Byung-Chul Han (Capitalismo y pulsión de muerte)

VACÍO ANGUSTIOSO

La autolesión se ha convertido hoy entre los adolescentes en un fenómeno de masas. Miles de adolescentes se autolesionan en Alemania. Se infligen heridas a sí mismos intencionadamente y sienten con ello un profundo alivio. El método usual es hacerse cortes en el brazo con una cuchilla de afeitar. La autolesión se acaba convirtiendo en una verdadera adicción.

Como sucede en toda adicción, el intervalo entre las autolesiones se vuelve cada vez más breve y las dosis aumentan. Los cortes son cada vez más profundos. Los afectados sienten una «necesidad de autolesionarse». ¡Cómo compatibilizar la autolesión con el creciente narcisismo que caracteriza al individuo de hoy?

Quienes se autolesionan sufren a menudo depresiones y trastornos de ansiedad. Los angustia la sensación de culpa y vergüenza, de autoestima dañada. La constante sensación de vacío interior hace que ya no sientan nada. Solo al autolesionarse llegan a sentir algo.

De las personas que sufren depresiones o trastornos límites de la personalidad se escucha a menudo esta queja: «No me siento a mí mismo». Justamente muchos de los que se autolesionan sufren depresiones o un trastorno límite de la personalidad. Autolesionarse es, al parecer, un intento totalmente desesperado de sentirse a sí mismo, de restablecer la sensación de sí mismo. El cuerpo llora lágrimas rojas. Sangro luego existo.

¿De dónde viene la angustiosa sensación de vacío? Antes que nada es importante distinguir entre narcisismo y egoísmo. El sujeto del egoísmo se delimita para distinguirse del otro. Aquí hay una frontera clara del yo que lo diferencian del otro. Por el contrario, en la referencia narcisista a sí mismo se tergiversa al otro hasta que el yo acaba reconociéndose en él. El sujeto narcisista percibe el mundo como una modalidad de sí mismo.

La fatídica consecuencia es que el otro desaparece. La frontera entre el yo y el otro se difumina. El yo se difunde y se hace difuso. Un yo estable solo surge en vista del otro. Por el contrario, la autorreferencia excesiva y narcisista genera una sensación de vacío. El yo se ahoga en sí mismo.

Hoy en día las energías libidinosas se invierten sobre todo en el yo. La acumulación narcisista de libido del yo provoca la eliminación de la libido objetal, es decir, de la libido que se invierte en los objetos. La libido objetal crea un enlace con el objeto que, en contrapartida, estabiliza al yo. Cuando no hay ningún enlace con objetos y yo es devuelto a sí mismo, y esto hace que se desarrollen sentimientos negativos como la angustia o la sensación de vacío.

Hoy hay muchos imperativos sociales que provocan una saturación narcisista de la libido del yo. Esa saturación produce enfermedad. Por ejemplo el imperativo de autenticidad. Este imperativo desarrolla una compulsión narcisista a preguntarse, a espiarse y acecha permanentemente a sí mismo y, especialmente, a culparse constantemente a sí mismo. 

Muchos adolescentes sufren hoy angustias difusas, miedo a fracasar, miedo a fallar, miedo a quedarse descolgado, miedo a cometer un error o a tomar una decisión equivocada,  miedo a no estar a la altura de las propias exigencias. Uno se avergüenza de su propia insuficiencia. La autolesión es también un ritual de autocastigo.

La falta de autoestima que conduce a la autolesión apunta a una crisis general de gratificación en nuestra sociedad. Todos nosotros tenemos necesidad de afecto. El amor del otro es lo único que da estabilidad al yo. Por el contrario, la autorreferencia narcisista resulta desestabilizante.

Para un sentimiento estable de autoestima tengo que resultarme importante a mí mismo. Pero para eso necesito tener la noción de que soy importante para otros. Esa noción podrá ser difusa, pero es indispensable para la sensación de ser importante. La falta de sensación de ser es la causa de la autolesión. La autolesión quizá sea simplemente un grito en demanda de amor.

Yo no puedo producir por mí mismo el sentimiento de autoestima. Para tener ese sentimiento necesito que la instancia de la gratificación me venga de otros que me amen, me elogien, me reconozcan y me aprecien. El aislamiento narcisista del hombre, la instrumentalización del otro y la competencia de todos contra todos destruyen el clima de gratificación. 

El sujeto del rendimiento está sometido a la presión de aportar cada vez más. De esta manera nunca se alcanza un punto final y definitivo de la gratificación. Vive permanentemente con una sensación de carencia y con un sentimiento de culpa. Como no solo compite con otros, sino sobre todo consigo mismo, trata de superarse a sí mismo.

Hoy también se vuelve más difícil la gratificación primaria, que es inasequible a toda cuantificación. Esa gratificación primaria es la que da por ejemplo una verdadera amistad. La amistad es una relación con el otro que da estabilidad al yo y lo llena. Los «amigos» de las redes sociales carecen de la negatividad de lo distinto. Conforman una masa aplaudiente. Eliminan su alteridad en el «me gusta». 

La sensación de vacío provoca depresión. El sujeto del rendimiento, cuando cae en depresiones, se convierte en una pesada carga para sí mismo. Se produce una saturación narcisista del libido del yo. Esa saturación produce enfermedad. El sujeto del rendimiento está cansado de sí mismo, agotado de sí mismo, lo cual provoca paradójicamente un vaciamiento y un ahuencamiento del yo. [...]

¿Fueron incluso los atentados suicidas de París un intento perverso de sentirse a sí mismo, de restablecer en sentimiento destruido de autoestima, de erradicar a base de bombas y disparos el gravoso vacío? ¡Se podría comparar la psicología del terror con la psicología del selfie y de la autolesión, que también actúan contra el yo vacío? ¡Tenían los terroristas el mismo cuadro psicológico que los adolescente que se autolesionan y que por tanto vuelven su agresión contra sí mismo? 

Como es sabido, a diferencia de las chicas, los chicos vuelven su agresión hacia fuera, hacia otros. El atentado suicida sería entonces un acto paradójico en el que se identificarían la autoagresión y la agresión a otros, la autoproducción y la autodestrucción, un agresión de potencia superior que al mismo tiempo es concebida como un selfie definitivo. 

La pulsación del botón que hace estallar la bomba, sería la pulsación del disparador de la cámara. Aquí impera lo imaginario, porque la realidad, que consiste en discriminación y en desesperanza, ya no merece la pena ser vivida. 

Byung-Chul Han (La sociedad de la transparencia)
Byung-Chul Han (La sociedad del cansancio)
Byung-Chul Han (Psicopolítica)
Byung-Chul Han (La agonía del Eros)
Byung-Chul Han (En el enjambre)
Byung-Chul Han (El aroma del tiempo) Un ensayo filosófico sobre…
Byung-Chul Han (La salvación de lo bello)
Byung-Chul Han (Topología de la violencia)
Byung-Chul Han (Sobre el poder)
Byung-Chul Han (Hiperculturalidad)
Byung-Chul Han (Buen entretenimiento)
Byung-Chul Han (Infocracia)

No hay comentarios:

analytics