Roberto Blatt (Historia reciente de la verdad)

La verdad es lo que supera el examen de la experiencia.
                                  A. Eistein (1950)

Los paraísos de las religiones de inspiración bíblica dejaron de ser suficientes a partir del siglo XVIII y con la intención de sustituirlos surgieron ideologías proponiendo utopías universales laicas para la humanidad. Desde entonces se ha debatido acerca de cuál de ellas sería la más deseable y justa y sobre todo cómo alcanzarla, pero todas se situaban, incluso los nacionalismos más excluyentes, en una realidad objetiva común. En este escenario prosperó el realismo, un enfoque aplicado tanto a la ciencia como a la ficción. "La verdad es más extraña que la ficción —decía Mark Twain en 1897—, porque la ficción debe ajustarse a lo posible". Este libro se ocupa del proceso que ha llevado al realismo a su progresiva degradación en posverdad

En el siglo XIX se fueron asentando los pilares burgueses de la Verdad ilustrada que un siglo antes ya había distinguido entre lo sagrado y lo profano. Verdad supuestamente objetiva y universal aplicada a un riguroso Más Acá terrenal, en el lugar del Más Allá de la verdad religiosa, aunque no por ello menos absoluto. Por primera vez en la historia, esta verdad no aspiraba a someter a la sociedad a una doctrina de una élite iluminada, sino a representar la realidad de una mayoría social creciente.

Por extraño que parezca, para garantizarla fue clave el desarrollo paralelo del poder judicial y de la policía. Los tribunales, dedicados durante el Ancien Regime a juzgar casi exclusivamente asuntos se sedición contra los intereses de la corona, o anteriormente contra la doctrina de la iglesia, comenzaron a ocuparse de los conflictos de la sociedad civil. Como señala Carlo Ginzburg, esto fue posible por:

         la emergencia de nuevas formas capitalistas de producción, en Inglaterra desde 1720 y casi un siglo más tarde en Europa con la introducción del código napoleónico, que dio lugar a una extensa legislación ajustada al concepto burgués de propiedad. 

LAS GRIETAS DE LA VERDAD

Diríase que los mismos elementos que hicieron posible una participación global y colectiva en la verdad están contribuyendo a mimarla. 

Desde hace décadas hay un debate abierto sobre el papel de la publicidad y la propaganda en la deformación de la verdad. El primer gran proyecto terrenal de implantar un monopolio estatal de la verdad fue el de la Revolución Rusa. Con ese motivo se alfabetizó a las masas y se empleo el cine, ese gran ilusionista de realidades, para afirmar que la única verdadera es la del poder político, por encima de las ciencias sociales e incluso de las naturales. En 1948 se expulsó a doce lumbreras de la Academia de Ciencias Agrícolas de la URSS por oponerse a la delirante (pero ideológicamente muy útil) tesis del agrónomo Lysenko, que aseguraba que cambios inducidos en organismos se transmitían genéticamente a las siguientes generaciones, es decir, se provocaban mutaciones "instantáneas". ¡La selección revolucionaria primaría sobre la selección natural!

Para los defensores del mercado, la promoción del consumo es un factor clave para el desarrollo y la preservación de la democracia, aunque el ejemplo chino actual y el nazi del pasado parecen demostrar que no existe necesariamente contradicción entre un capitalismo desarrollado y dictaduras de izquierdas o derechas. 

LA POSVERDAD

Por supuesto que propaganda, bulos y fake news existen desde mucho antes de la tecnología. Se registra desinformación desde por lo menos la Revolución Francesa, es decir, desde que existe una masa crítica ciudadana suficiente como para incidir en la toma de posiciones. 

El caso de Los Protocolos de los Sabios de Sión, cuyo origen es un libelo antinapoleónico de la policía secreta del zar de Rusia y posteriormente adaptado para servir de prueba del complot mundial judío, es un ejemplo tipo de teoría de conspiración como las que pululan hoy en día en las redes. Ha sido refutada incontables veces, pero sigue viva, así como el Holocausto acumula todas las evidencias y continúa siendo negado por algunos. Como ha quedado demostrado después del atentado de las Torres Gemelas, son precisamente los eventos más señalados, conocidos e investigados, los que más inspiran teorías conspiratorias.

Justo ahora, cuando parecía que la tecnología nos acercaba a la realización utópica de una democracia basada en información verídica y contrastada, universalmente accesible —los medios para comprobar las evidencias existen y están al alcance de todos—, se multiplica la máquina de fabricación de falsedades.    

LA DEMOCRACIA DIRECTA O TRIBALISMO

Prometimos más arriba hablar sobre referendos. Las redes han creado la ilusión de poder reeditar la democracia directa que existió alguna vez en Grecia, limitada a unos pocos hombres libres y ricos que para tomar decisiones se encontraban en una plaza rectangular o ágora. También Marx de juventud soñó con unidades sociales pequeñas que permitieran aplicarla. Las nuevas tecnologías lo permiten técnicamente. Sin embargo, a diferencia de la democracia ateniense a cara descubierta, el referéndum, todo referéndum, es, al igual que la votación tradicional, anónimo. En la democracia representativa occidental, las decisiones de gobierno las toman, en efecto, los representantes electos. El referéndum se ha usado en casos excepcionales, por ejemplo para confirmar o rechazar cambios constitucionales o para juzgar o amnistiar a responsables de un período de excepción. Mientras que las decisiones tomadas por los representantes son conocidas y el cumplimiento o no de sus compromisos tienen consecuencias personales y partidistas, esa circunstancia no se da en los plebiscitos. Varios estudios han confirmado que en este tipo de consultas los votantes suelen expresar sus posiciones personales más extremas, subconscientes o secretas, con un regusto vengativo. Las experiencias de Google y Facebook antes descritas confirman este punto. Quizá este fenómeno también explique el resultado del Brexit, que ninguna encuesta había previsto y que se interpretó como un castigo a los poderosos, aparentemente por resentimiento, aunque las peores consecuencias del resultado se vuelvan contra los mismos votantes. Cuando estamos libres de la responsabilidad y de la necesidad de dialogar, convencer o pactar que exigimos a nuestros representantes, somos menos buenos. Una triste verdad. 

CIENCIA Y "VERDADES ALTERNATIVAS"

[...]  Destaco este fragmento de un artículo de Esteban Hernández:

          Los partidos socialdemócratas tradicionales, una vez que renunciaron a su papel y decidieron sumarse a la ola liberal que inundó occidente, se recompusieron a partir de la variable cultural: apoyaban los derechos LGTB, a los emigrantes, al ecologismo, el feminismo, la memoria histórica y, en nuestro caso, el correcto encaje de las naciones diversas dentro del estado español.

Las consecuencias de esta estrategia han sido nefastas. En el caso español ha significado el apoyo durante décadas a movimientos nacionalistas liderados, para colmo, por partidos de derecha como PNV y CiU, algo difícilmente compatible con el universalismo socialista como hace poco nos recordó a todos Paco Frutos, ex secretario general del PCE. 

Más grave aún que el abandono de unas políticas sociales razonables es que se ha delegado en una izquierda pedagógica la crítica de las políticas de austeridad de moda que tanto daño han provocado a trabajadores y clases medias. Como si fuera poco, el hecho de sumarse a ciertas reivindicaciones extremas de algunas minorías, sin duda merecedoras, dentro de lo factible, del reconocimiento de sus derechos morales si no legales, como los refugiados, echaron a un importante segmento de su electorado tradicional en brazos de la extrema derecha xenofobia, homófona, antifeminista y antieuropea, es decir, antirrealista. 

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