George Monbiot & Peter Hutchison (La doctrina invisible) La historia secreta del neoliberalismo

George Monbiot

La ideología anónima

Imaginemos que los habitantes de la Unión Soviética nunca hubieran oído hablar del comunismo. Más o menos así es como nos encontramos nosotros en estos momentos: la ideología dominante de nuestro tiempo, que afecta a casi todos los aspectos de nuestras vidas, para la mayoría de nosotros carece de nombre. Si lo mencionas, es probable que la gente te ignore, o bien que reaccione con una mezcla de perplejidad y desdén: <<¿Qué quieres decir?. ¿Eso qué es?>>. Incluso a quienes han escuchado alguna vez el concepto les cueste mucho definirlo.

Este anonimato es a la vez síntoma y causa de su poder: ha causado o contribuido a la mayoría de las crisis a las que ahora nos enfrentamos: aumento de la desigualdad; pobreza infantil galopante; una pandemia de las <<enfermedades de la desesperación>>; deslocalización industrial y erosión de la recaudación fiscal; la lenta degradación de la sanidad, la educación y otros servicios públicos; deterioro de las infraestructuras; retroceso democrático; el crac financiero de 2008; el ascenso al poder de demagogos, como Viktor Orbán, Narendra Modi, Donald Trump, Boris Johnson, Jair Bolsonaro, crisis ecológicas y desastres medioambientales. 

Nos enfrentamos a estos desafíos como si estuvieran ocurriendo de forma aislada. Las crisis se suceden, pero no comprendemos sus raíces comunes. No logramos reconocer que todos estos desastres surgen o se van agravando por la misma ideología cogerente, una ideología que tiene, o al menos tenía, un nombre. 

Neoliberalismo. ¿Sabes lo que es?

El neoliberalismo se ha vuelto tan omnipresente que ya ni siquiera lo reconocemos como una ideología. Lo vemos como una especie de <<ley natural>>, como la selección natural darwiniana, la termodinámica o incluso la gravedad: un hecho inmutable, una realidad innegociable. ¿Qué mayor poder puede haber que operar sin nombre?

Pero el neoliberalismo ni es inevitable ni es inmutable. Al contrario, fue concebido y fomentado como un instrumento deliberado para cambiar la naturaleza del poder.

Peter Hutchinson
El <<libre>> mercado

¿Qué es el neoliberalismo? Es una ideología cuya creencia central es que la competencia sería la característica que define a la humanidad. Nos dice que somos codiciosos y egoístas, pero que la codicia y el egoísmo iluminan el camino hacia la mejora de la sociedad, generando la riqueza que acabará por enriquecernos a todos. 

El neoliberalismo nos presenta como consumidores, y no tanto como ciudadanos. Pretende convencernos que la mejor forma de alcanzar nuestro bienestar no es mediante la elección política, sino mediante la elección económica, en concreto, comprando y vendiendo. Nos promete que comprando y vendiendo podemos descubrir una jerarquía meritocrática de ganadores y perdedores.

El <<mercado>>, nos asegura, determinará -si se le deja a su albedrío- quién triunfa y quién no. Quienes tenga talento y trabajen duro triunfarán, mientras que los débiles, incapaces e incompetentes fracasarán. La riqueza que generan los ganadores se filtrará hacia abajo para enriquecer al resto.

Por otra parte, los neoliberales sostienen que cuando el Estado intente cambiar los resultados sociales a través del gasto público y de los programas sociales, se recompensa el fracaso, se alimenta la dependencia y se subvenciona a los perdedores. Crea una sociedad poco emprendedora, dirigida por burócratas, que ahoga la innovación y desalienta la asunción de riesgos, Cualquier intento de interferir en la asignación de recompensas por parte del mercado -para distribuir la riqueza y mejorar la condición de los pobres mediante la acción política- impide la aparición del orden natural, en el que la iniciativa empresarial y la creatividad son recompensadas como corresponde. 

El papel de los Gobiernos, afirman los neoliberales, debe ser eliminar los obstáculos que impiden el descubrimiento de la jerarquía natural. Deben reducir los impuestos, eliminar toda regulación, privatizar los servicios públicos, restringir el derecho de protesta, disminuir el poder de los sindicatos y borrara del mapa la negociación colectiva. Deben hacer que el Estado se reduzca y debilitar la acción política. Al hacerlo, liberarán el mercado, permitiendo que los empresarios generen riqueza que mejorará la vida de todos. Una vez que el mercado se haya desembarazado de las restricciones políticas, sus beneficios se distribuirán entre todos por medio de lo que el filósofo Adam Smith llamo la <<mano invisible>>. Los ricos, afirmaba,

son conducidos por una mano invisible a realizar casi la misma distribución de las cosas necesarias para la vida que habría tenido lugar si la tierra hubiera estado repartida en porciones iguales entre todos  sus habitantes, y entonces sin pretenderlo, sin saberlo, promueven el interés de la sociedad.

Cabe decir que no ha sido exentamente así. En los últimos cuarenta años, durante los cuales el neoliberalismo ha imperado tanto ideológica como políticamente, la riqueza, lejos de filtrarse hacia abajo, se ha concentrado cada vez más en manos de quienes ya la poseían. A medida que los ricos se han vuelto más ricos, los pobres se han ido empobreciendo, y la pobreza extrema y la indigencia asolan ahora incluso los países más ricos. Y aunque el Estado haya desregulado las finanzas y otros sectores comerciales, proporcionando a sus dirigentes más libertad para actuar a su antojo, ha reafirmado su control sobre los demás ciudadanos, inmiscuyéndose cada vez más en nuestras vidas al tiempo que reprime la protesta y restringe el alcance de la democracia.

Como demostrará este libro, el neoliberalismo, incluso según sus propios parámetros, ha fracasado, y ha fracasado estrepitosamente. También ha infligido daños devastadores tanto a la sociedad como al planeta, daños de los que corremos el riesgo de no recuperarnos nunca. Sin embargo, en lo que respecta a la difusión y propagación de su visión del mundo, el neoliberalismo ha tenido un éxito asombroso.

A lo largo de los años, hemos interiorizado y reproducido los dogmas del neoliberalismo. Los ricos han terminado por creer que han obtenido su riqueza gracias a su propia iniciativa y virtud, pasando cómodamente por alto sus privilegios de nacimiento, educación, herencia, raza y clase. Los pobres también han interiorizado esta doctrina y han empezado a culparse a sí mismo de su situación. Terminan siendo vistos, tanto por sí mismos como desde fuera, como perdedores.

Así, el desempleo estructural es lo de menos: si no tienes trabajo es porque no tienes espíritu emprendedor. El prohibitivo precio de los alquileres es lo de menos: si tu tarjeta de crédito está al límite es porque eres un incompetente y un irresponsable. Que el colegio de tu hijo no tenga patio o que no tenga acceso a comida saludable es lo de menos: si tu hijo está gordo es porque eres mal padre.  

La culpa del fracaso sistémico acaba recayendo en el individuo, y absorbemos esta filosofía hasta convertirnos en nuestros propios verdugos. Quizá no sea una coincidencia que estemos asistiendo a una creciente epidemia de autolesiones y otras formas de angustia, soledad, alienación y enfermedades mentales.

Ahora todos somos neoliberales.

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