Jorge Alemán (Ideología) Nosotras en la época. La época en nosotros

 Captura del Mayo del 68

El gobierno de las almas originado a partir del neoliberalismo, ha desembocado en una subjetividad que se revela como ajena a todas las coordenadas simbólicas que conocíamos. La subjetividad capitalista está construida de tal forma que en ella se desconocen los legados históricos y se desenvuelve en un presente absoluto, sin atender ni querer saber nada de proyectos políticos. Este presente absoluto también atenta contra la temporalidad implícita en la historia singular de cada uno. Temporalidad que describo apoyándome en la fórmula lacaniana: lo que habré sido para lo que estoy llegando a ser. En cambio, para el neoliberalismo, la existencia se tiene que jugar en el presente absoluto y de ese modo poder ser remitida a la circulación de «novedades». La novedad es la firma del presente absoluto. En este aspecto es necesario diferenciar lo «nuevo», en tanto contingencia incalculable e imprevisible, del circuito iterativo de las novedades. Lo nuevo que remite a lo nuevo encubre la compulsión a la repetición. Incluso los proyectos que se inauguran con una indudable vocación emancipatoria pueden ser integrados en la «avidez de novedades».  Un ejemplo culminante del modo en que el neoliberalismo puede incluir un pensamiento crítico en el circuito mercantil de la novedad fue el conocido Mayo del 68. Al poco tiempo, las premisas del 68, como es sabido, dieron forma a un nuevo espíritu del capitalismo. El nuevo Amo comenzó a privilegiar las iniciativas novedosas, el talento original, la imaginación y la creatividad, siempre que todo eso, claro está, se organizase a través del orden del mercado.

Los estudiantes del 68 habían atravesado violentamente, si se puede decir así, el fantasma del progreso y habían captado la inconsistencia que el Otro simbólico encarnaba en la realidad. De este modo el 68 hizo surgir un «no saber» sobre la vida de los lazos sociales. Por eso la revuelta fue posible e introdujo una crisis ético-política sin precedentes en Europa. Pero aún quedaba por venir un Amo: el Discurso capitalista, que iba a realizar una operación distinta; mientras la falta asoma en un tiempo sincrónico se colma la misma con la presencia de un objeto, que a la vez renueva la insatisfacción del deseo. Al respecto, se puede evocar aquel momento en el cual Lacan en el Panteón de París se dirigió a los estudiantes y les dijo algo muy revelador: ¿Ustedes quieren un amo? Lo van a tener. Y fue precisamente el nuevo amo del mercado el que irrumpió para dominar y «saciar» las consignas del 68, tales como la imaginación al poder o seamos realistas, pidamos lo imposible. Es cierto que el Amo al que los estudiantes invocaban no tenía un sostén tradicional ni tampoco estaba ligado a las herencias históricas. Tal vez por eso los manifestantes no podían dislumbrar que efectivamente la renovación del capitalismo necesitaba de discursos neoliberales para producir ese deseo en la subjetividad, hasta poder incorporarlo en términos de libertad. Esta traducción del Mayo del 68 puede dar cuenta de la capacidad del discurso capitalista, en su circularidad, para reintegrar lo que se presentaba como una ruptura y un  nuevo ciclo en una nueva transformación. 

En este sentido, se entiende que los manifestantes actuales frente al confinamiento se sientan «libertarios» cuando en realidad lo que hacen es «servir voluntariamente» al avance del capitalismo, porque al decirse a sí mismos que están siendo coaccionados bajo un poder dictatorial, con su demanda de «libertad» están favoreciendo a las Horcas Caudinas del mercado. En cierta forma, el neoliberalismo ha logrado atrapar muchos elementos que los pensamientos conservadores tradicionales y los pensamientos liberales aún no conseguían reabsorber; ésta era la razón de sus distintas crisis de legitimidad. Esto se resolvió con la configuración de una subjetividad que opera como aliada del capitalismo, y en donde las crisis en lugar de debilitar su movimiento lo que hace no es otra cosas que relanzarlo, fortaleciendo con ello su estructura de dominación. Por todas estas razones se confirma desde hace tiempo que el capitalismo tiende hacia un nuevo tipo de estado de excepción. Lo que antes exigía un golpe militar clásico, ahora se desplaza y se condensa en un poder que constituye un conglomerado de corporaciones, grupos financieros y conexiones internacionales, cuya novedad reside en alcanzar al menos —parcialmente— el aparato psíquico. Como ya he afirmado en distintas ocasiones, eso le otorga a la denominada ideología una forma de penetración en el orden fantástico (y viceversa) que sostiene al sujeto en su realidad. En la subjetividad producida por el capitalismo, la interpelación ideológica descrita por Althusser se inscribe en las exigencias del superyó específico del tiempo neoliberal. Hay que recordar que la destrucción de los diversos grupos de pertenencia, como son los sectores populares, la vida barrial o las familias, no sólo no reducen la potencia mortífera del superyó sino que la amplifican. 

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