Esteban Hernández (El tiempo pervertido) Derecha e izquierda en el siglo XXI

De qué hablamos cuando hablamos de futuro

Cuando Schwab, como buen representante de las élites globales, insiste en que la línea que separa a quienes saldrán adelante de quienes se quedarán atrás en su mirada hacia el porvenir, simplemente ratifica una convicción generalizada: el mundo que aparecerá a la vuelta de la esquina no es la continuación del presente, sino radicalmente distinto. Y más aún cuando cuenta con una variable que lo altera todo, la velocidad. El sector tecnológico subraya con frecuencia este aspecto: los avances no serán lineales sino exponenciales, lo que conduce hacia un contexto sin precedentes en el que las previsiones se desvanecen poco tiempo después de anunciarse.

Schwab, y el foro de Davos con él, cuando hablan de futuro se refiere a la cuarta revolución industrial, un cambio productivo a gran escala de esos que la humanidad ha experimentado en contadas ocasiones a lo largo de los últimos siglos. La primera gran transformación estuvo marcada por la utilización del vapor y del agua para mecanizar la producción; la segunda por la división del trabajo, la producción de masas y la electricidad; la tercera, que se inició en 1969, por la producción automatizada, la informática y la electrónica. La cuarta lo estará por la innovación digital, una fusión de tecnologías que borrrará los límites entre las esferas físicas, digitales y biológicas. La diferencia respecto del pasado, el gran desafío, consiste en que no resulta posible leer de forma predecible ni la dirección ni la intensidad de esas transformaciones. La biotecnología, el blokchain, la geoingenería, la realidad virtual aumentada, la inteligencia artificial en sus múltiples expresiones, la nanotenología, la ciencia de materiales, la computación cuántica o las impresoras 3d someterán a la sociedad a shocks profundos que serán imposibles de asimilar pautadamente. Cada cambio llevará a nuevos terrenos distintos por completo de los anteriores.

En cuanto a su aplicación práctica, el futuro nos traerá posibilidades inmensas en todos los órdenes. Los sistemas sanitarios se verán reformados radicalmente a partir del empleo de inteligencia artificial que permitirá ofrecer mejores soluciones. El médico tradicional desaparecerá sustituido por un red de conocimientos informáticamente vinculados en la que se apoyará el doctor para emitir diagnóstico y recomendar tratamiento y, muy posiblemente, pocos años después ni siquiera hará falta un médico. Los coches serán autónomos y sus sistemas de guía lograrán evitar un porcentaje muy relevante de los accidentes actuales y el tráfico de las ciudades en mucho más manejables. En las fábricas apenas existirán obreros, ya que las máquinas realizarán las tareas repetitivas de forma regular y precisa y las cadenas de distribución serán más eficientes al estar mecanizadas. Las ciudades, que verán cómo sus poblaciones aumentan enormemente, contarán con mecanismos de regulación inteligentes que harán la vida de sus habitantes más placentera. Incluso el ser humano será mejorado gracias a los enormes avances científicos, lo que posibilitará que vivamos más años en mejores condiciones. 

Todas estas ventajas, el conjunto de mejoras que traerá el porvenir, nacen de la misma convicción: la naturaleza humana es frágil y las decisiones irracionales forman parte de nuestro ser. Un médico, un juez o un conductor cometen errores con frecuencia, ya sea por su conocimiento insuficiente, por sus prejuicios, por las distracciones o simplemente porque tienen días mejores que otros. La humanidad es también la historia de nuestras equivocaciones, por lo que los avances que se han producido han sido lentos, fatigosos y sometidos a frecuentes regresiones. Por primera vez podemos poner en marcha sistemas autónomos y automatizados que permiten ampliar radicalmente la dimensión del saber, porque contamos con millones de datos, de casuísticas y de experiencias que pueden centralizarse, sistematizarse y convertirse en instrumentos de decisión. Y no sólo eso: gracias a la inteligencia artificial es posible diseñar procesos que aprendan pos sí mismos, que se corrijan conforme los nuevos datos van refinando los antiguos, que no dependan de la acción del hombre para mejorarse y que además lo hagan a una velocidad hasta ahora impensada. Por primera vez en la historia la mejora de nuestras capacidades no está sujeta a la invención del ser humano, sino que la hemos delegado a un mecanismo exterior, rápido y eficaz en el que no interfieren los humores, las pasiones o los sentimientos.

La superioridad del mundo del futuro radicará en su capacidad de domesticar la falible naturaleza humana gracias a la ciencia. La vida es un cúmulo de interacciones cuyos problemas están mayoritariamente causados por nuestras debilidades: los accidentes de tráfico suelen ser causados pos imprudencias o despistes; los problemas de salud son consecuencia de pautas alimenticias y estilos de vida nada saludables; las resoluciones judiciales erróneas nacen de prejuicios ideológicos; los malos diagnósticos, de la incapacidad del médico; los matrimonios erróneos, de la ceguera pasional. Sin embargo, desde la nueva perspectiva, todo organismo vivo (que es lo que somos por más que queramos otorgarnos mayor transcendencia) no es otra cosa que la unión de datos y algoritmos. 

En la medida en que la ciencia y la técnica nos proveen de mecanismos para recoger muchos más datos, refinarlos y sintetizarlos a través de procesos informáticos inteligentes, es posible eliminar las equivocaciones genéticas y sociales de nuestras decisiones. Nos dejamos llevar por los sentimientos a la hora de elegir pareja, por las emociones cuando votamos, por el deseo cuando comemos o bebemos, por apetencias irracionales cuando decidimos qué carrera cursar, por nuestros instintos a la hora de tomar decisiones. Desde su perspectiva, si en lugar de dejar hablar a nuestras entrañas nos apoyásemos en estos instrumentos, nuestra vida sería mucho mejor, también en el ámbito privado. La informática nos proporciona ahora esa posibilidad y esa es la gran ventaja que nos aporta el futuro.

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