Luis del Pino (La dictadura infinita) La evolución autoritaria de un Occidente cobarde y cansado de sí mismo

AUTORITARISMO CLIMÁTICO

El pasado 6 de diciembre de 2021 la revista American Political Science Review publicaba un artículo con el título «Legitimidad política, autoritarismo y cambio climático» en el que directamente se afirmaba que si los sistemas democráticos «se muestran incapaces de dar respuesta efectiva a la crisis climática», podría ser necesario «adoptar un enfoque más autoritario».

El autor del artículo es el estadounidense Ross Mittiga, un activista climático y profesor en el Instituto de Ciencias Políticas de la Universidad Católica de Chile.

A juicio del autor del artículo, «la protección de los derechos básicos y la sujeción a procesos democráticos» son discutibles, mientras que la legitimidad fundamental de los gobiernos «descansa en garantizar la salud y seguridad actuales y futuras de sus ciudadanos», por lo que «los gobiernos que no quieran o no puedan llevar a cabo esta función» son ilegítimos.

En consecuencia, dado el estado de emergencia climática, «los gobiernos que actúen para preservar y proteger el medio ambiente... son (más) legítimos, mientras que los gobiernos que no actúen no lo son (o lo son menos)».

«En momentos de crisis», continúa el autor del artículo, los mecanismos de la democracia liberal podrían obstruir la labor de los gobiernos, «por lo que puede ser necesario recurrir a poderes de emergencia, que a menudo son autoritarios en cuanto a su carácter y alcance». 

¿Para qué podrían utilizar los gobiernos esos poderes autoritarios legitimados por la crisis climática, según el autor? 

En primer lugar, para «obligar a los ciudadanos a cambiar significativamente sus estilo de vida... por ejemplo reduciendo la ingesta de carne». Si esas restricciones son necesarias, entonces se las puede imponer justificadamente, «incluso si el hacerlo va contra los deseos democráticamente expresados o viola los derechos individuales o de cierto grupo». 

«También podemos imaginar —sigue el autor— un régimen de censura que impida la proliferación de desinformación y de negacionismo climático en los medios de comunicación». Dado que la libertad de expresión y la libertad de prensa «se han utilizado de formas que han socavado (y siguen socavando) una acción climática efectiva, dicha censura puede estar justificada». 

Y no solo las libertades de prensa o de expresión: «De la misma forma, responder de manera efectiva al cambio climático podría requerir relajar los derechos de propiedad, para poder nacionalizar, cerrar o reorientar ciertas empresas, particularmente en los sectores energéticos y agrícola».

Por supuesto, «los gobiernos también podrían justificadamente limitar ciertas instituciones y procesos democráticos, en la medida en que afecten a la promulgación o implementación de la política medioambiental».

¿A qué limitaciones de las «instituciones y procesos democráticos se refiere el autor? Pues, por ejemplo:

. A «imponer exámenes climáticos a los candidatos a cargos públicos».

A impedir el acceso a cargos públicos «a cualquiera que tenga relaciones significativas con industrias que dañen el clima o que tenga un historial de negacionismo climático».

. A establecer «instituciones capaces de revertir decisiones democráticas previas (expresadas, por ejemplo, en referendos o plebiscitos)» que choquen con «las necesarias políticas climáticas». Por ejemplo, el autor sugiere la posibilidad de crear un «Tribunal Supremo de Expertos Climáticos» que pueda «avaluar, modificar o derogar toda legislación que exacerbe la crisis climática o contribuya a otras formas graves de destrucción medioambiental». 

Esta lista, dice el autor con toda sinceridad, «no describe de manera exhaustiva todo lo que el autoritarismo climático podría implicar».

«Pero el punto principal», concluye, es que si los mecanismos de la democracia liberal impiden la urgente y necesaria acción climática, esos mecanismos pueden «relajarse o suspenderse hasta que la (amenaza creíble de) emergencia haya pasado». Observen ustedes especialmente el paréntesis introducido por el autor del artículo: para suspender los mecanismos democráticos no haría falta ni siquiera que exista una emergencia; con que exista una amenaza creíble de que vaya a existir una emergencia, basta. El autor no lo aclara, pero cabe deducir que no serán precisamente los ciudadanos quienes decidirán democráticamente qué amenazas son creíbles (y justifican suspender los derechos democráticos) y cuáles no. 

El artículo es escandaloso, por supuesto. Vuelvan al principio de este capítulo e imaginen qué se diría si un lider occidental, como por ejemplo Donald Trump, hubiera hecho un llamamiento similar a imponer regímenes autoritarios, justificándolo con la «emergencia migratoria», con la «lucha contra la droga» o con la «guerra contra el fundamentalismo islámico». 

Pero lo verdaderamente inquietante no es el contenido del artículo en sí, sino el hecho de que se haya publicado en una de las más influyentes revistas estadounidenses de teoría política. La American Political Science Review es la principal de las revistas de la Asociación Americana de Ciencias Políticas (American Political Science Association, APSA), fundada en 1903 y que cuenta en la actualidad con más de 11.000 miembros en más de un centenar de países. Una versión previa del artículo de Ross Mittiga fue presentada y discutida en 2020 en la conferencia anual de la APSA.

El artículo no es, por tanto, la opinión de un autor más o menos exaltado o friki, sino la expresión de unas ideas que un influyente sector académico del campo de las ciencias políticas en Estados Unidos considera legítimas, admisible y dignas de ser publicadas y discutidas.

Es el hecho, precisamente, de que esas llamadas al autoritarismo sean consideradas publicables y legítimas lo que resulta inquietante, ya que indica que los intentos de «dar por superados» los sistemas liberales democráticos están ya en marcha, y con una fuerza que proyecta oscuras sombras sobre el futuro de la democracia en Occidente.

Porque lo cierto es que esa corriente en favor del autoritarismo con coartada ecológica no es nueva, ni muchos menos.

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