Guadalupe Sánchez Baena (Populismo punitivo)

El derecho penal frente al populismo feminista o identitarista de género

Por qué: la colonización institucional como precursora de un cambio de modelo.

El identitarismo de género no persigue la consecución de la igualdad ante la ley, sino la subversión de dicha máxima de nuestro ordenamiento jurídico mediante la instauración del privilegio. Esta imposición de privilegio por la vía legal precisa de profundas reformas legislativas que acabarían desembocando en un modelo político,, social y económico alejado del actual marco socialdemócrata, mucho más social (ista) y bastante menos demócrata.

Para la consecución de sus objetivo, el identitarismo de género imita en sus métodos a los movimientos identitaristas de corte nacionalista: el aumento de la fractura social creada en torno a la progresiva agrupación de la ciudadanía en víctimas y victimarios va acompañada de una paulatina pero necesaria irreversible colonización de las instituciones y, a través de ellas, del ámbito académico y cultural. Las instituciones abandonan de esta forma la neutralidad y toman partido por unos determinados postulados partidistas, y son las que se encargan de alimentar la fractura social en la que se sostiene al movimiento identitario, convirtiéndolas al mismo tiempo en un enorme y efectivo aparato de propagación electoral.

La oficialización institucional del mensaje es una condición indispensable para el triunfo del identitarismo, y para conseguirla es necesario generar en torno al mismo una maraña de estructuras públicas y una red de influencias dependientes económicamente del triunfo y la implantación del movimiento identitario feminista, que, desde ámbitos como el académico o el cultural, asuman la función de revestirlo de cierta autoridad jurídico-científica con el objeto de convertirlo en una verdad incontestable para el ciudadano. 

[...] La transformación de teorías sociológicas en dogmas científicos facilita al identitarismo la identificación y el señalamiento como victimarios a aquellos que disienten del oficialismo o cuestionan el mensaje. Para los identitarios nacionalistas, el opositor se convierte en un traidor o enemigo de la patria, mientras que para los identitarios feministas, el opositor será acusado, cuando menos, de machista. 

Es en este último aspecto en el que sí existe una diferencia metodológica remarcable entre el identitarismo nacionalista y el feminista, pues la red tejida por este último persigue que las acusaciones y denuncias contra los disidentes se diluciden en un escenario diferente al judicial, en el que imperan los principios, derechos y garantías del estado de derecho. Se trataría de un escenario alternativo, llamésmosle <<social>>, en el que quien dicta sentencia es la opinión pública, mucho más moldeable que juristas y jueces y más propensa a asumir la idea de que los principios y garantías procesales como la presunción de inocencia, tan aburridos y técnicos, son algo que sólo se aplica por los tribunales y no rige en la vida cotidiana, lo que permite juzgar y condenar en base a denuncias por acoso o agresión sexual realizadas desde el anonimato, que impiden al señalado defenderse contrastando su versión con la de quien o quienes le acusan.

[...] Los identitaristas asumen que se trata de un proceso de cambio medioplacista y que las medidas de concienciación deben ser incrementales y enfocadas al cuestionamiento sistemático de los mismísimos cimientos del Estado democrático y de derecho, cuya demolición es condición necesaria para su éxito. Por eso el feminismo no es en sí mismo una causa para ellos, sino una excusa: las víctimas de agresiones y de ataques violentos, o las mujeres que sufren algún tipo de discriminación por razón de su sexo, les preocupan en la medida en que puedan patrimonializar políticamente su caso y que la agitación social que se genere en torno al mismo pueda ser manipulada como instrumento para proporcionar su asentamiento en las instituciones desde las cuales propiciar el desmantelamiento del Estado de derecho. 

[...] Que el identitarismo de género no concluya exitosamente su proceso de implantación va a depender en buena medida de nosotras, las mujeres, de nuestra predisposición a combatir sus postulados trascendiendo a nuestras simpatías políticas y adscripciones ideológicas.

No va a ser una guerra fácil, pero es necesario que alcemos nuestras voces y nos comprometamos en torno a los principios básicos de justicia y convivencia. Jamás olvidemos que la diferencia entre la justicia y el ajusticiamiento es la que separa la civilización de la barbarie.

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