad es la razón del pesimismo y del cansancio: nunca podremos alcanzar nuestros deseos y el imposible cumplimiento es la razón de la fatiga. Cuanto mayor es el deseo, mayor la frustración; cuanto más potente la aspiración, más dolorosa la existencia, más trágica la condición del hombre, más absurda la vida. Por todo eso la vida es una vida de miseria, porque la voluntad quiere alcanzar unas aspiraciones que nunca podrá conseguir>>.
Este pesimismo casi ontológico es el que, desde mi punto de vista, unía a Leopardi con Schopenhauer y a su vez me vinculaba a mí en la investigación, ya que el poeta es un nihilista epistemológico para quien la existencia humana es la más desgraciada y misérrima de toda la naturaleza, y ningún remedio puede darle consuelo ni paz. Giré la hoja del cuaderno para seguir leyendo y me encontré en la página impar una fotocopia sujetada con un clip, ese invento admirable para obsesivos como yo que pretenden retenerlo todo. Era un fragmento de Zibaldone de Leopardi, en su lengua original:
Io mi trovara orribilmente annoiato della vita e in grandissimo desiderio di uccidermi, e sentii non so quale indizio di male che mi fece temere in quel momento in cui io desiderava di morire; e immediatamente mi posi in apprensione e ansietà per quel timore. Non ho mai con più forza sentita la discordanza assoluta degli elementi de´ quali é formata la presente condizione umana, forzata a temere per la sua vita e a procurare in tutti i modi conservada, proprio allora che l`é più grave, e che facilmente si risolverebbe a privarsene di sua volontà.