Pablo Cambronero Piqueras (La dictadura de la apatía) La progresiva e imparable domesticación de Occidente

«Esta batalla tiene consecuencias reales; cada uno de nosotros tiene un papel que jugar en la lucha por nuestro futuro». 

LA CÓMPLICE PERFECTA 
Y/O LA MEJOR COARTADA: LA GLOBALIZACIÓN

La «globalización» esa diosa ramera que promete «el oro y el moro» a todas las naciones que se hagan socias del club, ha sido la principal cómplice de la progresiva idiotización de la sociedad y, por ende, de los propios gobiernos pertenecientes a la Megafactoría Woke. Sin duda, junto al tráfico de datos e información, la globalización ha supuesto grandes oportunidades económicas (sobre todo en lo comercial) a quienes colocar sus productos en el mercado general mundial. Con la ideología no ha sido diferente, se ha globalizado la doctrina mayoritaria, y ha sido la izquierda la que más y mejor se ha adaptado a esta globalización, imponiendo en el mercado ideológico sus ideas e intereses. 

La izquierda y sus representantes, conscientes de que su mensaje tan falso como buenista cala en la sociedad, y contrariamente a lo que postulan y defienden teóricamente, ha ido colonizando el espacio de la defensa del libre comercio, ajustándose como un guante a los postulados capitalistas y llegando a enarbolar la bandera del capital, escondida en una marea de términos progres vacíos de contenido, pero que lucen grandilocuentes en vallas publicitarias. El rendimiento que han sacado a la globalización ha sido enorme pues, gracias a ella, han ensalzado muchos de sus postulados y los han convertido en verdades universales mundialmente reconocidas y defendidas, dejando arrinconadas en espacios minúsculos a quienes intentaron subirse a ese mismo carro desde postulados liberales. 

En Europa hemos vivido nuestra propia pequeña globalización, que se materializó hace ya lustros en la denominada Unión Europea. La Unión solo fue, es y seguirá siendo un negocio; al principio, indisimuladamente económico y comercial, que resultaba enormemente lucrativo para las antiguas naciones del continente, para después intentar dotarse de una moralidad normativa difícil de cuadrar e imposible de imponer a Estados que tienen más ego que dinero. Europa empezó como una diosa ramera y, en manos de la Factoría Woke, ha terminado siendo una barata meretriz al servicio de los postulados de la Factoría Woke, materializada ya por escrito en la Agenda 2030, su biblia.

Pero el mundo es muy grande y los casi ocho mil millones de humanos no son socios de este movimiento, aunque si están influidos por la actividad de la empresa más grande del planeta y, no siéndoles rentable su actividad, la toleran con tragaderas infinitas. Es por esa rentabilidad (para unos pocos) que el sistema continúa en pie y creciendo, pues nadie duda de que todos los mantras woke serían eliminados de un plumazo si no fueran enormemente lucrativos para países poderosos como China, India, Estados Unidos, Rusia y sus naciones dependientes. Mantener las incoherencias del propio sistema, tales como la NO exigencia de férreos postulados climáticos a los países más contaminantes (entre ellos China, productor de todo lo que compulsivamente consumimos en Occidente), u obviar las flagrantes vulneraciones de derechos humanos (consideradas postulados inamovibles woke) de muchas naciones que «surten» de recursos energéticos al resto de los países que, agradecidos, obvian esos «nimios detalles sin importancia», supone admitir la esencia incoherente y contradictoria del propio sistema y admitir, de facto, la estupidez supina del grueso de población que no cuestiona lo que le viene impuesto, por dejadez o por incapacidad crítica. 

Curioso es ver cómo naciones consideradas inferiores moralmente como China o India se han dado perfecta cuenta de la supina candidez de Occidente y, con ese subterfugio, han conseguido obviar las memeces woke y convertirse en países poderosos capaces de decidir el destino del mundo. Y, demás, el wokismo ha procurado una suerte de impunidad a todo lo que ejecuten estos países productores, a pesar de que prácticamente vulneran todas las órdenes que imponen al resto de las naciones. La Megafactoría Woke no está carente de hipocresía y sufre de demagogia patológica crónica. 

Como ven, la laxitud de las exigencias de cumplimiento de las normas a determinadas naciones habla de la propia perversión del sistema. No hay un régimen moral exigible universalmente, solo intereses de dominación y provechos eminentemente económicos que han de verse satisfechos inexorablemente. Si por el camino perdemos derechos y hasta no pocas vida, es el precio que hay que pagar por mantener «nuestra (su) comodidad». La globalización afecta especialmente a la forma de actuación de la Factoría Woke, Supone, de facto, el franquiciado nacional de todos los postulados ideados en aquellos aquelarres de la extrema izquierda (Grupo de Puebla).

En definitiva, la globalización, cuyas «maravillas» económicas y de progreso ha supuesto para muchos elevar su nivel de vida al infinito, supone claramente una idiotización general impuesta en Occidente en favor del crecimiento exponencial de Oriente. Ese crecimiento de Oriente se ha producido con una sistemática vulneración de derechos humanos, que es tolerable por el propio sistema. De esta tesitura se genera una advertencia necesaria: «El crecimiento exponencial de Oriente es inversamente proporcional a la comodidad de Occidente; a pesar de que ahora somos los principales consumidores de sus interminables productos, empezaremos muy pronto a ver la inversión del sistema, y subir es muy fácil, pero bajar no se baja: se cae, y duele». 


LA ABSOLESCENCIA PROGRAMADA
DE LA MODERACIÓN

Hasta aquí el diagnóstico de la patología, aunque insistiré en ello. Mucho se ha escrito sobre la batalla cultural que se está librando (y perdiendo por el bando aliado) en muchos campos: en el terminológico, en el ideológico, en el del pensamiento, en los de la expresión oral y escrita... Nos han impuesto un modo de vida válido (y la condena de uno inválido); formas correctas de relacionarnos socialmente, de comer o de ayunar, de respirar, de nacer y de morir. Así de avaros son los totalitarios woke, y están ganando ante el sueño profundo de una población inmóvil, tanto de quienes somos conscientes de nuestro absurdo sometimiento como, principalmente, de quienes pasan de todo, pues «se la suda».

Como ya he demostrado, la dimensión de lo impuesto es mundial, con pequeños conatos de resistencia en naciones y territorios que automáticamente pasan aser denominados por el consenso progre «fascistas», contra los que hay que luchar, incluso sacándolos de organismos internacionales o condenándolos por delitos que jamás cometieron. En España la variable de ese fascismo virtual es «facha», y es ahí donde nos ubicamos cada día más ciudadanos, concretamente todos los que dudamos, criticamos, analizamos o no repetimos como papagayos los mantras establecidos. 

Las reuniones internacionales se han convertido en sectarios instrumentos en los que se crean instrumentos para que las ideas establecidas no peligren por la propia existencia de no dóciles o críticos. Los G7, G20, G77 y cualquier otro que se inventen muestran a las claras que la mayoría woke va a imponer sus postulados cueste lo que cueste. No en vano, viven de ello miles de personas, y no viven precisamente mal.

De esos aquelarres mundiales salen declaraciones apocalípticas, alarmas internacionales de las que solo pueden librarnos los superhéroes que ostentan los gobiernos más poderosos, ya sean de corte liberal o progresista. Estos gobiernos mantienen un consenso aprovechado porque una cosa son los discursos políticos y otra muy diferente es «hacer daño» en las formas de supervivencia de todos ellos. Con las cosas de comer no se juega, aunque sea imponiendo políticas del pan para hoy y hambre para mañana. 

Los sistemas establecidos son bastantes sencillos. Ya hemos hablado de la ejecutada implantación de mecanismos de control social, con un marcado y simple plan de subvencionismo popular, teniendo siempre activa una amenaza de cualquier tipo de apocalipsis que mantendrá en tensión y dependiente del pueblo llano; todo ello aderezado con una agenda mediática potente que no deje espacio alguno a voz crítica alguna. Solo con eso, ya puedes establecer tu propio sistema dictatorial ideológico y, dicho sea de paso, tu propio modo de vida económicamente sostenibles para ti y los tuyos. La guinda del pastel solo puede ponerla la desidia social, la desgana generalizada, el conformismo patológico, y así está sucediendo. Nos la suda prácticamente todo lo importante, lo que dirige realmente nuestras vidas presentes y futuras. Nos ubicamos y centramos los marcos mentales que nos ponen ante los ojos para idiotizarnos [...]

Jean Birnbaum (El coraje del matiz) Cómo negarse a ver el mundo en blanco y negro

 INTERLUDIO

LA LITERATURA, <<MAESTRA DE LOS MATICES>>

La obra de Germaine Tillion se inserta, pues, en la tradición de lo que recibe el nombre de <<ensayo>>. Este género es por excelencia el que permite hacer justicia al matiz. No solo porque, en el fondo, exige una argumentación a tientas, reflexiva, sino sobre todo porque, desde el punto de vista de la forma, implica un rechazo a verse confinado. A todos aquellos que pretenden ejercer de policías de fronteras erigiendo un muro infranqueable entre el pensamiento y la literatura, el ensayo les responde con orgullo: no, la escritura no tiene por qué elegir su bando; del mismo modo que el conocimiento no excluye la emoción, tampoco la reflexión es incompatible con la poesía.

<<En busca del tiempo perdido: ¿novela? ¿ensayo? Ninguna de las dos cosas o las dos a la vez>>, se atrevió a escribir Roland Barthes. Proust no quiso limitarse a un único marco, prefiriendo optar por una forma mixta. Y del mismo modo que  Barthes no duda en anclar En busca del tiempo perdido en el territorio del ensayo, afirma que, a su modo de ver, la ficción no puede limitarse a la novela. Un gran sistema intelectual, como el marxismo o el psicoanálisis por ejemplo, forman parte de ella a su manera: <<La teoría es un poco como la novela que hemos disfrutado escribiendo en los últimos diez años>>, declaraba el semiólogo en 1977.

Presentar las cosas de este modo, dejar en libertad la escritura, mantener abierta la cuestión de las formas, es tomar partido en la cuestión del matiz. Supone, sobre todo, perpetuar la convicción de que, en última instancia, la literatura sigue siendo la mejor situada para arrojar luz sobre la realidad en su complejidad. La literatura es la <<maestra del matiz>>, dice Roland Barthes, que resume su proyecto existencial con esta consigna exaltante: <<intentar vivir según los matices que nos enseña la literatura>>

La literatura es el género más capacitado para subvenir las lógicas binarias; ella sola puede desbaratar los razonamientos maniqueos que dividen a la humanidad en amigos y enemigos; en una palabra, la literatura es la guardiana de la pluralidad infinita que distingue nuestra condición: esta es una convicción que comparten los autores presentes en este libro. Todos ellos son además ensayistas, dicho con otras palabras, autores que se niegan a separar el saber y la literatura, la búsqueda de la verdad y el disfrute del texto. Al firmar Los grandes cementerios bajo la luna, Bernanos entregó un panfleto sobre la guerra civil española, pero desde su aparición pareció evidente que este ensayo de combate era una gran obra literaria. Del mismo modo, la fuerza del Homenaje a Cataluña de Orwell, publicado en el mismo momento y sobre el mismo tema, reside en la forma en que hace coincidir el lirismo de la frase con la voluntad de comprender. 

<<Lo esencial para mí es comprender: tengo que comprender. La escritura, para mí, también forma parte de este proceso de comprensión>>. confiaban por su parte Hannah Arendt. La filósofa que a menudo pasa por un espíritu fríamente razonador, nunca dejó de articular la cuestión del pensamiento con la de la lengua, y ante todo con la de la poesía. A decir verdad, sus primeras reflexiones se desarrollaron en el horizonte de los poemas que ya componía de adolescente, y que posteriormente guardó junto a lela, contra viento y marea, de exilio en exilio. Cuando evocaba la nostalgia por su lengua materna, el alemán, era para decir que esta lengua estaba asociada para siempre a los numerosos poemas, en particular los de Goethe, que conocía de memoria desde los 12 años. Tras llegar a los Estados Unidos, le gustaba rodearse de poetas y, más ampliamente, de amigos que, como ella, consideraban que el recurso a la tradición poética permite sustraer al lenguaje del control del dogmatismo y de los clichés. Consideraba la poesía como el mejor medio de conocerse a sí mismo y de salir al encuentro del otro. En un homenaje al escritor Gotthold Ephraim Lessing, generalizó este poder de alucinación a la literatura en su conjunto: <<Así es como abrimos constantemente el camino de la "poesía", en el sentido más amplio, como poder del hombre [...] Ninguna filosofía, ningún análisis, ningún aforismo, por muy profundo que sean, pueden compararse en intensidad y plenitud de sentido con una historia bien contada>>. Y en el magnífico homenaje que rindió a su amigo Walter Benjamin, que, como hemos visto, se había suicidado en 1940 por miedo a caer en manos de los nazis, Arendt insiste en la soledad de este escritor inclasificable, ni del todo filósofo, ni verdaderamente crítico literario, que nunca encontró la fuerza para integrarse a ningún clan partidista o camarilla universitaria, pero cuyo coraje, el que alimentó una obra de irradiación planetaria, fue resumido por Arendt en los siguientes términos: <<Sin ser poeta ni filósofo, pensaba poéticamente>>

Fernando Díaz Villanueva - Alberto Garín (Contra la revolución francesa) Ni libertad, ni igualdad, ni fraternidad

AG
Tras la marcha sobre Versalles, la Asamblea Nacional ya instalada en París teme que el resto del país se incendie por cualquier nimiedad. El proceso acumula ya varios meses y en provincias se está al tanto de todo lo que ha ido ocurriendo en París. La Asamblea actúa entonces como lo había hecho durante el verano. Se ponen a legislar como locos con la intención de tranquilizar a la bestia revolucionaria. Sucede exactamente lo mismo que tras la toma de la Bastilla o el Gran Miedo. Cada vez que ocurre algo en la calle, los asambleístas se ven obligados a tomar decisiones arriesgadas para evitar que vuelva a armarse. Las noticias del regreso del rey a París recorren Francia a toda velocidad. En apenas unos días han alcanzado todos los rincones del reino. Esa revuelta se extiende por las provincias, pero ya es poco lo que pueden ofrecer. Han desposeído al rey de sus poderes, le han obligado a establecerse en París, han tomado la cárcel real de la Bastilla, han asaltado el palacio de Versalles, se han puesto con una nueva constitución de la cual ya han promulgado un adelanto con los Derechos del Hombre y del Ciudadano, han abolido el régimen señorial, han desarticulado la administración regional..., pero el malestar se mantiene e incluso se agrava. Necesitas un nuevo chivo expiatorio que esta vez será la Iglesia católica. Si antes se habían concentrado en la Corona y en los nobles, a quienes les habían quitado todos sus poderes y privilegios, ahora se concentrarán en el brazo eclesiástico. Se ponen a legislar para ir desmontado el poder de la Iglesia.

FDV
Se decantan por una solución aparentemente fácil, la de desamortizar los bienes eclesiástico. Los diezmos ya habían sido abolidos con los decretos de agosto, así que solo les quedaba ir a por la estructura en sí misma. Empiezan rápido, menos de un mes después de la marcha sobre Versalles. La idea es que si lo que aflige a los revoltosos son problemas económicos y la escasez de pan, tomémoslo de la Iglesia, que tiene los graneros llenos. No era cierto. la Iglesia francesa no tenía precisamente los templos y abadías rebosantes de comida porque la crisis alcanzaba a todos, pero la iniciativa sonaba bien y la ponen en marcha. Las soluciones mágicas e inmediatas a problemas reales es algo muy típico de todas las revoluciones desde entonces. Si, aunque la revolución ya esté en marcha, falta algo o no salen las cosas como estaba pensado, se encuentra rápido algo o alguien que cargue con las culpas.

AG
Y no solo los revolucionarios. Recuerda que hoy, en pleno siglo XXI, cada vez que hay una crisis económica y aumenta el desempleo siempre hay alguien que propone expropiar a los ricos para resolver el problema.

FDV
El hecho es que no es la primera vez que se realizaba una desamortización eclesiástica. En el siglo XVI, coincidiendo con la reforma protestante, se llevaron a cabo ambiciosas desamortizaciones en lugares como Alemania, Escandinavia o Gran Bretaña. Pero en aquella ocasión la estructura social asociada a esos bienes desamortizados se mantuvo de una u otra forma. Esta vez es diferente.

AG
Diferente y en ocasiones dramático. Tenemos una idea equivocada de las desamortizaciones contemporáneas. Recuerdo cuando era un adolescente y me explicaron la desamortización en España, que es muy posterior, no llegaría hasta después de la muerte de Fernando VII. Nos decía el profesor que era necesario desamortizar porque la tierra en manos de la Iglesia era de manos muertas, es decir, permanecía inculta sin producir nada. Aquello me espantaba, pensaba que, en torno a los pueblos, había miles de hectáreas improductivas mientras los habitantes de la comarca pasaban necesidad. La Iglesia había ido recibiendo generación tras generación muchas parcelas que luego condenaba al olvido y dejaba sin cultivar. Pero eso no era necesariamente así. Vemos las desamortizaciones de un modo excesivamente simplificado. La Iglesia podía no poner en cultivo aquellas tierras, pero lo normal es que se cosechaba en ellas mediante una serie de redes locales de tipo caritativo. La Iglesia podía arrendar esas tierras a bajo precio o permitir que se pastorease o se recolectase frutos en sus bosques. De hecho, lo hacía muy a menudo. Al párroco, a fin de cuentas, no le interesaba ver a sus feligreses hambrientos, los pueblos eran pequeños y todos se conocían. A cambio de eso la Iglesia ganaba, naturalmente. Cobraba esas arriendos y el diezmo, es decir, el 10% de la producción, pero el sistema funcionaba. Recordemos que hoy solo el IVA es del 21%, a lo que hay que sumarle varios impuestos más.

FDV
Pero es que no tenían la intención de que los aldeanos hiciesen cálculos, sino legislar como ya habían hecho con los derechos señoriales. Veíamos antes que su abolición trajo problemas en el corto plazo, con esto viene a suceder lo mismo. Al expropiar los bienes de la Iglesia eliminan una red existente desde hacía siglos y a cambio no se ofrece nada, dejando desasistidos a muchos campesinos que vivían de cultivar esos terrenos. Pero la intención no era ofrecer nada, sino proveerse de fondos. Una vez confiscadas las tierras se tasaron y se pusieron a la venta, Esa misma operación también supo venderse bien. Venderían esas tierras a burgueses acomodados y con el dinero obtenido podrían atender el problema de la escasez de pan. Es una solución cortoplacista, como casi todo lo que hace la Asamblea Nacional. Con eso podrían resolver el problema del invierno de 1790, pero el año siguiente ya no habría más propiedades eclesiásticas que desamortizar, habían vendido las joyas de la Corona y no tenían más.

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AG
La Vandea es una mancha en el expediente sobre la que prefieren pasar por encima dejándolo en una simple revuelta reaccionaria. Se puede entender que los revolucionarios guillotinasen a los nobles, ya que disfrutaban de injustificables privilegios y oprimían al Tercer Estado, pero eso de matar a los campesinos cuando precisamente has hecho la revolución en su nombre es algo que no encaja en el relato conónico. Esto me lleva a hacer una reflexión que es válida para otras revoluciones que perseguían liberar a un pueblo que luego resultó que no quería ser liberado. Cuando lo descubren deciden que a ese pueblo hay que eliminarlo porque no está dispuesto a comprar la mercancía revolucionaria que se ha fabricado para él. Si no compran la revolución se convierten en un obstáculo, y como la revolución en un fin en sí mismo y no puede detenerse, hay que despejar el camino de la forma más expeditiva posible. Esa purga servirá de ejemplo para los demás y para lo que vengan después, que tendrán la mente más abierta a los avances de la revolucioón.

FDV
Esto no es algo que estemos interpretando. La voluntad de imponer por la fuerza la revolución nace de sus protagonistas. Ahí tenemos los textos de Saint-Just y Marat o los de Robespierre. Saint-Just decía que una nación solo se regenera sobre un montón de cadáveres. La idea de regenerar y empezar de cero es muy poderosa. Hemos ido viendo en las páginas anteriores como la tabula rasa es uno de los principios rectores de la Revolución Francesa desde sus primeros días. Si nos vamos más atrás, a la época en la que los ilustrados se dedicaban a filosofar y a proponer reformas, nos encontramos con que, aunque gustaban de hablar en nombre del pueblo, no tenían intención alguna de consultar con este los cambios que proponían. La revolución parte de una reflexión filosófica de carácter aristocrático. El nuevo orden lo conciben los aristócratas pensadores muy cercanos a la aristocracia que exponen sus teorías en salones palaciegos. Esas teorías van llegando de forma paulatina a los burgueses adinerados de las grandes ciudades que quieren emular los entretenimientos de los nobles y que tienen tiempo para reflexionar sobre estas cosas. El pueblo ni está ni se le espera. Es un esquema piramidal y descendente.

AG
Cuando la situación se pone tensa en la calle a raíz de la crisis económica de la década de 1780 esas clases acomodadas tienen el catecismo bien aprendido y lo transmiten a la masa hambrienta y, por lo general, analfabeta. Les vienen a decir que todo va mal porque el país no se gobierna adecuadamente, porque el rey, los nobles y la Iglesia tienen demasiados privilegios. Es necesario dar la vuelta al calcetín para que las cosas mejoren. Tenemos, por lo tanto, dos movimientos. Uno ascendente, que es el de ese pueblo que no tienen pan y es víctima del desabastecimiento, y otro descendente que es el de muchos nobles y burgueses que traen bajo el brazo un corpus teórico elaborado en las décadas precedentes. Ambos movimientos confluyen en este momento histórico en Francia. En el caso de Vandea y otras zonas rurales del país los dos movimientos confluyen, pero no coinciden, chocan violentamente. 

Ricardo Piñero Moral (El bosque de los filósofos)

 Un día cualquiera te das cuenta...

Aunque no lo creas, las cosas que nos interesan a los filósofos son las mismas que a ti te importan. Pregúntate, por un momento, qué es lo que a ti te preocupa: tu salud, tus amores, tu familia, tus amigos, la sociedad en la que vives, el trabajo, el bienestar... Hay cosas que tienes claras, otras, no; sobre algunas de ellas tienes opiniones firmes, sobra otras, no tanto; respecto a algunas de ellas tienes convicciones profundas, pero con respecto a otras tienes muchas dudas; te has planteado, incluso, si Dios existe y, a pesar de ser un tema impresionante, hasta te has dado una respuesta. Hablar con uno mismo sobre todo eso está muy bien, siempre que no te pases de la raya; pero compartir, comentar y contrastar todo eso con otras personas está mucho mejor, es muchísimo más interesante. Pues algo así es la historia de la filosofía...

¿Qué te parece? Formabas parte de algo tan relevante y no lo sabías. Podrás decirme que tu nombre no sale en los libros que así se titulan, pero es que hay muchos pensadores que no salen. Consuélate. Habitualmente solo aparecen en esos grandes tomos personas que han muerto, y tú y yo estamos vivos, y pensamos mucho sobre muchas cosas, y nos importa conocer la realidad, y queremos que el mundo mejore, y sabemos discernir qué es lo bueno y qué es lo malo, y distinguimos lo feo de lo bello, y no confundimos lo verdadero con lo falso, por mucho que se empeñen algunos en decir que, a estas alturas, ya todo da lo mismo.

Un día cualquiera te das cuenta, por arte de magia, que ya eras filósofo y no lo sabías. Sí. Tienes en tus manos un libro de filosofía. Su estructura es muy sencilla. Parte de un convencimiento radical: como es imposible abarcar todos los temas de todos los autores que hemos seleccionado, presentaremos tan solo algunas ideas, algunas que sean relevantes en su pensamiento o representativas, y las comentaremos con brevedad, con el único objetivo de dar razón de la relevancia de sus teorías, pero sin llegar a ser pesados. Si algún autor te interesa, podrás seguir a solas con él; al final, en la bibliografía encontrarás alguna pista. Cada capítulo, excepto el primero, terminará con un acápite titulado tiempo de silencio: no es más que un tiempo para leer al autor en directo, sin más intermediarios que el traductor, un tiempo breve, aunque postwitteriano, que rebasa los 144 caracteres, pero que se queda en torno a las 500 palabras, suficientes para saborear, como cuando catas un vino: su color, un pequeño sorbo, una pizca de su aroma, te dan mucha información. 

Si quieres ahora filosofar con otros, si quieres formar parte de la historia del pensar, pasa página y comenzamos...

  El arte de la coherencia

No hay que ser un lumbrera para observar que, a día de hoy, muchas personas sufren un cortocircuito entre su forma de pensar y su comportamiento, entre sus ideas y sus actos, entre sus principios y lo que cada día dicen y hacen... Los griegos diagnosticaron este mal y lo denominaron akrasía... algo que podríamos describir como una especie de desavenencia entre lo que tenemos en la cabeza y lo que hacemos con nuestra vida. Todos hemos visto la distancia que existe entre un propósito —muy bien fundado, muy bien planteado, muy querido— y la realización del mismo. Quizá nos parezca algo habitual, pero en la historia de la filosofía existió una vez un personaje que intentó explicar lo que sucedía en ese espacio inhóspito del entre y se propuso generar un modelo de pensamiento de tal potencia que no sufriese debilidad alguna para llevar hasta el final lo planteado en el principio, un modelo de pensar que se resistiera a perderse o difuminarse antes de convertirse en un acto.

La búsqueda de la verdad o cómo dar luz

La vida de Sócrates es como su muerte, la vida de un conocedor del ser humano, la de un buscador de la verdad: su vida es un alumbramiento intelectual y moral. Existe una gran diferencia entre dar la luz, dar a luz y dar luz. Lo primero puede hacerlo, sin esfuerzo, cualquiera que se lo proponga tocando, sin más un interruptor; lo segundo es una capacidad restringida a aquellas que han recibido un don específico de la naturaleza, un don incomparable; lo tercero es una tarea reservada a quienes dedican su vida a buscar la verdad y a compartir esos destellos con quienes les rodean. Ya se ve, pues, que hay muchas luces... La luz que a Sócrates le iluminaba era la luz de la razón, y gracias a ella decidió perseguir la verdad hasta el final.

En su época, el pragmatismo de los sofistas había rebajado el listón de las aspiraciones filosóficas simplemente a conseguir un éxito social o político. Pero a Sócrates lo que le interesa no es hacer del ser humano medida de todas las cosas —como a Protágoras—, sino descubrir la esencia misma de las cosas. «La base de la doctrina socrática—para Tovar— es que no hay sino un bien, el conocimiento, y un mal, la ignorancia [...]. Esta fe inquebrantable sirve de base a un profundo optimismo: la razón es infalible» De este modo se ponen las bases de un filosofía convencido de que la tarea del logos es la de perseguir la evidencia, la de alcanzar la verdad, una verdad tan poderosa, que posee tanta fuerza que hace de la razón una herramienta infalible.

Que la razón sea incuestionable sitúa a la filosofía del ateniense muy por encima de todo escepticismo, muy por encima de cualquier minimalismo. La razón es un guía firme, riguroso, severo, inequívoco. Por eso la razón atrae hacía sí la verdad, por eso la razón nos mueve, nos arrastra, por eso la razón es una realidad autónoma, incluso superior al que razona. Podemos refutar argumento, pero no el logos mismo que nos pone en contacto con una realidad superior: la certeza, la evidencia, la verdad.

El ejercicio de ese logos es la racionalidad del ser humano que no se somete a interés alguno, sino que busca con audacia la perfección, la pureza, lo auténtico, lo que hace de un modo tal que convierte esa tarea en una misión radical, en un modo de ser en el mundo: aquel que hace de las personas «amantes de la sabiduría», filó-sofos. La confianza socrática en las posibilidades de la razón es total, pues considera que esta no solo posee un alcance extraordinario, sino que se encuentra en todo ser humano, más allá de su condición social, más allá de su formación intelectual.

La mejor manera de ejercitar la razón es el diálogo. Este no es solo un bien en abstracto, sino el camino más adecuado para generar asombro, entusiasmo, deslumbramiento entre los interlocutores. En el diálogo acontece la magia del filosofar porque hace posible la duda, porque hace posible la certeza, porque posibilita una búsqueda que persigue no cualquier meta, sino la más alta: esa verdad que está como dormida en el alma de cada ser humano. En el Georgias, Sócrates sentencia: «No digo yo lo que digo porque lo sepa, sino que lo busco en vuestra compañía». Desde esta óptica, el hallazgo de la verdad no es una conquista de algo que apenas existe fuera de nuestra mente, sino una especie de alumbramiento.

Pablo Stefanoni (¿La rebeldía se volvió de derechas?)

Cómo el antiprogresismo y la anticorrección política 
están construyendo un nuevo sentido común 
(y por qué la izquierda está perdiendo la iniciativa)

¿Extremas derechas 2.0?

¿Cómo denominar a estas fuerzas que ocupan el espacio de la "derecha de la derecha" y que en estas últimas décadas se fueron moviendo desde los márgenes hacia la centralidad del tablero político? Enzo Traverso retoma el término "posfascismo" elaborado por el filósofo húngaro Gáspár Miklós. Estas nuevas derechas radicalizadas no son, sin duda, las derechas neofascistas de antaño. Es claro que sus líderes ya no son cabezas rapadas ni calzan borceguíes, ni se tatúan esvásticas en el cuerpo. Son figuras más "respetables" en el juego político. Cada vez parecen menos nazis, sus fuerzas políticas no son totalitarias, no se basan en movimientos de masas violentos ni en filosofías irracionales y voluntaristas, ni juegan con el anticapitalismo.

Para Traverso, se trata de un conjunto de corrientes que aún no terminó de estabilizarse ideológicamente, de un flujo. "Lo que caracteriza al posfascismo es un régimen de historicidad específico -el comienzo del siglo XXI- que explica su contenido ideológico fluctuante, inestable, a menudo contradictorio, en el cual se mezclan filosofías políticas antinómicas. La ventaja del término "posfascista" es que escapa del de "populismo", que -como sabemos- es muy problemático, está muy manoseado, incluso en la academia y mezcla estilos políticos con proyectos programáticos hasta volverse una caja negra donde pueden caber desde Bernie Sanders hasta Marine Le Pen, pasando por Hugo Chávez o Viktor Orbán. Además, logra colocar el acento en la hostilidad de estos movimientos a una idea de ciudadanía independiente de pertenencias étnico-culturales. Sin embargo, un uso extendido de la categoría "posfascista" presenta el problema de que no todas las extremas derechas tienen sus raíces en la matriz fascista; que las que las tienen, como apunta el propio Traverso, están emancipadas de ella y, quizá más importante, que el término "fascista", incluso con el prefijo post, tiene una carga histórica demasiado fuerte y, al igual que ocurre con el de "populismo", combina una intención descriptiva y heurística con su uso corriente como forma de descalificación en el debate político. Jean-Yves Camus propone apelar controladamente al término "populismo", y dar cuenta de los esfuerzos por construir cierto tipo de "pueblo" contra las "élites", sobre todo las "globalistas". 

[...] Quizás podríamos hablar de derechas radicales como se habla de izquierdas radicales (en Europa), como un concepto paraguas para quienes ponen en cuestión el consenso centrista organizado en torno a conservadores democráticos y socialdemócratas. No obstante, como señalamos en la introducción, lo importante, en un escenario gelatinoso que incluye a neoliberales autoritarios, social-identitarios y neofascistas, es saber en cada momento de qué estamos hablando. Es necesario matizar la percepción de que hoy "todo es más confuso". Es cierto que las "grandes ideas" —o los grandes relatos— ya no están disponibles como ayer y eso hace que se hayan perdido ciertas coordenadas y la brújula ya no siempre marque el norte. Pero eso no quita que la idea de que los ejes izquierda/derecha funcionaban de manera magnífica en el pasado es a menudo pura mitología: todavía hoy no está saldada la discusión historiográfica sobre fenómenos como el nazismo o el fascismo (por otro lado, diferentes entre sí y con fracciones ideológicamente enfrentadas en su interior); en todos los países europeos hubo siempre una fracción de trabajadores que adhirieron a ideas democristianas y otras ideologías no "clasistas"; fenómenos como el gaullismo francés introdujeron sus propias particularidades en el mapa izquierda/derecha; luego vendrían diferentes versiones del ecologismo "ni de izquierdas ni de derechas". Lo que hubo, en todo caso, fue un bipartidismo conservador-socialdemócrata que en algunos países europeos y durante cierto tiempo ordenó las cosas. Por su parte, en los Estados Unidos, los dos grandes partidos articularon diversos tipos de ideologías que se impusieron en uno u otro momento generando hegemonías temporales. Mientras que en la potencia norteamericana ese bipartidismo sigue en pie, en Europa ya parece cosa del pasado. Pero en ambos casos, un tipo de derechas lo erosiona desde adentro y desde afuera.

Como lo expresó Jean-Yves Camus ya en 2011, la emergencia de las derechas populistas y xenófobas introduce una competencia por el control del campo político que la familia liberal-conservadora no había conocido desde 1945. De hecho, en la primera posguerra el centro fue el punto de demarcación entre democracia y totalitarismo, este último representado por el comunismo y el fascismo, incluidas las extremas derechas domésticas. Los extremos eran vistos como patologías políticas. Y, más allá de los convulsos años sesenta y setenta, eso continuó así en la mayoría de los países europeos en los que se estabilizó la competencia entre conservadores y socialdemócratas. 

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Volver al antiliberalismo una suerte de identidad solo conduce a un tipo de izquierda rojiparda, como se denominaron en Europa las articulaciones entre elementos de izquierda y del fascismo que fueron más comunes en las décadas de 1920 y 1930. Es decir, hay un riesgo de que la izquierda, para "resolver" el problema que representan los nacional-populistas, termine asumiendo sus posiciones.

Quizás no sea casual que uno de los referentes actuales de esta deriva sea un italiano. Diego Fusaro es un joven filósofo a menudo considerado un rojipardo, aunque él responde que eso es producto de las calumnias de una izquierda entregada a las élites cosmopolitas. La idea central es que el capitalismo global —y el cosmopolitismo liberal— intentan debilitar a los Estados y a las familias para imponer su dominio sobre individuos aislados, alienados por el consumo e hiperindividualizados. Por eso, para librarnos de ese yugo globalista, hay que recuperar la soberanía nacional y la familia. En sus inflexiones ideológicas, que recogen aplausos en espacios de extrema derecha como CasaPound —bautizada así en homenaje al poeta Ezra Pound, que simpatizó con el fascismo al final de su vida—, Fusaro apunta que el populismo soberanista es la variante del marxismo en el nuevo milenio. También dice que el fascismo ya no existe y escribe regularmente en Il Primato Nazionale, el vocero de CasaPound en cuyas sedes hay fotos de Mussolini al lado de pósters de Che Guevara (los poundistas rindieron honores a Hugo Chávez cuando murió en 2013). En esos ámbitos festejan las ideas de Fusaro, que siempre cita a Karl Marx, a Antonio Gramsci y a Pier Paolo Pasolini, en especial cuando ataca el " discurso políticamente correcto de las izquierdas fucsias y cosmopolitas". "Muchos tontos que se hacen llamar "de izquierda" luchan contra el fascismo, que ya no existe, para aceptar plenamente el totalitarismo del mercado" que es bien real. Se trata de una combinación entre "valores de derecha e ideas de izquierda", resume el italiano.

Fusaro "no es" de extrema derecha, pero habla como ella, utiliza sus palabras claves, reviste sus teorías con un barniz conspirativo y discursea y escribe en sus espacios. Incluso dice que la derecha populista es más abierta que la izquierda (quizá solo porque su discurso es más digerible para ella). Los escritos en defensa del derecho a la autodeterminación nacional de antiguos pensadores socialistas, pasados por las torsiones fusaristas, se vuelven discursos fascio-compatibles sin mucho esfuerzo; la familia es transformada en un espacio de resistencia anticapitalista. El italiano contrapone los derechos sociales a los derechos civiles: si los trabajadores sufren malas condiciones laborales es porque la izquierda solo se ocupa de los derechos de las mujeres y la comunidad LGBTI. Compara a los nazis de ayer con los antifascistas de hoy —todos están contra la libertad de expresión—, ataca la corrección política y, como la extrema derecha, se obsesiona con Soros y una conspiración globalista. En sus discursos, reduce de manera caricaturesca todos los movimientos feministas o de las minorías sexuales a una lógica individualista de mercado que termina en el alquiler de vientres, pasando por alto las tensiones, debates y puntos de vista enfrentados en su interior. No habría vida fuera del neoliberalismo progresista salvo asumiendo una propuesta de socialismo nacional aceptable por los fascistas, que de todos modos "no existen". 

El cosmopolitismo liberal y la izquierda fucsia/arcoíris

crean una especie de microconflictividad generalizada que actúa como un arma de distracción masiva y, también podríamos decir, como un arma de división masiva permanente. Por un lado, distrae de la contradicción capitalista que ya ni siquiera se menciona, y por otro lado, por así decirlo, divide a las masas en homosexuales y heterosexuales, musulmanes y cristianos, veganos y carnívoros, fascistas y antifascistas, etc. (Hernández, 2019).

[...] Pero Fusaro no está solo. El mediático filósofo francés Michel Onfray, autor de varios libros de superventas y que se autodefine como socialista libertario, provocó polémica al fundar a comienzos de 2020, la revista Front Populaire, donde busca articular a los soberanistas de izquierdas y de derechas. "Una iniciativa como la de Michel Onfray, que busca defender la libertad de expresión y reunir en un medio de comunicación a quienes creen en la nación y se han opuesto al mundialismo, es positiva y no puede más que alegrarme", celebró Marine Le Pen. La polémica estalló, la portada de la revista ocupó varios sets de televisión y parte de Francia habló de ella y de la nueva propuesta "populista".

Las dificultades actuales de la izquierda son evidentes: ¿Cómo defender la laicidad, y no perder esa bandera, sin caer, por ejemplo, en la islamofobia? ¿Cómo defender el derecho a migrar desarmando los argumentos xenófobos con datos convincentes y sin caer en posiciones ingenuas fácilmente refutables? ¿Cómo comprender a los de "algún lugar" sin terminar en posiciones conservadoras y, peor aún, filoxenófobas? ¿Cómo recuperar un idea comunitaria de la política sin renunciar al cosmopolitismo y sin caer en una cultura de terruño que, a la postre, será reaccionaria? Nada de esto es imposible, pero a veces parece demasiado complejo frente a los argumentos simples, ya sean liberales o nacional-populistas. 

Carlos Javier González Serrano (Una filosofía de la resistencia) Pensar y actuar: contra la manipulación emocional.

PRÓLOGO

La docencia: una trinchera desde la que enseñar y 
aprender a resistir

Ante todo soy profesor. Considero que este oficio, definido por Nuccio Ordine como un arte en el que que jugamos el porvenir de las futuras generaciones, encierra dos misiones centrales: por un lado, la de enseñar y educar, pero por otro lado, y sobre todo, la de acompañar a nuestros adolescentes y jóvenes en su proceso hacia la vida adulta. Además de mi naturaleza apasionada, que intento introducir en todas mis clases, cursos y conferencias, considero que la emoción es un ingrediente fundamental de la docencia.

Es muy difícil que se produzca un aprendizaje de hondura si la emoción no está presente. Debemos apasionar a nuestros estudiantes a través de la materia que impartimos para que el saber se haga significativo y cobre relevancia en sus vidas, en su cotidianidad. No se trata de trazar un itinerario utilitarista o al servicio del mercado laboral, sino de facilitar la aparición de las condiciones educativas más adecuadas para que se dé un escenario proclive para la enseñanza, en el cual el componente emocional siempre debe estar presente. Intento que mi labor no termine en el aula y por eso, además, dirijo numeroso proyectos culturales y colaboro con diversas instituciones públicas y privadas, nacionales e internacionales, que apuestan por el valor del conocimiento y, prioritariamente, por un pensamiento comprometido, por el fomento de la autonomía de juicio y el desarrollo de la independencia intelectual y emocional, capacidades centrales para forjar un sentimiento responsable de nuestra libertad [...]

LA FILOSOFÍA COMO ACTITUD DE 
RESISTENCIA CONTRA LA MANIPULACIÓN 
EMOCIONAL

Filosofía y acción están ineludiblemente implicadas. Un pensamiento que no desciende a la realidad, que no se hace carne y que no guarda la intención de hacerse efectivo es un pensamiento estéril e infecundo. La filosofía encierra una vocación agente, es decir, una potencia irreprimible por actuar en el mundo a través de la reflexión comprometida con nuestras circunstancias. Por eso no es suficiente con enseñar historia de la filosofía, sino también enseñar a filosofar -como apuntó Immanuel Kant en una de sus lecciones más célebres-, un verbo que con asiduidad se ha banalizado. Filosofar implica tomarse en serio el escenario en el que hablamos y actuamos para asir con fuerza y decisión las riendas de nuestra responsabilidad y para emitir un juicio propio sobre cuanto sucede en el mundo. Implicar a la ciudadanía -a través de la educación y la enseñanza reglada- en este proceso conjunto de pensamiento nos impide sentirnos como seres aislados y constituirnos a través de la sana herida de lo común, que reclama de nosotros un hacer responsable derivado de un pensamiento libre y soberano.

La filosofía, como un pensar comprometido y emancipador, es asimismo un pensar político, es decir, una reflexión que se ejerce en el ineludible contexto de la polis, de la ciudad. Como ya se ha señalado, Aristóteles distinguió el terreno doméstico o privado, donde desarrollamos nuestra vida íntima y personal, y el terreno público, allí donde intercambiamos palabras y acciones y donde se juegan los intereses de la ciudadanía. Muchos antes, en la Ilíada, Homero había pensado el campo de batalla como un escenario en el que los seres humanos defienden un parecer, una postura o convicción; para Homero, la valentía del guerrero no se queda en la demostración de violencia con la que emplea sus letales armas bélicas, sino que también muestra públicamente la legitimidad y validez con las que un individuo cualquiera presenta ante los otros sus propias certezas. La actual politización de la política institucional y el parapeto que proporcionan las redes sociales y la digitalización de nuestra existencia nos priva hoy, poco a poco, de este marco público presencial, donde los cuerpos comparecen, y en el que el argumento y las razones esgrimidas exponen también el tipo de sujeto que somos -y que decidimos ser-. En definitiva, la filosofía nos recuerda que el creciente privatismo de nuestras vidas nos arrebata la oportunidad de encontrarnos con los demás para intercambiar palabras que no sólo nos permiten sobrevivir y adaptarnos, a los distintos imperativos de nuestro tiempo, sino, sobre todo, vivir mejor. 

[...] Como veremos, a causa de la silente digitalización de nuestra vida y de la pérdida de nuestra atención, la realidad ha sufrido un proceso de desencantamiento. Nos cuenta mucho mantener despierta nuestra capacidad para sorprendernos por lo que acontece a causa del continuo bombardeo de noticias, ruido, interrupciones y notificaciones que sufrimos cada día. Por eso, una filosofía de la resistencia puede ayudarnos a erotizar la realidad, a llenarla de un impulso erótico entendido como un interés activo y un compromiso efectivo con cuanto sucede a nuestro alrededor. Esta resistencia filosófica nos sacude en lo más hondo y nos impide transitar el mundo de manera indolente. Reerotizar la realidad implica volver a hacerla atractiva -como escenario en el que debemos introducirnos a través de nuestras acciones. El erotismo que encierra la filosofía de la resistencia nos impele a dejarnos asombrar por lo cotidiano y acogerlo como elemento ineludible que debe ser pensado y con el que, lejos de permanecer pasivos, tenemos que entregarnos a la acción responsable.

Vivimos, pensamos y sentimos desde un cuerpo determinado. Un cuerpo que goza y sufre, que se duele en la enfermedad y que se solaza en el placer. En paralelo, esto quiere decir que existimos entre cuerpos y que nuestra relación mutua supone el choque, la caricia, el abrazo o el beso. En definitiva, los cuerpos son el emplazamiento insustituible desde el que nos encontramos.

Sin embargo, el privatismo y la soledad a los que nos han entregado numerosos dispositivos digitales y diversos artilugios disciplinantes del gobierno emocional hacen que este encuentro entre cuerpos resulte cada vez más predecible y que, llegue a contemplarse como una amenaza. Las redes sociales y el afán por hacerse ver y admirar por el Otro nos transforman en peligroso y desafiantes contendientes que pujan por el relumbrón, la fama o la celebridad. Por el <<capital social>>. Por eso, frente al alejamiento y la domesticación disciplinaria de nuestros cuerpos, promovidos por la digitalización de nuestra vida, debemos recuperar un sano encuentro entre cuerpos, allí donde las miradas, las palabras y las acciones convierten nuestro mundo privado en un escenario irremediablemente compartido.

Hoy, más que nunca, la pregunta kantiana por antonomasia sobrevuela nuestro cielo intelectual: ¿qué nos cabe hacer? A través de un sincero e incontenible pensamiento comprometido con nuestro presente, y en contra de la aflicción y la indolencia a la que nos somete el paradigma ideológico de la idioticracia, la filosofía de la resistencia que aquí se propone intentará contagiar un denodado entusiasmo por volver a despertar la alegría de la reflexión individual que conduce a un pensar y a un actuar en comunidad. Porque, como dejó escrito María Zambrano, nuestra acción más propia es la de crear camino, u nadie, en absoluto, puede llevarla a cabo por nosotros. Salvo que, por supuesto, queramos delegar en otros lo más propio de lo humano, lo más genuinamente nuestro: pensar y actuar.

Michel Onfray (El pensamiento posnazi) Contrahistoria de la filosofía X

 HANNAH ARENDT
y "la felicidad pública"


LA PESCADORA DE PERLAS. [...] Hannah Arendt señala que el bolchevismo y el nazismo no son las únicas ideologías, pero que han funcionado porque las masas las han llevado al poder. Indica que existen tres elementos específicamente totalitarios propios de todo pensamiento ideológico. En primer lugar: la ideología no se preocupa por el aquí y ahora, sino por lo que vendrá y va en el sentido de la historia. En segundo lugar: la ideología se libera de cualquier experiencia, se emancipa de la realidad fenomenal prefiriendo un tipo de realidad noumenal más verdadera que la realidad concreta, una realidad noumenal que sólo puede captar una especie de sexto sentido proporcionado por el adoctrinamiento ideológico, en otras palabras, por medio de la propaganda. En esta configuración, siempre hay detrás de la historia otra historia que hay que decodificar, de ahí la teoría del complot, de la conspiración —los trotskistas, los burgueses, los revisionistas, las doscientas familias, los capitalistas para los marxistas-leninistas, los judíos, los comunistas, los francmasones, los banqueros para los nazis. En tercer lugar: la ideología reduce la complejidad de lo real a la simplicidad de una lógica de pretensión científica; no piensa a partir de los real, sino a partir de sus ideas.

La ideología quiere un mundo que prescinda de los hombres y en el cual la lógica tome las decisiones. "El objeto ideal de la dominación totalitaria no es el nazi convencido o el comunista convencido, sino las personas para quienes ya no existen la distinción entre el hecho y la ficción (es decir, la realidad empírica) y la distinción entre lo verdadero y lo falso (es decir, las normas del pensamiento)" El mundo de la ideología que fue el siglo XX ha profesado un culto a la idea, a las esencias, a los conceptos, a las teorías, a las palabras; al mismo tiempo, rechazaba a los hombres concretos, se burlaba de la realidad, rechazaba los hechos que contradecían a las ideas. Hannah Arendt le escribe a Karl Jaspers, el 6 de febrero de 1955: "La filosofía ha caído en la semántica —y, además, en una semántica de tercer orden" ¿Cómo habría podido reservarle, la comunidad filosófica, el mejor recibimiento?

LA CUESTIÓN SOCIAL. Existe otra razón para ese devenir liberticida de un movimiento libertario. Hannah Arendt contrasta con la historiografía dominante de la Revolución francesa que, marxista, incluso marxista-leninista, efectúa sus lecturas a partir del catecismo: las condiciones económicas, la lucha de clases, el modo de producción de las riquezas, el estado de avance del capitalismo, el rol motor de las masas que harían la historia, etc. Ella recupera el espíritu de un Taine (que ella no cita) que, en Los orígenes de la Francia contemporánea, otorga un rol mayor a las pasiones en la producción de la historia.

Hannah Arendt no duda en hacer entrar la piedad, la compasión, el resentimiento, el encono, el rencor, el odio, la envidia y los celos en sus análisis. No diserta sobre el hombre tal como debería ser o tal como lo imaginan Rousseau y luego Robespierre, es decir, naturalmente bueno, sino que ella reflexiona a partir del hombre tal como es, en otras palabras, en relación con los demás según la lógica de las pasiones —en el sentido que se le da a esa palabra en la gran tradición de los moralistas franceses. Por lo tanto, 1789 es menos el producto del Contrato social o de la filosofía de la Ilustración que el de los afectos humanos. 

Ella plantea de esta manera la cuestión social en términos inhabituales, por fuera de toda compasión fingida o de toda piedad convencida. Sabe que lo que moviliza a las personas a las calles de París en 1789 no es la lectura de La Enciclopedia, sino el hambre. Le otorga un rol mayor a la pobreza, no como categoría económica o política, sino como factor relevante de una lógica psicológica: la pobreza degrada, pues les impone a los cuerpos concretos la brutalidad de la necesidad —comer, beber, dormir, cubrirse con un techo, protegerse del frío, de las intemperies.

Esta fuerza que no sabe adónde va reivindica con qué satisfacer sus necesidades, va a producir rabiosos en los dos sentidos del término —en el sentido corriente y en el sentido histórico que califica una corriente dentro de la Revolución francesa. Son "las fuerzas de la naturaleza, la fuerza de la necesidad de los elementos" de los rabiosos las que van a tomar las decisiones: los revolucionarios que acceden al poder y duran son los que se apoyan sobre esta reivindicación popular. Las masas comprenden que la Constituyente no ha cambiado nada de su existencia en concreto, quieren más y, afirma Hannah Arendt, conducen a su perdición, a través de una intensificación igualitaria que pone la libertad en segundo plano y conduce al gobierno revolucionario en nombre de estas. Escribe: "Fue la necesidad, las necesidades perentorias del pueblo, las que desencadenaron el terror y las que llevaron a su tumba a la Revolución". Afirma más brevemente: "Hubo que sacrificar la libertad frente a la necesidad".

HANS JONAS
y "la tiranía benévola"

EL ÚLTIMO JONAS. Algunos años más tarde, Hans Jonas vuelve sobre esas cuestiones en entrevistas con la prensa reunidas bajo el título Una ética para la naturaleza. Constata que la situación ha empeorado desde El principio de responsabilidad. Ciertamente, la concientización ha realizado considerables progresos, pero el estado del planeta es deplorable: capitalismo y marxismo contribuyeron juntos a la degradación de las cosas y a volver improbable la vida y la supervivencia de la humanidad. No se ha hecho nada para impedir el movimiento y nos acercamos peligrosamente al final fatal: el planeta está superpoblado, hemos condenado a muerte a especies y hemos destruido muchas de ellas. No cree en la posibilidad de que el capitalismo se reforme; no imagina tampoco que el marxismo pueda llevar adelante su proyecto ecológico como lo había creído. Ahora bien, la acción individual no basta. Una élite al tanto de los auténticos problemas nunca llegará al poder. Sabe que, más que nunca, el sistema electoral impide una política digna de ese nombre y obliga siempre al electoralismo. En mayo de 1992, afirma en el Spiegel: "Tengo la sensación de que la democracia, tal como funciona actualmente —y orientada como los es a corto plazo—, nos es efectivamente la forma de gobierno conveniente a largo plazo". En adelante, cree en un "socialismo desencantado" y en el poder de las convenciones internacionales. Tras haber considerado que había muchos profesores de filosofía, pero pocos filósofos, desea finalmente que se les otorgue un rol consultativo a los filósofos en materia política. 

En 1980, el canciller alemán Helmut Schmidt les hace saber a unos periodistas que lleva con él, como lectura de vacaciones, El principio de responsabilidad... A partir de entonces, los socialdemócratas se apoderan de este libro. En el Parlamento, se convierte en una apuesta de debates. Los diputados realizan exégesis del texto en el recinto parlamentario. Proceden unos y otros a interpretaciones contradictorias —es verdad que el libro no es un modelo de claridad estilística, de inteligibilidad argumentativa, de simplicidad formal...

El pensamiento ecológico ha evolucionado considerablemente desde ese libro prínceps publicado en 1979. En los hechos, no se puede imaginar que no haya relaciones entre el principio de precaución y el principio de responsabilidad. El principio de precaución aparece en la cumbre de Río en 1992, luego, el mismo año, en el tratado de Maastricht. Se encuentra, después, en un número considerable de textos jurídicos internacionales. Las viajas democracias lo suscriben mientras que otros países, desinteresados en los derechos del hombre, se burlan locamente de esta reglamentación, confeccionada por antiguos países ricos que abusaron del planeta durante años de prosperidad y que querrían que los países emergentes suscribieran la frugalidad a la cual parecen, desde entonces, restringidos... En vida, Han Jonas, sólo podría concluir que todo empeoró y que la heurística del temor no es una solución. Hay quienes creen que, en adelante, el recurrir a formas tiránicas se impone en nombre del Bien que es la salvación de la humanidad. ¿La dictadura al servicio de la Vida? Un combate inédito.

GÜNTHER ANDERS
y "la obsolescencia del hombre"

"No podemos contentarnos hoy con interpretar la Ética a Nicómaco, mientras se almacenan las cabezas nucleares." GÜNTHER ANDERS, ¿Si estoy desesperado, a mí qué me importa? 

DIRIGIR CON ESTEREOTIPOS. Hay emisiones, pero también hay una forma de disponer las emisiones. Las emisiones particulares, unidas dan la impresión de un todo. El mundo construido por medio de la televisión constituye un estímulo destinado a obtener respuestas de nosotros. Se trata de producir un hombre nuevo exclusivamente alimentado con fantasmas de la realidad. "La tarea de quienes nos suministran la imagen del mundo consiste, pues, en engañarnos componiendo un todo a partir de muchas verdades parciales".

Anders da el ejemplo del naceionalnacionalismo que ha producido una imagen falsa del mundo presentándola como la verdadera: el estereotipo. De esta manera, en una revista nazi, los judíos eran presentados y representados de modo que podemos imaginar que judaizaban el mundo. El estereotipo es falos, pero debe apuntar a un máximo de realismo. El estímulo funcionaba, mantenía la propaganda, pero no se correspondía con nada verdadero, con nada real, con nada concreto. "Que mi representación sea para vosotros mundo", dice la voluntad de quien produce matrices. Así hablaba Hitler". Los millones de asesinatos de la Shoah fueron perpetrados, pues, "apoyándose en imágenes".

Esos estereotipos apuntan a producir un comportamiento. En otras palabras, la dictadura de los regímenes totalitarios obtenían la sumisión a sus órdenes a través de la fuerza, la violencia, la brutalidad, la muerte; actualmente, la televisión y la radio producen el mismo efecto sin violencia, sin brutalidad, sólo creando el deseo por medio del condicionamiento televisivo y auditivo. La servidumbre voluntaria explica la alienación contemporánea. Los hombres quieren lo que se ha querido para ellos. Televisión y radio, pero también fotografías, revistas y publicidades, han producido los estímulos con los cuales fueron obtenidos los resultados. 

Menos sentimos el condicionamiento, más eficaz resulta este. Es necesario hacer desear el consenso; hay que condicionar deseos; hay que estandarizar las necesidades, "Aprende a necesitar lo que se te ofrece. Pues las ofertas son los mandamientos de hoy", este es el tema de nuestra época. Actualmente, quien rechace el condicionamiento pasa por un no cristiano con el pretexto de que mostraría, de esta manera, el orgullo y la falta de humildad; o bien por un demócrata; cuando no por un enfermo social.

Ya no podemos olvidar lo que se tiene. La falta es vivida como hambre, por lo tanto, como un sufrimiento. La dependencia es el modo de la necesidad. A partir del ejemplo de Coca-Cola, Günther Anders escribe: A sí pues, aquí la demanda es el producto de la oferta; la necesidad, el producto del producto. Estamos en un mundo de mercancías y ya no somos más que mercancías entre otras mercancías. Ya no podemos obviar las mercancías: ¿quién podría vivir sin electricidad? ¿Sin auto? Esto sería, propiamente, un suicidio social. 

¿QUÉ ES MONSTRUOSO? ¿Cuándo existe monstruosidad? Cuando hay voluntad de destruir industrialmente millones de personas; cuando se encuentra gente para realizar ese proyecto; desde que unos hombres renuncian a su honor, su dignidad, su humanidad, su libre albedrío para ponerse al servicio de esta ideología. Lo que ha sucedido puede volver y es necesario luchar contra la posibilidad de esa repetición. Anders estima incluso que, si bien hay que llevar a cabo el combate. será difícil ganarlo. Sea lo que fuere, ese combate supone ir a indagar en la raíz de la monstruosidad. Anders propone, entonces, una genealogía del mal.

Günther Anders relaciona el mal, ese mal, ese tipo particular de mal que es la barbarie nazi, con el lugar que ha tomado la técnica en nuestra civilización. Nuestro mundo se volvió enorme, ha dejado de ser el nuestro. Retomando una tesis desarrollada en La obsolescencia del hombre, el filósofo escribe: " lo que en adelante podemos hacer (y lo que, por tanto, hacemos realmente) es más grande que aquello de lo que podemos crearnos una repetición. Existe, por lo tanto, un abismo entre lo que hacemos y lo que podemos representarnos: nuestro hacer excede lo que puede nuestra representación. Nuestra capacidad para hacer no tiene límites; nuestra capacidad para representarnos es limitada. Ya no se concibe lo que podemos desencadenar.

Lo mismo con la percepción. Ni somos capaces de representarnos lo que es monstruoso ni somos capaces de percibirlo. Las pantallas, por ejemplo, minimizan lo real que proponen en imagen reducida —es lo real que, de facto, se encuentra minimizado y reducido, por lo tanto, no visto, no percibido además de no ser concebido. Esta incapacidad para aprehender el mundo en su realidad monstruosa nos restringe a la oscuridad en la cual estamos y nos hundimos poco a poco. Estamos obligados a esta oscuridad por "hombres oscuros" de los que Anders no nos dice quiénes son, pero de los cuales imaginamos con facilidad que son los actores del capitalismo en su fórmula tecnológica —industriales, comerciantes, publicistas, periodistas, cineastas, gente de radio y de televisión. Todo ese mundo oculto contribuye a "la ingeniosa masificación de la que hoy son víctimas quienes carecen de poder".

En otro tiempo, quienes carecían de poder se encontraban francamente excluidos de toda aclaración; actualmente, peor, los que no tienen poder se creen iluminados, pero no lo son e ignoran que no lo son. Cuanto más grande es el progreso, más crece el oscurecimiento. Este "mundo oscurecido" es aquel en el que evolucionamos desde que el reino absoluto de la técnica ha producido esta civilización que es la nuestra. El mal nacionalsocialismo no proviene de una antología cualquiera, de una metafísica, sino de esas condiciones históricas particulares.

En ese mundo, hemos perdido nuestra capacidad para concebir, para percibir, pero también para sentir el mal. "[...] nos convertimos en "analfabetos emocionales" ante informaciones demasiado vastas para nosotros.  Somos fríos, insensibles, impasibles, imperturbables frente a lo que es excesivo o desmesurado. Así: "Seis millones no es para nosotros más que un simple número, mientras que la evocación del asesinato de diez personas quizá cause todavía alguna resonancia en nosotros, y el asesinato de un solo ser humano nos llene de horror". He aquí una nueva raíz de lo monstruoso: "La insuficiencia de nuestro sentir". Estas tres carencias (incapacidad para concebir, incapacidad para percibir, incapacidad para sentir) constituyen la triple fuente de la repetición del mal —ayer Auschwitz, hoy Hiroshima, mañana ¿qué?, cuando no la desaparición de la humanidad en su totalidad. En esta configuración, perdemos todo sentimiento de responsabilidad. 

Onfray, Michel (El vientre de los filósofos)
Onfray, Michel (Filosofar como un perro)
Onfray, Michel (Pensar el islam)
Onfray, Michel (Sabiduría) 

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