Tres hurras por la pequeña burguesía
Fragmento 17.
PRESENTAMOS UNA CLASE DIFAMADA
Ningún aumento de las riquezas materiales les compensará por los arreglos que insultan su respeto propio y menguan su libertad.
R.H. Tawney
Ha llegado el momento de que alguien hable bien de la pequeña burguesía. A diferencia de los obreros y de los capitalistas, a quines nunca les han faltado portavoces, la pequeña burguesía, en muy raras ocasiones, si es lo que hace alguna vez, habla en su propio nombre. Y mientras los capitalistas se reúnen en asociaciones de empresarios y en el Foro Económico Mundial de Davos, y los obreros se concentran en congresos sindicales, la única vez, hasta donde yo sé, que la pequeña burguesía se reunió a título propio, fue en el Primer Congreso Internacional de la Pequeña Burguesía en Bruselas en el año 1901. Nunca se celebró un segundo congreso.
¿Por qué salir en defensa de una clase que permanece en un relativo anonimato y que, sin lugar a dudas, no es, en lenguaje marxista, una clase für sich (en sí misma)? Las razones son varias. La primera y más importante, creo que la prqueña burguesía y los prqueños propietarios en general representan una zona muy valiosa de autonomía y de libertad en sistemas estables cada vez más dominados por las grandes burocracias públicas y privadas. La autonomía y la libertad, junto con el mutualismo, son el núcleo de la sensibilidad anarquista. La segunda, estoy comvencido de que la pequeña burgusía realiza unos servicios sociales y económicos fundametales en el seno de cualquier sistema político.
Por último, dada cualquier definición generosa de sus límites de clase, la pequeña burguesía representa la mayor clase del mundo. Si incluimos en ella no solo a los icónicos tenderos, sino también a los campesinos minifundistas, artesanos, vendedores ambulantes, pequeños profesionales independientes y pequeños comerciantes cuya única propiedad sea quizá un carro o un bote de remos y algunas herramientas, la clase se hincha como un globo. Si le añadimos la periferia de esta clase, a saber, agricultores aparceros, labradores por cuenta propia con su propio animal de tiro, traperos, buhoneros y vendedoras a domicilio itinerantes, profesionales cuya autonomía está restringida y cuyas propiedades son realmente mínimas, la clase crece todavía más. Lo que todos ellos tienen en comín, no obstante, y lo que les distingue de los oficinistas y de los obreros de las factorías es que ellos controlan su trabajo y su horario laboral sin apenas, o ninguna, supervisión. Uno puede legitimamente considerar que esta autonomía es muy dudosa cuando significa, en su aspecto práctico, trabajar dieciocho horas al día a cambio de una remuneración que apenas puede proveer los medios más básicos de subsistencia. Y sin embargo, está claro, como veremos en seguida, que el deseo de autonomía, de controlar su propia jornada laboral, y la sensación de libertad y de respeto de uno mismo que este tipo de control proporciona, son una aspiración social que ha sido muy subestimada por una gran parte de la población mundial.
Fragmento 18.
LA ETIOLOGÍA DEL DESPRECIO
Antes de que empecemos a colmar de elogios a la pequeña burguesía, hagamos una pausa para analizar por qué, como clase, tiene tan mala prensa. El desprecio marxista hacia la pequeña burguesía es, en parte, estructural. La industria capitalista creó el proletariado y, por lo tanto, solo con la emancipación del proletariado se podrá trascender el sistema capitalista. Curiosa, y también lógicamente, los marxistas, no sin una cierta reticencia, sienten admiración por los capitalistas que trascendieron el feudalismo y desencadenaron las enormes fuerzas productivas de la industria moderna. Podría decirse que sentaron las bases de la revolución proletaria y del triunfo del comunismo entre la abundancia material. La pequeña burguesía, en contraste, no es ni chica ni limoná; quienes pertenecen a ella son en su mayoría pobres, pero son capitalistas pobres. Pueden, de vez en cuando, aliarse con la izquierda, pero son amigos de conveniencia, y su lealtad, en esencia, no es fiable puesto que tienen un pie a ambos lados de la línea y desean convertirse en grandes capitalistas.
La traducción literal del francés petite al inglés petty en lugar de, por ejemplo, small, <<pequeña>>, es más perjudicial aún, porque ahora parece significar no solo pequeña, sino además de una trivialidad despreciable, como por ejemplo en pettifoggery (quisquillosidad), petty cash (calderilla) o simplemente petty (<<insignificante>>, <<nímio>>, <<trivial>>, <<de escasa importancia>>, <<menor>>). Y cuando forma el compuesto inglés petty-bourgeoisie, se une al desprecio que sienten los marxistas, la intelectualidad y la aristocracia por el gusto hortera y la vulgar preocupación por el dinero y las propiedades que caracterizan a los nuevos ricos. Después de la revolución bolchevique, ser tildado de pequeño burgués podía significar la prisión, el destierro y el exilio, o incluso la muerte. El desprecio por la pequeña burguesía se asoció a la teoría microbiana de la enfermedad en unos términos que presagiaban el antisemitismo nazi. Bujarin, estigmatizando a los obreros y marineros en huelga en Kronstadt, observó que <<la infección de la pequeña burguesía se ha extendido desde el campesinado hasta algunos segmentos de la clase obrera>>. Los pequeños campesinos que se resistieron a la colectivización fueron castigados en términos similares: <<el auténtico peligro de los bacilos del misma burgués y pequeñoburgués sigue vivo; la desinfección es necesaria>>. En este último caso, los bacilos en cuestión eran casi todos pequeños granjeros minifundistas con un modesto superávit que podían, tal vez, en época de cosecha, contratar a unos pocos peones. Y, por supuesto, la inmensa mayoría de la pequeña burguesía son las personas relativamente pobres, que trabajaban duro y que apenas poseen las suficientes propiedades para llegar, con dificultades, a final de mes; la explotación que practicaban está restringida sobre todo a la familia patriarcal, lo que un autor ha denominado <<autoexplotación>>.
Fragmento 18.
LA ETIOLOGÍA DEL DESPRECIO
Antes de que empecemos a colmar de elogios a la pequeña burguesía, hagamos una pausa para analizar por qué, como clase, tiene tan mala prensa. El desprecio marxista hacia la pequeña burguesía es, en parte, estructural. La industria capitalista creó el proletariado y, por lo tanto, solo con la emancipación del proletariado se podrá trascender el sistema capitalista. Curiosa, y también lógicamente, los marxistas, no sin una cierta reticencia, sienten admiración por los capitalistas que trascendieron el feudalismo y desencadenaron las enormes fuerzas productivas de la industria moderna. Podría decirse que sentaron las bases de la revolución proletaria y del triunfo del comunismo entre la abundancia material. La pequeña burguesía, en contraste, no es ni chica ni limoná; quienes pertenecen a ella son en su mayoría pobres, pero son capitalistas pobres. Pueden, de vez en cuando, aliarse con la izquierda, pero son amigos de conveniencia, y su lealtad, en esencia, no es fiable puesto que tienen un pie a ambos lados de la línea y desean convertirse en grandes capitalistas.
La traducción literal del francés petite al inglés petty en lugar de, por ejemplo, small, <<pequeña>>, es más perjudicial aún, porque ahora parece significar no solo pequeña, sino además de una trivialidad despreciable, como por ejemplo en pettifoggery (quisquillosidad), petty cash (calderilla) o simplemente petty (<<insignificante>>, <<nímio>>, <<trivial>>, <<de escasa importancia>>, <<menor>>). Y cuando forma el compuesto inglés petty-bourgeoisie, se une al desprecio que sienten los marxistas, la intelectualidad y la aristocracia por el gusto hortera y la vulgar preocupación por el dinero y las propiedades que caracterizan a los nuevos ricos. Después de la revolución bolchevique, ser tildado de pequeño burgués podía significar la prisión, el destierro y el exilio, o incluso la muerte. El desprecio por la pequeña burguesía se asoció a la teoría microbiana de la enfermedad en unos términos que presagiaban el antisemitismo nazi. Bujarin, estigmatizando a los obreros y marineros en huelga en Kronstadt, observó que <<la infección de la pequeña burguesía se ha extendido desde el campesinado hasta algunos segmentos de la clase obrera>>. Los pequeños campesinos que se resistieron a la colectivización fueron castigados en términos similares: <<el auténtico peligro de los bacilos del misma burgués y pequeñoburgués sigue vivo; la desinfección es necesaria>>. En este último caso, los bacilos en cuestión eran casi todos pequeños granjeros minifundistas con un modesto superávit que podían, tal vez, en época de cosecha, contratar a unos pocos peones. Y, por supuesto, la inmensa mayoría de la pequeña burguesía son las personas relativamente pobres, que trabajaban duro y que apenas poseen las suficientes propiedades para llegar, con dificultades, a final de mes; la explotación que practicaban está restringida sobre todo a la familia patriarcal, lo que un autor ha denominado <<autoexplotación>>.