PANÓPTICO
He presentado el totalitarismo como un hecho. Alain Damasio ha descrito muy bien el totalitarismo tecno-industrial en La zone du dehors y en Les furtifs. En estos libros, el acceso a determinadas zonas de la ciudad está regulado por la suscripción que hayas contratado. Los privilegios están vinculados a tu estatus social y financiero, que te permite acceder a tal o cual parte del mundo. Es una distopía totalitaria en la que todo el mundo está permanentemente conectado a una gran red. En el relato, hay grandes torres transparentes donde todos pueden observar a los demás en una lógica que ya he descrito en otro lugar, la del panóptico. Se trata de un invento descrito por Jeremy Bentham en el que se estaría en un espacio donde todo sería visible para todos en todo momento, con paredes de cristal. Y este espacio de absoluta transparencia, para Bentham, sería la mejor prisión.
La tarjeta sanitaria, el expediente digital universal, la prueba positiva o negativa pública, la vacunación o no: es el final del secreto. Es el final de la privacidad. Estás en de la zona de cría, con los demás animales. No tienes espacio propio. El paralelismo con el rebaño debe resonar en ti. ¿Estamos alienados como si fuéramos al matadero, en espacios limitados como animales, ganado al que se le suministra pienso? Ya ni siquiera lo recogerías, los esclavos de Uber Eats te lo entregarían. El contenido nutricional, el valor de las fibras y los nutrientes estarían absolutamente calibrados.
En el totalitarismo, cada parte de tu vida está atendida, en las manos de un poder, exactamente como para el ganado. La hora de acostarse, la hora de levantarse, qué comes y a qué hora, cómo te lavas y te cuidas, qué antibióticos y vacunas te inyectan... Y en este totalitarismo, el individuo está sometido a una cultura de la violación permanente. La vacunación obligatoria encubierta, amparada en el pase sanitario, es una herramienta de chantaje que se impone para poder conservar un trabajo, para formar parte de la sociedad, para ser libre. Forma parte de la cultura de la violación. Tienes que someterte a este derecho de pernada, si quieres formar parte de esta sociedad. La vida normal que solíamos tener, donde había una cierta sensación de libertad, una cierta sensación de estabilidad, se ha acabado. La crisis actual te va a meter en una jaula para siempre. Pero el totalitarismo ya está aquí. Es solo la culminación de algo que ya estaba ocurriendo. Ya había una intención totalitaria a través de los sistemas digitales.
TOTALITARISMO DIGITAL
Los ingenieros y mercaderes encargados de la digitalización del mundo ya habían puesto en marcha, progresivamente, una duplicación digital del mundo. El teléfono móvil inteligente que llevas en el bolsillo ya se pasa el tiempo escuchándote, registrando variables y rellenando hojas de cálculo de Excel en las que viene a duplicar el mundo. El arte del bibliotecario —es decir, la capacidad de indexar y buscar información en estas enormes bases de datos— está en manos de unas pocas empresas multinacionales de datos. Se llaman a sí mismas «Big Data». Monetiza la información que posee con el mayor valor posible. Porque, una vez que has duplicado el mundo, por fin puedes decir a todo el mundo: «¡Mira, puedo mostrarte cómo es el mundo mejor que tú! La televisión, la radio, Internet te muestran mejor que lo que percibes, lo que es el mundo». Confías más en la información de Wikipedia o de Internet que en ti mismo.
El mundo se ve ahora a través de un prisma totalmente distorsionado por la duplicación digital. Una vez que los sistemas digitales saben mejor que tú lo que es el hombre, te lo dicen. El primer poder, como hemos visto, era el de la aletheia: la capacidad de revelar el mundo que no se podía ver. Eras demasiado pequeño. No podías ver lo suficiente. Hemos utilizado el ejemplo de un GPS de tipo Waze. Volvamos a eso por un. momento. ¿Por dónde tengo que ir para llegar lo más rápido posible? No lo sé, pero Waze sí. Tiene una duplicación digital del mundo mucho más completa que mi capacidad de ver señales. Pero, si Waze, entonces, me dice a mí y a todos los demás por dónde ir, Waze crea atascos. Tiene un poder prescriptivo. El mundo entonces resulta ser exactamente como Waze ha decidido que sea. Este poder narrativo, interpretativo y prescriptivo constituye el totalitarismo digital. Hay demasiado poder en manos de muy pocas personas y sistemas algorítmicos. ¡Y no hay contrapoder!
En Francia, las leyes se aprueban a las 3 de la mañana por unos pocos diputados presentes. No queda nadie que se oponga. Es una ignominia democrática, una ignominia sanitaria; sin embargo, los legisladores están de acuerdo con ello. Los legisladores sirven a otros intereses que los de los ciudadanos. Los jueces no toman decisiones que vayan en contra del ejecutivo. El poder periodístico y mediático está dando ahora una sola nota única, unívoca y simplista. Ahora es una verdadera propaganda. Alimentará los museos y el deber de memoria, cuando este terrible momento que vivimos haya terminado. Los periodistas ya no son periodistas, sino propagandistas encargados de definir cúal es la verdad oficial y quién es el enemigo. Una de las características de un sistema totalitario es designar a los enemigos. Esto está en consonancia con la idea de protensión negativa colectiva. Si no hay nada que nos mantenga unidos, lo único que podría unirnos de nuevo sería designar a los enemigos. Los enemigos van a ser, precisamente, ¡los que rebaten la narrativa oficial! Se los pondrá en cajas simplistas, evitando cualquier matiz. Se los tildará de «islamo-izquierdistas», «conspiranoico», «complotista», «tranquilizador», «antivacunas», «antimáscaras», «antirrestricciones», «anti política sanitaria». Serás asimilado a una gigantesca amalgama, etiquetada como «cercano a la extrema derecha». Se te etiquetará como «el enemigo». Pero, ¿esto realmente une a la gente? Es como en el patio de recreo, cuando los matones creen que son amigos porque juntos golpean a un niño. De hecho, no son amigos. Sólo están golpeando a un niño [...].