Fernando López-Mirones (Yo, negacionista)

EMPRESAURIOS

<<Hay una guerra de clases, pero es mi clase, la de los ricos, la que está haciendo la guerra y la estamos ganando>>.
Warren Buffet

[...] Pero fue en 1947 cuando Kissinger, entonces secretario de Estado con el gobierno del presidente Nixon, escribió un informe que nos atañe desde entonces; en él figuran las intenciones del plan general en el que aún estamos inmersos. El mundo vivió entonces una explosión demográfica sin precedentes, sobre todo en Asia y en África, que alertó a los oligarcas occidentales: mucha gente, recursos limitados. El informe de Kissinger ponía en énfasis en que el llamado tercer mundo se estaba llenando de gente a la cual es posible que les dé por pensar, votar y dejar sin materias primas a los Estados Unidos y su anglosfera tras terminar el colonialismo propiamente dicho. Consideró necesario promover la esterilización, además de la anticoncepción y el aborto. Para ello, nada mejor que promocionar alternativas a la familia tradicional, en el marco de la cual a la gente de daba por tener demasiados hijos a pesar de ser pobres, o precisamente por eso, pues en esos países los hijos son un seguro para la vejez de sus progenitores porque se ocuparán del negocio familiar, cuidarán los campos y el ganado, o trabajarán desde niños para ayudar cuando las fuerzas les falten.

El en llamado primer mundo había que hacer lo mismo, pero con la excusa de integrar a la mujer en el mercado laboral como fuera, para alejarla de las tentaciones reproductivas. El modo de conseguirlo era el consumismo frenético; conseguir que bajaran los sueldos con el fin de que a las familias les hiciera falta tener a sus dos progenitores trabajando a la vez para conseguir electrodomésticos, coches, casas, moda y cada vez más medicinas. Así se les quitarían las ganas de tener seis o siete mocosos que querrían ir a caras universidades algún día. Nació de este modo la <<planificación familiar>>, un eufemismo típico del globalismo. En la IV Conferencia Mundial de Población que tuvo lugar en El Cairo en 1994, basándose en el Informe Kissinger, cerraron filas sobre lo que ahora conocemos como <<control de la población>>, eugenesia y globalismo. Para entonces ya sabían de sobra de la importancia de ponerle a todo nombres biensonantes, de la influencia de las palabras que tanto hemos desglosado en este libro; por eso empezaron a manejar términos como igualdad, salud reproductiva, derecho a decidir, educación sexual, etc.; pero, como siempre, sin respetar los conceptos aparentemente justos que sugieren, sino utilizándolos para su fin último: reducir la población del mundo como fuera.

Los datos, una vez más, no secundan la idea de que los recursos de la Tierra se agotan, ni que la población mundial es excesiva; simplemente no es cierto, aunque han conseguido que esta idea se implante en todos nosotros a través del cine y las series. La eficiencia técnica de los cultivos, la pesca y la ganadería los convierten ahora en cien veces más productivas de lo que fueron jamás.

Bilderberg ha hecho popular su proyecto, al que llama Nuevo Orden Mundial, NOM; cualquiera puede oír cómo lo mencionan sin parar sus propios medios de comunicación comprados, para hacer que nos vayamos acostumbrando a la idea. NOM y Agenda 2030, cuyo lema es <<No tendrás nada, pero serás feliz>>

Se trata de que el mundo se convierta en un único Estado regido por entidades supranacionales, como la ONU, la OMS, el Banco Mundial..., a los que, por supuesto, controlarán ellos de forma vitalicia y sin haber sido elegidos por nadie. Para conseguir este sueño grotesco necesitan primero demoler las bases de las identidades de los pueblos de la Tierra, empezando por el individuo, pasando por las nacionalidades, las religiones, la familia, y acabando por la propia esencia de nuestro ADN. Sí, porque este no era un libro de virus, sino de genes, que es lo que pretenden alterar con las inyecciones a base de miedos: pandemias, guerras nucleares, emergencia climática, hambrunas, pobreza y apocalipsis varios. Llevan años financiando las campañas políticas de los líderes de todo el mundo, colocan a sus peones a la cabeza de los países, casi todos los presidentes de Estados Unidos han tenido relaciones con Bilderberg, y, por supuesto, títeres como Macron, Troudeau, Sánchez y los que vengan son sus cachorros, son los que están implementado leyes por debajo de la mesa mientras nos mantienen distraídos luchando contra las causas románticas que ellos inventan para nosotros. Todo, claro, con la inestimable ayuda de sus medios de comunicación a nivel mundial, que son los grandes, sin excepción.

El globalismo financia al partido de gobierno y a los de la oposición en todos los países; los ciudadanos creen que eligen, pero en realidad ellos ganan siempre; salvo que aparezca alguien que se salte el guion, como ocurrió con Trump y Putin, en cuyo caso ponen todos sus medios para acabar con ellos, como se ha visto perfectamente.

Por supuesto, la propiedad y el dinero van a desaparecer para el pueblo, lo mismo que la soberanía alimentaria y energética. Llevan años de campañas mundiales para arruinar a los agricultores, a los pescadores, a los ganaderos, a los cazadores, a los recolectores de plantas medicinales, a los artesanos... Son colectivos peligroso porque podrían autoabastecerse o crear comunidades que caigan en la tentación de rebelarse. Alguien capaz de zarpar con su barquito y traer pescado a su pueblo es un peligro subversivo; alguien que pueda sacar de unas tierras cereales, legumbres, aceite... es una amenaza; personas preparadas para criar reses, ovejas, cerdos..., no, ellos quieren que los alimentos, el agua, la energía y el territorio sean de su propiedad.

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