María Blanco González (La política del disimulo) Cómo descubrir las artimañas del poder con Mazarino

 El autor

Jules Mazarin o Giulio Mazarinni, fue un cardenal, que no sacerdote, del siglo XVII, mentor y asesor de la corona francesa, en concreto de Luis XIV, el llamado Rey Sol. Su figura y sus talentos han quedado oscurecidas ante el gran público, probablemente debido a la popularidad de Richelieu, su predecesor. A este es al que se le dedica más texto en los libros de historia y, por superficial que parezca, es conocido por su estelar aparición en los libros de mosqueteros de Dumas, y en las películas de cine y televisión que se han filmado en siglos posteriores. Para las generaciones no tan jóvenes, tú dices <<Richelieu>> y ellos piensan e los Mosqueteros, por la serie infantil de otros tiempos, en la que D´Artagnan era un perro y el cardenal un zorro. Pobre Mazarino. ¡Con lo que le costó llegar a donde llegó!.

[...] Este libro, el Breviario para políticos, escrito en latín, como era de rigor, y traducido mucho más tarde al francés y al italiano, podría interpretarse en la actualidad como una suerte de <<curso de coaching para políticos en ciernes>>, si no fuera porque el entorno de entonces y el de ahora son bien diferentes.  Actualmente, Francia es una república y, en las monarquías europeas, los reyes y reinas tienen un rol muy secundario, comparado con el que tenían las monarquías barrocas, déspotas y autoritarias. La influencia del Vaticano en los gobiernos europeos hoy es mucho menor. No existían los Estados Unidos, China o Rusia como grandes actores del equilibrio político mundial. El petróleo y la energía no eran desencadenantes de guerras o de acuerdos imposibles. Qué decir de los medios de comunicación, la producción en cadena, la logística y el comercio mundial, el desarrollo de los instrumentos financieros, la inteligencia artificial, el veloz avance de la tecnología y su inmersión, casi irreversible, en la vida cotidiana de los ciudadanos. Y, sin embargo, los consejos de Giulio son tan modernos que me servirían a mí si, efectivamente, en un brote de inconsciencia, decidiera dedicarme a la política.

Comenta Umberto Eco, en la presentación de la edición francesa del Bréviaire des politiciens, que Mazarino confecciona un retrato robot cotidiano de los políticos en general: <<Lo que tenemos aquí es un modelo de estrategia democrática, ¡para la era del absolutismo!>>.

¿Hasta qué punto eso es así? ¿Podemos reconocer los atributos y comportamientos de ese retrato robot en los políticos del siglo XXI? ¡Qué difícil es responder a esa pregunta!

En primer lugar, porque hacer una lista de las características de Mazarino como político requiere añadir sus personalidad como diplomático, como jugador de cartas, como mentor del delfín de Francia y como hombre. Y eso es mucho. 

En segundo lugar, porque la especialización de nuestra era y un sistema político basado en los partidos políticos explican que la tarea sea, más que ardua, casi imposible [...]

Mazarino y el pueblo

<<Si buscas ganarte la simpatía del pueblo, promete
personalmente a cada uno gratificaciones materiales:
eso es lo que funciona, el pueblo es indiferente a
la gloria y a los honores>> (pág. 67)*

A pesar de las victorias, Mazarino se encontró con una fuerte oposición. Recordemos que aún estamos en el siglo XVII, está culminando absolutismo en Francia y aún queda mucho para la revuelta popular que acabó con la familia real en la guillotina, a cuenta de la Revolución Francesa.

A quien tenía enfrente Mazarino era a los privilegiados. Y fueron ellos quienes se encargaron de azuzar al pueblo para que perdiera reputación y se montara el escándalo. Es el movimiento que se conoce como las dos Frondas.

La Fronda (o alzamiento) era un movimiento organizado por magistrados primero, y grandes nobles después, que señalaba los desmanes de todo tipo cometidos por Mazarino, a veces ciertos y muchas veces exagerados. Un movimiento tan fuerte que lo impulsó a exiliarse dos veces. Pero no lo suficientemente pujante como para acabar con él. Al poco de morir Richelieu y Luis XIII, con un año de diferencia, Francia era un país financieramente en ruinas a causa, entre otras cosas, del coste de la guerra de los Treinta Años, que acababa de terminar, y de la guerra contra los españoles que persistía. Además, la monarquía recortó los ingresos de los oficiales. Un cargo generaba unos ingresos conocidos como salarios. Pues bien, el poder real, en abril de 1648, abolió todos los salarios de los oficiales parlamentarios, durante cuatro años. Como consecuencia de ello, todos los oficiales de toga, de todos los tribunales soberanos (Parlamentos, Cámara de Cuentas, las Corte Fiscal y la Corte de las Monedas) unieron sus fuerzas para defender sus privilegios. Una situación muy parecida a la que se daba en Alemania, donde, como hemos visto, Mazarino apoyaba a los nobles. El karma histórico. Pero ¿dónde estaba el pueblo francés?

En primer lugar, hay que tener en cuenta que no existían gobiernos como los de ahora, Existía un poder fragmentado que enfrentaba, de un lado al Estado central, es decir, a la monarquía y, de otro, a los gobiernos locales constituidos por la nobleza de provincias y los funcionarios municipales, principalmente.

Durante los siglos XVI y XVII, en Francia, las revueltas no eran de naturaleza social, es decir, no cuestionaban la estructura de la sociedad. Eran de tipo económico y, a menudo, promovidas por los señores locales. A medida que la legislación real atentaba contra los dere4chos señoriales, las revueltas aumentaban. Y fue sobre todo bajo el reinado de Luis XIV que sucedió esto. A partir de 1635, las principales protestas se debieron a la subida de impuestos y al reclutamiento forzoso causados por la guerra de los Treinta Años. No solamente porque esquilmaba a la población. También porque reducían el poder de los nobles locales al quitarles recursos y hombres.

En ocasiones, las tasas sobre productos que se comercializaban localmente, como telas y paños, precedían a una crisis incitada por la élites sociales. En otras ocasiones, los tumultos eran consecuencia de la rivalidad de diferentes clanes, a la red clientelar vertical que existía. Al fin y al cabo, el rey estaba demasiado lejos y los campesinos se veían protegidos o abusados por los señores locales. Los lazos materiales unían al pueblo y a la élite social de manera que el señor protegía a sus paisanos de cara a las exigencias del fisco y de las levas, el reclutamiento forzoso, que ponían en peligro la percepción de la renta feudal.

A causa de la revuelta a la economía de subsistencia, especialmente en las localidades más empobrecidas, debido a la debilidad del comercio, parte de la nobleza se vio obligada a volver a vivir al campo o cerca del pueblo. Esta situación terminó con Luis XIV, que construyó Versalles y obligó a los nobles de alta cuna a residir allí. 

¿Qué tenía que ver Mazarino con todo esto? A partir de su llegada a París, resultaba mucho más fácil atribuir la causa de todos los males a ese italiano ostentoso que se paseaba por la corte y aconsejaba a Richelieu, a la reina y al rey. La revuelta, de ese modo, era, sobre todo, una respuesta a una supuesta <<agresión>> dirigida por un extraño a la comunidad. Por supuesto, se creía ciegamente en la bondad del Rey, pero se desconfiaba de los malos consejeros, especialmente si no eran compatriotas.

El pueblo tuvo que quedarse muy sorprendido a la muerte de Mazarino, cuando, aconsejado por él, el rey decidió que no hubiera primer ministro, y se empeñó en centralizar el poder, gastas en guerras y empobrecer, aún más, a los campesinos, de la mano de su ministro de finanzas, Jean François Colbert, francés de pura cepa. Tal vez algunos echara de menos a Mazarino. 

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Si buscas ganarte la simpatía del pueblo, promete personalmente a cada uno gratificaciones materiales: eso es lo que funciona, el pueblo es indiferente ala gloria y a los honores.  

Si un inferior te invita a su mesa, acepta y no te permitas ni una crítica; muestra a todos una cortesía impecable. Pero cuando estéis relajados hablando, mantén una pizca de gravedad en tu tono.

Evita, a menos que estén de acuerdo, apropiarte de cualquier cosa que le pertenezca, y si se quejan de su suerte muéstrate compasivo.

Si varios bandos solicitan tu protección, reparte cuidadosamente tus favores entre todos ellos.

Si no puedes evitar la crítica a determinadas personas, no critiques nunca su falta de competencia o de juicio. Afirma, por ejemplo, que sus proyectos, sus iniciativas, son siempre dignos de encomio. Hazles notar, sin embargo, los graves problemas a los que se enfrentan o el elevado coste de lo que pretenden,

Conviértete en defensor de las libertades del pueblo.

Observa atentamente al hombre que quieres que sea tu amigo. ¿Tiene pasiones? ¿Tiene armas? ¿Es sabio? ¿Es clemente y sincero?

Intercede ante tu señor en favor de otro solo excepcionalmente: si obtienes de él un favor para otro será como si lo hubieras reclamado para ti, o sea que conviene no solicitarlo con demasiada frecuencia y así reservar sus favores para ti. En ningún caso desveles secretos que él te haya confiado porque perderías sus estima. Si te ordena cometer un crimen, intenta ganar tiempo y busca la manera de esquivarlo (por ejemplo, simulando una enfermedad, o argumentando que te han robado los caballos...)

Trata como amigos a los sirvientes de aquel cuya amistad pretendes. Podrás comprarlos más fácilmente si algún día traicionan a su señor.

Sea cual sea el método que hayas empleado para obtener el favor de alguien, utilízalo también para conservarlo. Si, por ejemplo, le has hecho numerosos favores, tendrás que seguir prestándoselos sin parar para mantener su favor y no perderlo.

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