Johann Chapoutot (Libres para obedecer) El management desde el nazismo hasta hoy

MANAGEMENT Y PRESERVACION DEL «RECURSO HUMANO»

El trabajo teórico de los juristas nazis sobre la «dirección de los hombres», el Menschenführung, que traduce y germaniza el término americano management, es indisoluble de una ambición y de una obsesión: poner fin a la «lucha de clases» mediante la unidad racial y el trabajo conjunto en beneficio de Alemania y la Volksgemeinschatf («Comunidad del pueblo»). La idea según la cual el grupo humano es una sociedad formada por individuos y marcada por conflictos de clase es, según los nazis, una aberración que se debe a los revolucionarios franceses y a sus inspiradores (empezando por Rousseau), así como a Karl Marx y a los judeobolcheviques alemanas y rusos.

La celebración del Día del Trabajo el 1 de mayo de 1933 se aprovechó para proclamar, en una gran ceremonia en Berlin-Tempelhof, el fin de la lucha de clases y el advenimiento de una sociedad de «camaradas de raza» (Volksgenossen) unidos en la lucha que Alemania debe llevar a cabo por su propia supervivencia. 

La visión nazi del mundo y de la historia es sombría: la vida es una lucha permanente contra la naturaleza, contra las enfermedades, contra otros pueblos y otras razas. Ese topos del darwinismo social se radicalizó y se repitió bajo el Tercer Reich, en una Alemania fuertemente sacudida por traumas que van sucediéndose uno tras otro: modernización rápida y brutal de 1871 a 1914, Gran Guerra (1914-1918-19) y derrota, casi guerra civil entre 1918 y 1923, hiperinflación en 1922 y 1923 y otra vez gran crisis económica, social y política —así como cultural y psicológica— a partir de 1929. La representación obsidional de una Alemania amenazada por todas partes y sitiada encuentra así elementos ciertos de verosimilitud en la historia reciente: con su discurso ansiogénico y deplorable, los nazis saben que tienen eco en la experiencia de sus contemporáneos. 

Un discurso que es tanto más atendido cuanto que no se contenta con lamentarse: también propone «soluciones», desde una lógica socialdarwiniana, entremezclada de racismo y de eugenesia, lo cual, una vez más, resulta perfectamente asumido. Para que el pueblo alemán sobreviva en este universo hostil, es necesario combinar dureza (Härte) y (Heil) y conseguir que los Volksgenossen sean los más «eficientes» posible. El termino leistungsfähig, que era omnipresente en esa época, puede traducirse como «eficiente«, y también como «productivo» o «rentable». La Leistung es ante todo la acción, el hecho de hacer algo, y también hacerlo mucho (productividad) e intensamente (rentabilidad). La Leistung, como el trabajo, es una cuestión de raza. 

[...] Para los nazis y todos aquellos que comparten la misma sensibilidad, el hombre es el hombre de la «comunidad» (Gemeinschaft) y del «trabajo» (Arbeit). Se ocupa de producir objetos (armas, nutrientes, por ejemplo) y niños para devolver a la «comunidad del pueblo» lo que esta le ha dado (cuidados al recién nacido, educación al niño...) y devolverle el céntuplo siendo competente. En caso de necesidad, esa competencia debe reforzarse con la química, que es otra obra notable del genio germánico: el consumo masivo de metanfetaminas, en forma de píldoras de Pervitin, prescritas a trabajadores y soldados para aumentar en ellos el tiempo de vigilia, la agudeza psicológica y la presencia física, es buen testimonio de ello.

Esa visión del individuo —que no existe en sí mismo, puesto que «el individuo no es nada, su pueblo lo es todo»— es a un tiempo utilitarista y cosificante. Transforma a cada uno en cosa (res), en objeto, que debe ser útil para tener derecho a vivir y a existir. El individuo germánico se convierte en una herramienta, un material (Menschenmaterial) y un factor —factor de producción, de crecimiento, de prosperidad—. El racismo nazi es eugenésico, no basta con tener la sangre y el color de piel apropiados, también hay que ser plenamente empleable como aparato productor y reproductor. Como el pronóstico genético prenatal no existía en esa época, lo que se hace es un diagnóstico: todos aquellos que se considera que son enfermos hereditarios deben quedar excluidos del ciclo procreador (400.000 esterilizaciones forzadas entre 1933-1945), o incluso de asesinados, como es el caso a partir del comienzos de la guerra, en 1939 (200.000 muertos hasta 1945), en el marco de la acción T4 y sus extensiones: podemos ver por consiguiente, que el crimen contra la humanidad y la masacres de masas también afectan a la biología o, literalmente, la biomasa «germánica« cuando esta se considera insatisfactoria o deficiente. Los «seres no competentes» no «productivos», no «rentables» son «seres indignos de vivir», meros «envoltorios corporales humanoides vacíos» que deben quedar excluidos del «patrimonio genérico alemán». Los médicos tienen tanto menos escrúpulos en colaborar en esa empresa de ingeniería biopolítica o, por decirlo en palabras de un jurista nazi, «bionómina» cuanto que consideran que el sujeto que hay que tratar no es el individuo, sino el «cuerpo» de la «comunidad del pueblo» en su conjunto, de la que los individuos son solo miembros.

[...] El hombre alemán, por lo tanto, no debe estar enfermo, ni ocioso ni comprometido contra el nuevo poder. Como procreador, debe ser de constitución saludable y mantenerse así por medio de la higiene y del deporte, con el fin de curtirse para el trabajo, así como para la guerra. Ya hemos hablado en otro momento de que el tríptico procrear-combartir-reinar, resume la misión histórica y la vocación biológica del germano. La producción por el trabajo es una de las modalidades de ese combate, sobre todo en un contexto estratégico en el que la producción económica está orientada por y hacia la guerra por venir. Ya en 1933, y más aún a partir de 1936, la economía alemana se puso en orden de batalla de cara a una guerra que estaba prevista para 1940 como muy pronto. La reorientación de la producción es cualitativa (hay que producir armas y sus componentes), aunque también cuantitativa (hay que producir mucho). Lo que se les exige a los trabajadores alemanes de la industria pesada, de la industria química, a los productores de componentes eléctricos, etcétera, es considerable en términos de esfuerzo físico y de inversión de tiempo. 

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