Antonio Martín Puerta (La eugenesia ayer y hoy) La Biopolítica en la Historia

PRÓLOGO

La idea de crear artificialmente un grupo social dominante con la correspondiente implicación de segregar, o incluso de eliminar, a los que no cumplan ciertas características es cualquier cosa menos una novedad. El problema que se presenta para conseguir tales objetivos es que la propia fuerza vital de la sociedad y su complejidad hacen que tales proyectos sean sumamente difíciles de llevar a la práctica. Ello, claro, salvo que haya una fuerte voluntad política con suficiente capacidad de coacción, tal como se ha podido observar a partir del siglo XX. 

La pasada centuria fue pródiga en tales intentos, y ha de recalcarse que resultaron bastante más numerosos y extendidos de lo que habitualmente se piensa. El primero de ellos es la muy divulgada imagen que hace coincidir dichas prácticas con lo sucedido en la Alemania de los años treinta y cuarenta. Pero un cartel de 1936 ya se ocupaba de aclarar el asunto bajo el siguiente lema: "Wir stehen nicht allein". O sea "No estamos solos!, dejando en claro —con toda razón, por otra parte— que la ley que promovía la esterilización de personas indeseadas no era ni mucho menos la única en vigor. Para aclarar la cuestión figuraban las banderas de los doce países que habían promovido legislaciones en tal sentido, siendo dos de ellos Gran Bretaña y Estados Unidos. 

El segundo error es creer que las aplicaciones eugenésicas nacieron al calor de las tendencias totalitarias de la época. Bien al revés. Tienen origen anglosajón y los dos países aludidos resultaron ser precisamente los pioneros. Pero eran naciones básicamente liberales, pues liberal y temporalmente anterior fue el ámbito intelectual en que se acunó la moderna eugenesia.

El tercero de los errores es creer que desde la perspectiva socialdemócrata no hubo relación con el asunto. Graso error, pues las prácticas eugenésicas fueron asumidas por no pocos y nada irrelevantes socialdemócratas. Ahora bien, predominantemente en el mundo anglosajón y germánico, pero raramente en el latino, pues veremos que el distinto sustrato cultural y religioso daba lugar a posiciones bien diferenciadas. La explicación es que se trataba de parte de la instrumentalización necesaria para la puesta en práctica de procesos de ingeniería social conducidos por una cierta idea de progreso que requería un hombre nuevo. 

La cuarta equivocación consiste en pensar que, concluida la contienda mundial en 1945, tales prácticas pasaron a ser parte de una historia que se consideraba como una pesadilla irrepetible. Bien al contrario, las legislaciones eugenésicas prosiguieron en vigor durante años e incluso décadas en la mayoría de países que las habían adoptado.

Pero el error final, y quizá el más grave de todos, es creer que se trata de una actuación desaparecida o disimuladamente aplicada, cuando está admitida por las legislaciones de muchos países. Tal como veremos, el término "eugenesia" dejó de utilizarse hacia los años cincuenta y sesenta, lo mismo que el anterior y más explícito concepto de "higiene racial" había sido ya reemplazado tras la guerra. El cualquier caso, y por chocante que parezca, se trata de una práctica cotidiana asumida en las legislaciones contemporáneas bajo el amparo del término "terapéutico", que para ciertas actuaciones tiene exactamente las mismas implicaciones que los términos que le precedieron. Más aún: es un proyecto vivo, que busca ser aplicado con nuevos procedimientos. De hecho las cifras de afectados en las últimas décadas superan con gran diferencia todo lo que tuvo lugar en los tiempos en que los eugenistas hablaban abiertamente de sus proyectos. A lo que se añade la expectativa de su aplicación a la modificación genética, que si bien fue contemplada en tiempos a nivel teórico, es hoy una posibilidad real con instrumentos perfectamente contrastados en cuanto a su eficacia. 

El objeto de este texto es divulgar la historia y la presencia, para no pocos incómoda, de la eugenesia, sus prácticas y justificaciones ayer y hoy. Algo que no puede entenderse al margen de profundos cambios en las mentalidades, inducidos a partir de teorías que modificaron los anteriores criterios dominantes. Como igualmente veremos las vinculaciones de notorios e inesperados personajes históricos que, cubiertos de justo reconocimiento por otras causas, no puede decirse que se distinguieron por su aprecio hacia la vida y la dignidad de las personas.

Al tratar sobre esta materia, habitual en textos sobre bioética, se suelen acentuar precisamente los dos elementos que componen tal especialidad, es decir, la moral y los desarrollos aplicados de la ciencia. Pero en ello falta una importante dimensión. Si tan sólo se tratara de tales aspectos, la eugenesia entraría exclusivamente dentro de la jurisdicción de la ética o de la medicina, cuando no es sólo una materia bioética, sino bioética-política. De hecho ha habido varias líneas eugenésicas directamente vinculadas a diferentes interpretaciones políticas y a su presencia en el poder. No se puede dejar de lado tal elemento esencial que, de no ser considerado, implica una seria carencia en la percepción del proceso. Pues su traslado tanto a la mera práctica como a la legislación, es indicio de la existencia de proyectos de dominación nada respetuosos hacia los seres humanos.

LA PREVIA NECESIDAD: ELABORAR PREVIAMENTE UN CONCEPTO RESTRICTIVO DE PERSONA

Es evidente que si las legislaciones tutelaban la integridad de las personas y se trataba al fin de segregar o incluso justificar su eliminación, lo primero que se requería era negar la plenitud del carácter de persona a quienes se preveía como objetivo de la acción. Para ello también resulta conveniente un cambio cultural, afanosa y pertinazmente inducido, que admitiese una modificación tan radical. Las acciones anteriormente vistas se beneficiaban de un extendido desdén social hacia ciertos grupos de personas, dadas sus carencias, y tan sólo bastaba con forzar algo la argumentación. Ahora la cuestión va bastante más allá ante lo que es un tajante cambio cultural: se trata de eliminar cuanto ha supuesto la base de las civilizaciones occidentales; algo no reciente, pero sí retomado con amplitud y agresividad notables. Ya se ha aludido en su momento a Peter Singer, que en su Practical Ethics recuerda cómo con anterioridad al cristianismo el aborto, el infanticidio, la eutanasia y las decisiones eugenésicas eran asunto comúnmente aceptado e incluso asumido en las legislaciones. Nada tiene de particular que la desaparición social práctica del cristianismo —como mucho reducido a una mera opción privada sin exigencias de repercusión hacia lo público— haga aflorar lo que había antes de él. 

[...] Peter Singer, que en su ya aludida obra comenta:

"Vivos en el Capítulo 4 que el hecho de que un ser sea un ser humano, en el sentido de miembro de la especie Homo sapiens, no resulta relevante en cuanto a lo incorrecto de matarle; son en realidad características como racionalidad, autonomía y autoconciencia lo que hace la diferencia. A los niños les faltan esas características. Matarlos, por tanto, no puede ser igualado a matar a seres humanos normales u otro ser autoconsciente. Esta conclusión no se limita a niños que, dadas sus irreversibles discapacidades intelectuales, nunca serán racionales, seres autoconscientes".
 
Ya advierte que no hay inconveniente en defender tales actuaciones pues, con toda razón, comenta "El cambio en las actitudes occidentales hacia el infanticidio desde los tiempos de Roma es, como en parte la doctrina de la santidad de la vida humana, un producto cristiano"

[...] De nuevo Peter Singer explica la propuesta:

"El diagnóstico prenatal no siempre puede detectar la más graves discapacidades. Algunas discapacidades de hecho, no aparecen antes del nacimiento; pueden ser resultado de un nacimiento extremadamente prematuro o de que algo no marche bien en el proceso mismo. Actualmente los padres pueden elegir mantener o destruir su prole no apta sólo si la discapacidad se detecta durante el embarazo". 

Para a continuación abrir la puerta al siguiente paso:

"Aún así la principal cuestión está aclara: matar a un niño incapacitado no es moralmente equivalente a matar a una persona. Con mucha frecuencia no es del todo un error". 

[...] En realidad el propio Singer ya había establecido dicha ilación cuando afirma:

"En relación con la objeción al punto de vista sobre el aborto presentado en el Capítulo 6, ya hemos mirado más allá del aborto hacia el infanticidio. Actuando así hemos confirmado la sospecha de los sostenedores de la santidad de la vida humana acerca de que una vez que el aborto resulta aceptado, la eutanasia acecha en la siguiente esquina, y para ellos la eutanasia es inequívocamente mala". 

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