Joan-Carles Mèlich (La sabiduría de lo incierto) Lectura y condición humana

Pórtico

La gente no sabe cuánto tiempo y esfuerzo cuesta aprender a leer. He necesitado ochenta años para conseguido y todavía no sabría decir si lo he logrado.

J.P. ECKERMANN,
Conversaciones con Goethe

No sé Leer. ¿Acaso alguien podría decir que sabe? Nos pasamos la vida leyendo, pero nunca aprendemos. Nadie sabe leer porque la lectura no es una competencia que pueda adquirirse de una vez por todas, sino una «forma de vida», y nadie sabe vivir, Siempre existimos a la primera, rodeados de ignorancia, de perplejidad y de dudas. Leer es detenerse un instante en el flujo del tiempo y enfrentarse a algo que nos interroga y desafía, es iniciar un viaje que nunca se sabe adónde conduce, es caminar y perderse en un texto, como quien se pierde en un bosque, y corre el riesgo de salir siendo otro distinto del que era al principio. Leer es releer, regresar una y otra vez sobre los libros que nos interpelan, esos que, aunque a veces estén lejos, nos siguen sacudiendo como la primera vez. Es dejarse afectar por la palabra de alguien que no está fisicamente presente pero tampoco está del todo ausente. Es escuchar voces que vienen de lejos y enfrentarse a una escritura que dice pero que no responde, que en ocasiones ofrece consuelo, aunque la mayor parte de las veces lo que provoca es desasosiego.

Leer es inquietante.

Siempre recordaré cómo descubrí Si esto es un hombre, de Primo Levi. Llevaba años interesándome por el fenómeno totalitario, y especialmente por el nazismo. Había leído algunos libros de historia. En ellos había datos y cifras, pero algo echaba de menos, algo faltaba a esos libros. Un día, poco antes de Navidad, entré en una librería. Suelo hacerlo a menudo. No tenía nada de especial, era un día como otro cualquiera, un día corriente en el que tampoco buscaba nada en concreto. Llevaba un rato allí y de pronto lo vi. No sé que me llamó la atención, pero lo saqué del estante y, como hago siempre, con cuidado, con delicadez, acaricié su lomo y su cubierta. Lo abrí, lentamente, lo sentí entre mis manos, y leí el poema con el que comienza:

Vosotros que vivís seguros
  en vuestras casas caldeadas
                      lo que os encontráis al volver por la tarde
                     la comida caliente y los rostros amigos...

Desde aquel momento supe que nada volvería a ser como antes. Si, después de tantos años, recuerdo ahora mi encuentro con Si esto es un hombre es solo porque creo que leer es necesario para habitar el mundo y establecer relaciones con los demás. Ésa sería una lectura instrumental a la que seguramente nadie puede —ni debe—renunciar, sino porque hay otro modo de lectura que nada tiene que ver con un instrumento. Escribe George Steiner que si después de leer La transformación de Kafka uno  se mira al impávido espejo y se contempla de la misma manera que antes, será capaz de leer la letra impresa, pero es un analfabeto en el único sentido que cuenta. Al finalizar el libro de Primo Levi supe que leer era arriesgarse, era atreverse a vivir una vida vulnerable, una vida que deja el cuerpo herido, lleno de cicatrices que nunca van a desaparecer del todo.

De todo esto tratan las páginas que vienen a continuación, de intentar responder a la pregunta acerca de la relación entre la lectura y la condición humana; ya avanzo desde ahora que mi respuesta gira en torno a la palabra «incertidumbre». Me iré ocupando de este término con más detalle, de momento diré que «incertidumbre» —o «incierto»—remite a términos como «formación, «transformación» y «deformación» y mi tesis es que toda formación es ineludible incierta porque no solo es algo que no se puede terminar de una vez por todas, sino que tampoco se puede programar ni quedar sujeto a una planificación. La verdadera formación —que habría que distinguir de la educación o del aprendizaje— no tiene ni finalidad ni objetivo, porque no es sino un «modo de ser» que nace y muere en el tiempo del mundo. Ser lector es ser en imprevisible formación. La lectura forma la existencia transformándola, pero hay que tener en cuenta que las transformaciones, a diferencia de los simples cambios, no pueden ser calculadas, como mostró Kafka en su conocido relato, y que, también por eso, es imposible evitar el riesgo de la deformación. Siempre que nos abrimos al libro estamos en «peligro de muerte». Leer es peligroso.

Cada nueva lectura, sea literaria, filosófica o incluso artística o musical, pone al lector frente a «algo» que excede su capacidad de comprensión, frente a experiencias extrañas y desconocidas. Cada nueva lectura, aunque sea del mismo texto, es un desafío radical. La vida del lector se proyecta en la de las palabras, las relaciones y los personajes de los libros que provocan preguntas que no podrá clausurar. Éste es el misterio y la magia de la situación lectora, misterio y magia que, por un lado, inquietan e intrigan y, por otro, seducen y acompañan, e incluso a veces abren la piel al vértigo, al desasosiego y al vacío. Leer, escribir, pensar y vivir son «experiencias insoslayables de la condición humana. 

* Joan-Carles Mèlich (Lógica de la crueldad)

No hay comentarios:

analytics