Karl Polanyi (La esencia del fascismo - Nuestra obsoleta mentalidad de mercado)

LA SOCIOLOGÍA DEL FASCISMO

La filosofía fascista es el autorretrato del fascismo. Su sociología tiene más bien la naturaleza de una fotografía. La una lo presenta tal y como se refleja en su propia conciencia; la otra a la luz de la historia. ¿Hasta qué punto se corresponden ambas imágenes?

Si la filosofía del fascismo es un esfuerzo por crear una visión del mundo humano en el que la sociedad no consistiría en una relación de personas, su sociología lo muestra como un intento de transformar la estructura de la sociedad de tal modo que quede eliminada cualquier tendencia de desarrollo hacia el socialismo. El vínculo pragmático entre ambas se encuentra en el ámbito político; radica en la necesidad de destruir las instituciones de la democracia. Pues en la experiencia histórica del continente, la democracia conduce al socialismo; por consiguiente, si el socialismo no ha de ser, hay que abolir la democracia. El anti-individualismo fascista es la racionalización de esta conclusión política. Por tanto, es esencial para la filosofía fascista considerar el individualismo, la democracia y el socialismo como ideas correlacionadas que se derivan de una y la misma interpretación de la naturaleza del hombre y la sociedad. No hemos tenido dificultad en identificar esta interpretación como la cristiana.

Sin embargo, en este orden de cosas no solo hay que considerar la naturaleza sociológica del movimiento fascista, sino también la del sistema fascista. Obviamente, el fascismo debe aspirar a algo más que a la mera destrucción de la democracia; debe tratar de establecer una estructura de la sociedad que eliminaría la posibilidad misma de su reversión a la democracia. ¿Pero cuál es exactamente la naturaleza de las tareas que supone tal intento?

Y por qué ello obliga al fascismo a persistir en esa actitud de radical anti-individualismo que constituye la ideología necesaria de su fase militante? La respuesta implica al menos una rápida ojeada a la naturaleza del Estado corporativo.

La mutua incompatibilidad de democracia y capitalismo está casi generalmente aceptada hoy en día como el origen de la crisis de nuestro tiempo. Las diferencias de opinión se limitan a la formulación y el énfasis. La Dottrina de Mussolini afirma sucintamente que la democracia es un anacronismo, «pues solo un Estado autoritario puede resolver las contradicciones inherentes al capitalismo». Tiene la convicción de que el tiempo de la democracia ha pasado, mientras que el capitalismo esta solo al comienzo de su camino. El discurso de Düsseldorf de Hitler, al que ya hemos hecho alusión, proclamaba que la principal causa de la crisis actual se encuentra en la absoluta incompatibilidad entre el principio de la igualdad democrática en la vida política y el principio de la propiedad privada de los medios de producción en la vida económica, puesto que «la democracia en el ámbito de la política y el comunismo en el ámbito de la economía se basan en principios análogos». Los liberales de la escuela de Mises insisten en que la interferencia en el sistema de precios que ejerce la democracia representativa reduce inevitablemente la suma total de bienes producidos; el fascismo es aprobado como la salvaguarda de la economía liberal. La convicción común de los fascistas «intervencionistas» y «liberales» es que democracia conduce al socialismo. Los socialistas marxistas pueden diferir de ello en la razones, pero no en el hecho de que el capitalismo y la democracia han llegado a ser incompatibles entre sí; y los socialistas de todas las corrientes denuncian la embestida fascista contra la democracia como un intento de salvar por la fuerza el sistema económico actual. 

Básicamente, hay dos soluciones: la extensión del principio democrático de la política a la economía o la completa abolición de la «esfera política« democrática.

La extensión del principio democrático a la economía implica la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, y con ello la desaparición de una esfera económica autónoma separada: la esfera política democrática se convierte en el conjunto de la sociedad. Esencialmente, esto es socialismo. 

Después de la abolición de la esfera política democrática solo queda la vida económica: el capitalismo organizado en las diferentes ramas de la industria se convierte en el conjunto de la sociedad. Esta es la solución fascista. 

Ni lo uno ni lo otro se ha realizado aún. El socialismo ruso está todavía en la fase dictatorial, aunque la tendencia hacia la democracia se ha vuelto claramente perceptible. El fascismo solo avanza de manera reluctante hacia la creación del estado corporativo; tanto Hitler como Mussolini parecen pensar que no se puede confiar en que una generación que ha conocido la democracia esté madura para la ciudadanía corporativa. 

En líneas generales, el contenido sociológico del socialismo es la realización más completa de la dependencia del todo respecto de la voluntad y los propósitos individuales, así como de un aumento correspondiente de la responsabilidad del individuo por su participación en el todo. El Estado y sus órganos trabajan en la realización institucional de este fin. El fomento de la iniciativa de todos los productores, la discursión de los planes desde todos los ángulos, la supervisión integral del proceso de la industria y del papel de los individuos en ella, la representación funcional y territorial, la capacitación para el autogobierno político y económico, la democracia intensiva en pequeños círculos y la educación para el liderazgo son las características de un tipo de organización que pretende convertir a la sociedad en un medio cada vez más plástico de relación consciente e inmediata entre las personas. 

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