Michael Crichton (Estado de miedo)

-Quiero ir a parar a la idea de control social, Peter. A la necesidad de todo Estado soberano de ejercer control sobre el comportamiento de sus ciudadanos, de mantenerlos dentro de un orden y fomentar en ellos una actitud razonablemente sumisa: de obligarnos a conducir por el lado derecho de la carretera, o por el izquierdo, según sea el caso; de exigirles el pago de impuestos. Y naturalmente sabemos que el control social se administra mejor mediante el miedo. 

-El miedo- repitió Evans.

-Exactamente. Durante cincuenta años las naciones occidentales mantuvieron a sus ciudadanos en un estado de miedo perpetuo. Miedo al otro bando. Miedo a la guerra nuclear. La amenaza comunista. El telón de acero. El imperio del mal. Y en el ámbito de los países comunistas, lo mismo pero a la inversa: miedo a nosotros. Y de pronto, en otoño de 1989, todo eso se acabó. Desapareció, se esfumó. Fin. La caída del Muro de Berlín creó un vacío de miedo. La naturaleza detesta el vacío. Algo tenía que llenarlo. 

-Evans frunció el entrecejo.

-¿Estás diciendo que la crisis ecológicas sustituyen a la guerra fría?

-Eso demuestran los datos. Es cierto, desde luego, que ahora tenemos el fundamentalismo radical y el terrorismo posterior al 11-S para asustarnos, y esas son sin duda razones muy reales para el miedo, pero no va por ahí mi argumentación. Mi idea es que hay siempre una causa para el miedo. La causa puede cambiar a lo largo del tiempo, pero el miedo siempre nos acompaña. Antes de temer al terrorismo, temíamos el medio ambiente tóxico. Antes estaba la amenaza comunista. La cuestión es que, si bien la causa concreta de nuestro miedo puede variar, nunca vivimos sin miedo. El miedo impregna la sociedad en todos sus aspectos. Permanentemente. -Cambió de posición en el banco de cemento, apartando la mirada de la muchedumbre-. ¿Se ha parado alguna vez a pensar en lo asombrosa que es la cultura de la sociedad occidental? Las naciones industrializadas proporcionan a sus ciudadanos una seguridad, una salud y un bienestar sin precedentes. La esperanza de vida ha aumentado en un cincuenta por ciento en el último siglo. Sin embargo la gente vive hoy día inmersa en un miedo cerval. Les asustan los extranjeros, la enfermedad, la delincuencia, el medio ambiente. Les asustan las casas donde viven, los alimentos que ingieren, la tecnología que les rodea. Especial pánico les producen cosas que ni siquiera pueden ver: los gérmenes, las sustancias químicas, los adictivos, los contaminantes. Sin tímidos, nerviosos, asustadizos y depresivos. Y, lo que es aún más asombroso, viven convencidos de que se está destruyendo el medio ambiente de todo el planeta. ¡Increíble! Eso es, al igual que la fe en la brujería, una falsa ilusión extraordinaria, una fantasía global digna de la Edad Media. Todo se va al infierno y debemos vivir con miedo. Asombroso. 

>>¿Cómo se ha inculcado en todos nosotros esta visión del mundo? Porque si bien imaginamos que vivimos en naciones distintas...Francia, Alemania, Japón, Estados Unidos... de hecho, habitamos en el mismo estado, el Estado de miedo. ¿Cómo se ha llegado a este punto?

Evans no dijo nada. Sabía que no era necesario.

- Pues se lo diré. Antiguamente, antes de que usted naciera, los ciudadanos de Occidente creían que sus naciones-estado se hallaban dominadas por algo que se dio en llamar <<complejo industrial-militar>>. Eisenhower previno a los norteamericanos contra él en la década de los sesenta, y después de dos guerras mundiales los europeos sabían muy bien qué significaba eso en sus propios países. Pero el complejo industrial-militar no es ya el principal impulsor de la sociedad. En realidad, durante los últimos quince años nos hallamos bajo el control de un complejo totalmente nuevo, mucho más poderoso y omnipresente. Yo lo llamo <<complejo político-jurídico-mediático>>. PJM. Y está destinado a fomentar el miedo en la población, aunque en apariencia se plantee como fomento de la seguridad. 

-La seguridad es importante.

-Por favor. Las naciones occidentales son de una seguridad fabulosa. Sin embargo la gente no tiene esa sensación debido al PJM. Y el PJM es poderoso y estable precisamente porque aúna diversas instituciones de la sociedad. Los políticos necesitan los temores para controlar a la población. Los abogados necesitan los peligros para litigar y ganar dinero. Los medios necesitan historias de miedo para capturar al público. Juntos, estos tres estados son tan persuasivos que pueden desarrollar su labor incluso si el miedo es totalmente infundado, si no tiene la menor base real. Por ejemplo, pensemos en los implantes mamarios de silicona.

Moviendo la cabeza, Evans dejó escapar un suspiro.

-¿Los implantes mamarios?

-Sí. Recordará que durante un tiempo se dijo que los implantes mamarios provocan cáncer y enfermedades autoinmunes. Pese a que los datos estadísticos lo desmentían, vimos sonados reportajes, sonadas demandas, sonadas sesiones parlamentarias. El fabricante Dow Corning, se vio obligado a abandonar el negocio después de desembolsar tres mil doscientos millones de dólares, y los jurados concedieron cuantiosos pagos a los demandantes y a sus abogados. 

>>Cuatro años después, unos estudios epidemiológicos concluyentes demostraron más allá de toda duda que los implantes mamarios no causaban ninguna enfermedad. Pero para entonces la crisis ya había cumplido su objetivo, y el PJM había seguido su curso, una voraz maquinaria en busca de nuevos miedos. Se lo aseguro, así funciona la sociedad moderna, mediante la creación continua de miedo. Y no existe ninguna fuerza compensatoria. No existe ningún mecanismo de control y equilibrio de poderes, ninguna limitación al fomento perpetuo de un miedo tras otro... 

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