César Antonio Molina Sánchez (¿Qué hacemos con los humanos?) Por qué los robots, la inteligencia artificial y los algoritmos representan una amenaza para la supervivencia del ser humano.

[...] ¿Estamos ante un apocalipsis digital? ¿Estamos en los prolegómenos de nuestra aniquilación y la de nuestro mundo? En este desenfrenado desarrollo científico y tecnológico, ¿perderá su sentido nuestra herencia espiritual, tanto como si no hubiera existido? ¿O estamos frente aquello que Kant denominó «eutanasia de la razón». ¿Estamos en una aceleración de la historia que nos llevará por delante? A pesar de que hoy en día, con el resurgimiento de las guerras, seguimos amenazados por el apocalipsis atómico, también se han ido añadiendo otras formas de catástrofes. ¿Esta Singularidad poshumana podría ser una de ellas? Lo que somos, según sus reglas, dejaríamos de serlo. A pesar de que Kurzweil afirma que seguiremos actuando como individuos responsables y libres, eso no está ni mucho menos garantizado.

Heidegger, contrario a la tecnología, escribió que el peligro nuclear no era lo peor, sino la explotación tecnológica de la realidad. La Singularidad nos lleva a una especie de Estado totalitario donde todos los seres humanos estarían sumergidos en una gran mente, sin individualidad, todo compartido y transparente. Žižek, en un alarde de ironía cínica, se pregunta por la posibilidad de quedarnos fuera de la Singularidad. ¿Sería posible? ¿Sería posible el mantenimiento de la individualidad y el espíritu crítico? En el libro de Kurzweil se nos da la solución. Aquellos que no se adapten a las nuevas normas serán declarados como ilegales. La Singularidad, que tiene una gran apariencia pacífica, no excluye la violencia. Una violencia que hoy en día se puede ejercer de múltiples y variadas maneras.

¿Quién pagará las pensiones del futuro? De esto siempre se habla, pero de lo que no se habla es de otra cuestión cuya gravedad es incluso mayor. ¿Qué pasará cuando la inteligencia artificial esté a pleno rendimiento? ¿Qué pasará cuando los robots nos reemplacen en un gran número de trabajos? ¿Qué pasará, como ya está pasando a suceder, cuando los algoritmos nos contraten y nos cesen de los trabajos? Ya lo decía Adorno en su Dialéctica de la Ilustración: «La idea de progreso no puede existir sin la de humanidad».

El progreso tecnológico no destruye puestos de trabajo. El aprendizaje automático, la robótica y la automatización sí. La inteligencia artificial podría acabar haciéndolo mejor. Una élite económica ganará más y tendrá más privilegios, mientras la gran mayoría de los ciudadanos, o excluidos, perderán sus empleos, sus ingresos y su dignidad. La distancia que había entre la inteligencia humana y la artificial se ha ido reduciendo muchísimo en estos últimos tiempos. Y, en cualquier momento, esta última puede sobrepasar a la primera. Ya se hacen casas prefabricadas con la inteligencia artificial e impresoras 3D. El personal que se necesita para montarlas es mínimo. ¿Vamos camino de una unión de humanos superinteligentes con los ordenadores que superen la inteligencia humana, y con robots que tienen habilidades mecánicas sobrehumanas? ¿Cómo será ese mundo? ¿Habrá una nueva especie humana híbrida que desplace al Homo sapiens? ¿Cómo se regulará la economía con muchos menos puestos de trabajo humanos, menos recursos individuales y menos consumo?

Martin Ford, en El ascenso de los robots, afirma que «a medida que los puestos de trabajo y los ingresos se van automatizando implacablemente, el grueso de los consumidores puede llegar a carecer de los ingresos y el poder adquisitivo necesarios para impulsar la demanda, fundamental para el crecimiento económico sostenido». Investigadores estadounidenses calculan que en los próximos años, quizá dentro de esta misma década o la siguiente, casi mil profesiones serán afectadas radicalmente por la inteligencia artificial. Y en el propio Estados Unidos se calcula que más de un cincuenta por ciento de los empleos desaparecerán, creando personas sobrantes. ¿Y qué haremos con ellos? ¿Pondremos en práctica aquello que se contaba en el filme de Richard Fleischer Cuando el destino nos alcance?

La inteligencia artificial tardará más o menos en imponerse, pero se impondrá en todas partes, es la conclusión generalizada de los grandes expertos a los que acude Nouriel Roubini en su libro Megamenazas, sobre las diez tendencias globales que ponen en peligro nuestro futuro. Nada quedará al margen, tampoco las actividades creadoras de cultura. No hace mucho escuché la décima sinfonía de Mahler completada por un ordenador y era un horros. Pero los gustos cambian y quién sabe si dentro de no mucho tiempo los espectadores prefieran este atrevimiento al resto de la sinfonía inacabada del maestro vienés. La Orquesta Sinfónica de Londres (y a estas alturas no creo que sea la única) ha interpretado varias piezas creadas por la inteligencia artificial. Dentro de no demasiado tiempo esta música estará en lo alto de las listas de discos más vendidos o escuchados; así como las novelas escritas de la misma manera llegarán a la lista de los bestsellers, que, dado los títulos que hay ahora, tampoco requerirán para superarlos un gran esfuerzo. A estas alturas hay que estar preparados para todo. Roubini cita a Calum Chace, crítico de libros de la revista Forbes, quien observó la empatía robótica en A World without Work, de Daniel Susskind: «No podemos confiar en que los trabajos que requieren capacidades afectivas estén siempre reservados a los humanos; las máquinas ya pueden saber si estás contento, sorprendido, triste o alegre». Y lo pueden saber por las expresiones faciales, por la manera de caminar o de escribir. La inteligencia artificial avanza a marchas forzadas e irá transformando a la sociedad aún más de lo que lo está haciendo ahora.

En La genealogía de la moral, Nietzsche escribió: «Cada paso adelante se hace a costa del dolor mental y físico de alguien». Isaac Asimov, en el relato «El círculo vicioso» (1942), describió tres características esenciales que debería tener en cuenta un ordenador: no herir a una persona, obedecer las órdenes de los humanos y, por último, protegerse él mismo, pero cumpliendo las dos primeras condiciones. Más de ochenta años después, la robotización supone un riesgo existencial para humanidad, según el investigador Matthew Scherer. Incluso de habla se robots asesinos y hay una nutrida lista de personas fallecidas por el mal funcionamiento de estas máquinas. Muchos trabajos siguen haciéndolos los seres humanos. Walmart (la cadena norteamericana de grandes almacenes de descuento) despidió en el año 2020 a los robots de inventario porque «los humanos pueden escanear los productos de forma más sencilla y eficiente que las máquinas gigantes». 

Los ordenadores cada vez se confundirán con los humanos. En el año 1968, Kubrick lo representaba en su película 2001, Una odisea del espacio. El ordenador Hal 900 era sospechoso, era una especie de antropomorfo. Manifestaba raciocinio propio y sentimientos. Incluso llega a afirmar que la misión «es demasiado importante para mí como para permitir que la pongáis en peligro». El israelí Yuval Harari, autor de Homo Deus, plantea la unión del Homo sapiens con la inteligencia artificial y con una descendencia superinteligente. Para él, el Homo sapiens está acabado, como le pasó al Homo erectus, al Homo habilis y otros humanos primitivos desaparecidos. Harari habla del Homo Deus unido a las máquinas: más inteligente, fuerte e inmortal. Y este mismo autor afirma que la cuestión más importante de la economía del siglo XXI, como ya hemos comentado, bien podría ser qué hacer con toda la masa sobrante. ¿Qué harán los humanos conscientes una vez que tengamos algoritmos no conscientes altamente inteligentes que puedan hacer casi todo mejor?

La inteligencia artificial es ¿amiga o enemiga? ¿Es de derechas o de izquierdas? ¿Sustituirán los algoritmos de autoaprendizaje a las funciones más humanas, incluso los programadores, que puedan crear las industrias del futuro? Todavía es pronto para afirmar algo con rotundidad, pero un gran cambio se llegará a producir. 

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