La historia reciente de las sociedades se ha caracterizado por un predominio del poder político o el económico, según los casos, que siempre han impuesto sus intereses a la sociedad civil y a la ciudadanía. Los ciudadanos y las redes sociales se han quedado sin capacidad ni poder para poder atenuar o modificar las fuerzas impuestas por la economía y la política. Por ello, la sociedad cada vez tiene menos posibilidades de decidir sobre lo que le afecta. El neoliberalismo consiste en dar mayor poder al sector económico a través de los mercados y las empresas. En los modelos que otorgan un poder predominante al poder político a través de los partidos y los gobiernos, se acaba subyugando a la economía y a las estructuras sociales y acaban instaurando un estatismo y un inmovilismo que impide afrontar los retos del futuro sostenible.
El poder social surge como respuesta a la tenaza del poder político y el económico con la vista puesta en regenerar los tres grandes damnificados del exceso de poder de la política y la economía: i) el entramado social; ii) el rescate de las culturas y iii) la reparación de los daños a la Naturaleza y el avanzar hacia el futuro sostenible. Es decir, el poder social debería controlar al poder político y económico.
El futuro sostenible debe basarse en un juego de poderes en el que el elemento social y el ético, a través de sus diversos conglomerados sociales, marquen la dirección de la sostenibilidad a la política y a la economía. Dicho de otro modo, no poder dejar el futuro sostenible únicamente en las manos de los mercados ni de los poderes políticos. La ciudadanía y las entidades sociales deben ser consultados, deben participar y deben tener una presencia fuerte y orientadora. Este cambio desde la óptica civil o ciudadana no ha de pretender ni sustituir ni erigirse en el poder político, sino todo lo contrario, han de perseguir cambios en el poder político y económico que nos dirijan al futuro sostenible.
* José Vives Rego (Los dilemas medioambientales del siglo XXI ante la Ecoética)