LA METAMORFOSIS DE LA POLÍTICA EUROPEA
La Unión Europea constituye un ejemplo excelente del juego del metapoder. Europa no es una condición fija, ni una unidad territorial, ni un Estado, ni una nación. De hecho Europa no existe; lo que existe es la metamorfosis de la europeización, esto es, un proceso de transformación en curso. En el caso de la Unión Europea, metamorfosis es otra palabra para designar conceptos tales como geografía variable, interés nacional variable, relaciones interiores-exteriores variables, fronteras variables, democracia variable, independencia variable, leyes variables e identidad variable. Uno de los misterios de la teoría política es la cuestión de cómo colaboran los Estados-nación en el contexto de la soberanía nacional sin perder su identidad y encontrando una respuesta a las dudas y preguntas que plantea la globalización.
La metamorfosis de los Estados-nación en formas europeas de gobernanza y colaboración es el gran experimento histórico que hay que alcanzar para alcanzar ese objetivo. El primer paso de esa metamorfosis fue la «política de los efectos secundarios». Si bien el proceso de europeización —la «realización de una unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa», como reza el Tratado de la Unión Europea— fue voluntario, sus consecuencias materiales e institucionales fueron involuntarias. Lo sorprendente es que el proceso de integración no siguió ningún plan preconcebido. Antes al contrario: el objetivo quedó deliberadamente abierto. La europeización actúa de una manera específica, que podríamos denominar improvisación institucionalizada.
Esta «política de los efectos secundarios» dio la impresión de tener durante mucho tiempo una gran ventaja: el gigante de la europeización, aun cuando seguía adelante de manera inexorable, no parecía necesitar un programa político independiente, un objetivo determinado o una clara legitimidad política. En la primera fase, la metamorfosis de la política del Estado-nación en política de la Unión Europea fue posible gracias a la colaboración transnacional de cierta élites que tenían sus propios criterios de racionalidad, en gran medida independientes de los ciudadanos, los intereses y las ideologías nacionales. Esta forma de entender la «gobernanza tecnocrática» se encuentra en relación inversa a la dimensión política. En el marco de los tratados europeos se practica así una política del metapoder que modifica las reglas del juego de la autoridad de la política nacional por la puerta trasera de los efectos secundarios.
La «invención» de Europa no fue resultado de la deliberación pública y los procedimientos democráticos, sino de los preceptos y de los usos y costumbres judiciales. Fue y es el Tribunal de Justicia de la Unión Europea el que elevó los tratados fundacionales europeos a la categoría de «Carta Constitucional» en 1963 y 1964.
He aquí otra fase de la metamorfosis —una especie de absolución cosmopolita—, equivalente a un proceso impulsado por «conversión jurídica» en colaboración y conflicto con los diversos tribunales nacionales, que, es más, fue adoptada por los gobiernos y parlamentos nacionales como base para sus futuras actuaciones. Este «giro cosmopolita» del Tribunal de Justicia de la Unión Europea dio lugar a una autoritaria forma de constitucionalismo en Europa sin Constitución formal, basada en una práctica legislativa. Europa es el resultado de la praxis política sin la teoría política.
La metamorfosis europea de la política desde esta perspectiva es una política consistente en institucionalizar el horizonte cosmopolita en colaboración con el horizonte nacional aplicando un derecho europeo vinculante. Desde entonces hasta ahora existe un conflicto de metapoderes entre los defensores del derecho constitucional nacional y los partidarios del derecho cosmopolita europeo. Observamos en este punto qué significado tiene el juego político del metapoder en el contexto de la «política de derechos». Por una parte, la vieja política del derecho nacional funcionaba aplicando el derecho constitucional; por otra, la nueva política jurídica europea funciona cambiando la política judicial. Ambas estructuras está ahora tan entrelazadas que no pueden separarse: ya no pude jugar solo uno. Lo que ocurre es que el Tribunal Constitucional de cada país está cediendo terreno, lenta pero inexorablemente, al Tribunal Europe, lo que supone un grave conflicto para los tribunales constitucionales nacionales: por un lado, se supone que estos deben dictar sentencias basadas en el derecho constitucional nacional; por otro, deben prever la metamorfosis del sistema judicial nacional en un sistema europeo y, por tanto, quitarse autonomía y poder a sí mismos.
Pero esta metamorfosis no es una calle de un solo sentido. La crisis del euro fue un acicate para el pensamiento nacional en Europa, y los economistas liberales, así como políticos de todos los colores, redoblaron sus esfuerzos para dirigir el marco de referencia europeo hacia Alemania. El resultado fue y es un conflicto en torno a la soberanía por causa del peligro que corría el euro, pues el retorno al Estado-nación se vio y se ve frustrado por la política monetaria del Banco Central Europeo actualmente en vigor. Se podría hablar del «euro de Draghi», lo que implica una enorme política monetaria y fiscal no escrita que ha ejercido también una enorme influencia en las políticas fiscales de los Estados miembros. Lo que habla a su favor, lo que la legitima, es que esa política de emergencia podría indicarnos el camino para salir de la crisis, el que conduce hacia una Europea más fuerte y poderosa. El retorno al ámbito nacional está siendo debilitado y anulado, consiguientemente, por la metamorfosis de la «división de la soberanía» en perjuicio de la soberanía nacional y en beneficio de la europea, que es consecuencia de la pretensión a que se ve sometido el euro.
En la política financiera, asimismo, la ley de la acción ha cedido el control, que estaba en manos del Ministerio de Economía alemán, al único agente plenamente capaz de capear la crisis, esto es, el Banco Central Europe. En este movimiento de la metamorfosis todo se reduce en definitiva a la siguiente cuestión: ¿quién determina la política económica de la eurozona durante este estado de excepción monetaria? Esa es también, al fin y al cabo, la pregunta que formuló el Tribunal Constitucional Federal de Alemania al Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Como era el primer paso para la eliminación gradual de la soberanía nacional en política fiscal, esa evolución hizo que se fundase en Alemania un partido antieuropeo, Alternative für Deutschland (Alternativa para Alemania), en el que confluyeron los «economistas nacionales alemanes» que están al servicio del nacionalismo metodológico para crear un movimiento de protesta.
La metamorfosis de los Estados-nación en formas europeas de gobernanza y colaboración es el gran experimento histórico que hay que alcanzar para alcanzar ese objetivo. El primer paso de esa metamorfosis fue la «política de los efectos secundarios». Si bien el proceso de europeización —la «realización de una unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa», como reza el Tratado de la Unión Europea— fue voluntario, sus consecuencias materiales e institucionales fueron involuntarias. Lo sorprendente es que el proceso de integración no siguió ningún plan preconcebido. Antes al contrario: el objetivo quedó deliberadamente abierto. La europeización actúa de una manera específica, que podríamos denominar improvisación institucionalizada.
Esta «política de los efectos secundarios» dio la impresión de tener durante mucho tiempo una gran ventaja: el gigante de la europeización, aun cuando seguía adelante de manera inexorable, no parecía necesitar un programa político independiente, un objetivo determinado o una clara legitimidad política. En la primera fase, la metamorfosis de la política del Estado-nación en política de la Unión Europea fue posible gracias a la colaboración transnacional de cierta élites que tenían sus propios criterios de racionalidad, en gran medida independientes de los ciudadanos, los intereses y las ideologías nacionales. Esta forma de entender la «gobernanza tecnocrática» se encuentra en relación inversa a la dimensión política. En el marco de los tratados europeos se practica así una política del metapoder que modifica las reglas del juego de la autoridad de la política nacional por la puerta trasera de los efectos secundarios.
La «invención» de Europa no fue resultado de la deliberación pública y los procedimientos democráticos, sino de los preceptos y de los usos y costumbres judiciales. Fue y es el Tribunal de Justicia de la Unión Europea el que elevó los tratados fundacionales europeos a la categoría de «Carta Constitucional» en 1963 y 1964.
He aquí otra fase de la metamorfosis —una especie de absolución cosmopolita—, equivalente a un proceso impulsado por «conversión jurídica» en colaboración y conflicto con los diversos tribunales nacionales, que, es más, fue adoptada por los gobiernos y parlamentos nacionales como base para sus futuras actuaciones. Este «giro cosmopolita» del Tribunal de Justicia de la Unión Europea dio lugar a una autoritaria forma de constitucionalismo en Europa sin Constitución formal, basada en una práctica legislativa. Europa es el resultado de la praxis política sin la teoría política.
La metamorfosis europea de la política desde esta perspectiva es una política consistente en institucionalizar el horizonte cosmopolita en colaboración con el horizonte nacional aplicando un derecho europeo vinculante. Desde entonces hasta ahora existe un conflicto de metapoderes entre los defensores del derecho constitucional nacional y los partidarios del derecho cosmopolita europeo. Observamos en este punto qué significado tiene el juego político del metapoder en el contexto de la «política de derechos». Por una parte, la vieja política del derecho nacional funcionaba aplicando el derecho constitucional; por otra, la nueva política jurídica europea funciona cambiando la política judicial. Ambas estructuras está ahora tan entrelazadas que no pueden separarse: ya no pude jugar solo uno. Lo que ocurre es que el Tribunal Constitucional de cada país está cediendo terreno, lenta pero inexorablemente, al Tribunal Europe, lo que supone un grave conflicto para los tribunales constitucionales nacionales: por un lado, se supone que estos deben dictar sentencias basadas en el derecho constitucional nacional; por otro, deben prever la metamorfosis del sistema judicial nacional en un sistema europeo y, por tanto, quitarse autonomía y poder a sí mismos.
Pero esta metamorfosis no es una calle de un solo sentido. La crisis del euro fue un acicate para el pensamiento nacional en Europa, y los economistas liberales, así como políticos de todos los colores, redoblaron sus esfuerzos para dirigir el marco de referencia europeo hacia Alemania. El resultado fue y es un conflicto en torno a la soberanía por causa del peligro que corría el euro, pues el retorno al Estado-nación se vio y se ve frustrado por la política monetaria del Banco Central Europeo actualmente en vigor. Se podría hablar del «euro de Draghi», lo que implica una enorme política monetaria y fiscal no escrita que ha ejercido también una enorme influencia en las políticas fiscales de los Estados miembros. Lo que habla a su favor, lo que la legitima, es que esa política de emergencia podría indicarnos el camino para salir de la crisis, el que conduce hacia una Europea más fuerte y poderosa. El retorno al ámbito nacional está siendo debilitado y anulado, consiguientemente, por la metamorfosis de la «división de la soberanía» en perjuicio de la soberanía nacional y en beneficio de la europea, que es consecuencia de la pretensión a que se ve sometido el euro.
En la política financiera, asimismo, la ley de la acción ha cedido el control, que estaba en manos del Ministerio de Economía alemán, al único agente plenamente capaz de capear la crisis, esto es, el Banco Central Europe. En este movimiento de la metamorfosis todo se reduce en definitiva a la siguiente cuestión: ¿quién determina la política económica de la eurozona durante este estado de excepción monetaria? Esa es también, al fin y al cabo, la pregunta que formuló el Tribunal Constitucional Federal de Alemania al Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Como era el primer paso para la eliminación gradual de la soberanía nacional en política fiscal, esa evolución hizo que se fundase en Alemania un partido antieuropeo, Alternative für Deutschland (Alternativa para Alemania), en el que confluyeron los «economistas nacionales alemanes» que están al servicio del nacionalismo metodológico para crear un movimiento de protesta.