Darian Leader (La moda negra) Duelo, melancolía y depresión

Muchas personas permanecen atrapadas a lo largo de sus vidas en duelos que nunca terminan. El trabajo de duelo, observa Freud, pudiera parecer que de hecho prolonga la existencia de la persona que hemos perdido. Ya que el proceso mental de traer recuerdos y esperanzas ligadas a la persona que hemos perdido continúa, ¿cómo saber cuándo detenerse?
Si moverse a través de todos estos detalles, recuerdos y expectativas prolonga la existencia del ser amado perdido, podemos pensar quizá cómo puede ser reconciliado esto con la idea de que el proceso resulte en una separación, en un distanciamiento. ¿Tiene que ocurrir algo más? ¿ Y hay un momento en el proceso en que la existencia del objeto por el que se hace duelo se desliza lacia la no-existencia? La formulación de Freud parece implicar que habrá un momento en que todos los aspectos de nuestro apego serán revisados y confrontados con un juicio rotundo de la no-existencia. Sugiere que, más allá del <<trabajo>> de duelo descrita por Freud, algo debe pasarle a este trabajo.
Los escritores analíticos han estado divididos en esta cuestión: <<el duelo es para toda la vida>>, dijo la psicoanalista Margaret Little, y aunque una clínica con la agudeza de Helene Deustsch pudiera hablar de una necesidad de duelo, más adelante fue escéptica sobre ninguna terminación de procesos interiores. Freud, de la misma forma, tuvo cuidado en señalar cómo un pérdida no podía nunca ser por completo compensada. En una carta de 1929 a Binswanger, escribió:

Nunca encontraremos un sustituto [después de una pérdida].
No importa lo que quizá llene ese vacío, incluso si es llenado completamente, a pesar de eso permanece algo más. Y de hecho, así es como debe ser, es la única forma de perpetuar ese amor al cual no queremos renunciar.

En palabras de Electra, <<El dolor nunca olvida.>>
¿Pero por qué el duelo debiera implicar olvidar? Después de la muerte de Albert, fue famoso el hecho de que la reina Victoria mantuvo el estudio de su esposo exactamente como había sido cuando estuvo vivo, prohibiendo el cambio de cualquier detalle. Cada día se cambiaba su ropa de cama y sus prendas se sacaban, y se le preparaba el agua para afeitarse. Conservamos los recordatorios, para no permitirnos olvidar. Olvidar, de hecho, es a menudo considerado inapropiado. Hablando de la muerte de su esposo, John Maynard Keynes, la bailarina rusa Lydia Lopokova dijo que había usado la piyama de él durante años mantenerlo cerca de ella. Sin embargo, tiempo después pudo decir: <<Cuando murió sufrí mucho. Pensé que no podría vivir sin él. Sin embargo, ahora no pienso nunca en él>>.
El cliché de que las pérdidas deben ser trabajadas hasta que podamos ir más allá de ellas sugiere que el duelo es algo que puede ser realizado y dejado. Somos tan a menudo incitados a <<superar>> una perdida, y sin embargo, la gente en duelo y aquéllos que han experimentado pérdidas trágicas saben muy bien que es menos una cuestión de recuperarse de una pérdida y seguir adelante, que de encontrar un camino para hacer que esa pérdida sea parte de la vida. Vivir con la pérdida es lo que importa, y los escritores y artistas nos muestran muchas formas en las cuales eso puede ser logrado. ¿Pero cuáles son sus condiciones previas? ¿Qué necesita suceder para que un duelo sea capaz de producirse?

* Darian Leader (Estrictamente bipolar)

James Harkin (Carburante intelectual) Las ideas clave de nuestro siglo

LA ECONOMÍA DE ASISTENCIA
En la economía venidera, basada en el DFY (do for you, o <<hágalo usted mismo>>), en sustitución del DIY (do it yourself), muchos de nosotros preferiremos, al decir de Maxmin y Ziboff, encargar a terceros la gestión de nuestras vidas y pagaremos con gusto semejante privilegio. Tan significativo resulta, en su opinión, este cambio, que podemos considerar que estamos siendo testigos de la transición a un nuevo estadio del capitalismo: el abandono de la economía de servicios y la adopción de una economía de asistencia. En ésta, las compañías se asociarán para formar colosales federaciones que tendrán por objeto asumir la responsabilidad de cada uno de los aspectos relacionados con la experiencia del consumidor. En breve, los productos dejarán de estar presentes en uno  u otro lado, pues será el proceso el que se convierta en producto.
Semejante idea ha llamado la atención de nuestros dirigentes. De hecho, durante una de las visitas que hizo a Londres no hace mucho, el matrimonio ofreció a la Unidad de Estrategia del Gobierno británico una serie de consejos sobre la reforma de los servicios públicos. Asimismo, ofrece no pocas posibilidades a las compañías de servicios más sagaces y las casas más conocidas, que hacen cola por sumarse a esta corriente.   ¿Necesita un canguro o alguien que saque a pasear a su perro? Pues, sepa, que no va a tardar en verse rodeado de empresas manitas dispuestas a hacerlo todo por usted, desde arreglarle la taza del inodoro hasta desenmarañar las estanterías que ha adquirido enmarañadas en IKEA. Podría pedirles que empiecen, por ejemplo, reparando el estropicio que ha hecho con los azulejos del cuarto de baño.

EL PRINCIPIO  DE PRECAUCIÓN
¿Qué tienen en común la irrupción de la encefalopatía espongifore bovina, el miedo a los pederastas que asalta a las sociedades occidentales de manera regular y la guerra de Iraq? Sólo una cosa: en los tres casos, los gobiernos han desempolvado el <<principio de precaución>> a modo de justificación para actuar en nuestro nombre. Este concepto -la convicción, por expresarlo sin rodeos, de que la sociedad está mucho mejor segura que compungida- es el más influyente de cuantos ha conocido la política social durante la última década, y constituye un testimonio sobrecogedor del poder contagioso de las ideas.

Slavoj Žižek (Primero como tragedia, y después como farsa)

Existe una posibilidad real de que la principal víctima de la actual crisis no sea el capitalismo, sino la propia izquierda, ya que para todo el mundo de nuevo quedó patente su incapacidad para ofrecer una alternativa global viable. Fue la izquierda la que, de hecho, quedo atrapada. Es como si los recientes acontecimientos se hubieran organizado, calculando los riesgos, para demostrar que incluso en tiempos de una crisis tremenda no hay alternativa viable para el capitalismo. <<Thamzing>> es una palabra tibetana de los tiempos de la Revolución Cultural con inquietantes reverberaciones para los liberales: significa una <<sesión de lucha>>, una comparecencia y crítica pública de un individuo que se ve agresivamente cuestionado, o cuestionada, para conseguir su reeducación política mediante la confesión de sus errores y la prolongada autocrítica. 
¿Quizá la izquierda actual necesita una larga sesión de <<thamzing>>?

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Enfrentados a la contemporánea explosión del capitalismo en China, los analistas a menudo preguntan cuándo la democracia, el acompañamiento político <<natural>> del capitalismo, se afirmará a sí misma. Sin embargo, un análisis más detallado disipa rápidamente esta esperanza; ?qué pasa si nunca llega la prometida segunda etapa democrática, la que sigue al valle de lágrimas autoritario? Quizá esto es lo que resulta tan inquietante sobre la China actual: la sospecha de que su versión del capitalismo no es meramente un remanente de nuestro pasado -una repetición del proceso de acumulación capitalista que, en Europa, se produjo desde el siglo XVI al XIII-, sino una muestra del futuro. ¿Qué pasa si la <<despiadada combinación del knout asiático con el mercado de valores europeo>> (la descripción que hacía Trosky de la Rusia zarista) demuestra ser económicamente más eficiente que el capitalismo liberal? ¿Qué pasa si señala que la democracia, tal como la entendemos, ya no es una condición y una fuerza motivadora del desarrollo económico, sino, por el contrario, un obstáculo?
Algunos izquierdistas ingenuos afirman que el legado de la Revolución Cultural y del maoísmo en general actúa como contrapeso del capitalismo desenfrenado, evitando sus perores excesos, manteniendo un mínimo de solidaridad social. Sin embargo, ¿qué pasa si se trata del caso exactamente opuesto? ¿Qué pasa si en una cierta clase de no deliberada, y por esa razón más cruelmente irónica Astucia de la Razón, la Revolución Cultural con brutal liquidación de las tradiciones del pasado, fue un <<shock>> que creó las condiciones para la subsiguiente explosión capitalista? ¿Qué pasa si China tiene que sumarse a la lista de Estados que hace Naomi Klein en los que una catástrofe natural, militar o social despejó el camino para una nueva explosión capitalista?

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Sólo hay una respuesta correcta para aquellos intelectuales izquierdistas que esperan desesperadamente la llegada de un nuevo agente revolucionario capaz de instigar la ansiada transformación social radical. Toma la forma del viejo dicho hopi, con un maravilloso giro hegeliano desde la sustancia de sujeto: <<Nosotros somos aquellos a quienes hemos estado esperando>>. (Ésta es una versión del lema de Gandhi <<sé tú mismo el cambio que quieres ver en el mundo>>. Esperar a alguien que nos haga el trabajo es una manera de racionalizar nuestra inactividad.

* Slavoj Žižek (¡Bienvenidos a tiempos interesantes!)
* Slavoj Žižek (Sobre la violencia) Seis reflexiones marginales
* Slavoj Žižek (La nueva lucha de clases) Los refugiados y el terror

José Luis Abellán (Ensayo sobre las Dos Españas) Una voz de esperanza

El hecho es que, en la Constitución de Cádiz, hubo una amplia representación del continente americano, que se tradujo en 63 diputados de un total de 303. El carácter activo de esa representación se manifiesta en que, de 37 presidentes, hubo 10 americanos; de 35 vicepresidentes, hubo 12 americanos, y de 38 secretarios, 11 fueron americanos. El resultado es una Constitución hispanoamericana de extraordinaria importancia, aunque de escasos resultados prácticos, porque la evolución de los acontecimientos la dejó desfasada. La realidad es que en América se crearon juntas en los distintos países, al estilo de lo que había ocurrido en España. Hubo juntas en Montevideo, Perú, Quito, Buenos Aires, Chile y Caracas, y todas ellas se declararon independientes en nombre del prisionero Fernando VII, si bien en muchos casos la invocación fue meramente protocolaria. La larga distancia entre el continente y la península, el disgusto entre los criollos que se sentían relegados en los cargos públicos y el estrangulamiento del comercio americano por el monopolio hispano, todo ello minaba los vínculos entre España y sus colonias, por mucho que en la Constitución gaditana se hablara de igualdad de derechos entre españoles <<peninsulares>> y <<continentales>>.
El caso de Caracas resulta sintomático con respecto a lo que ocurrió en el resto de las llamadas <<provincias de Ultramar>>.  La Junta Suprema de Venezuela declaró la independencia el 19 de abril de 1810, si bien lo hizo detentadora del poder en nombre de Fernando VII prisionero. Sin embargo, el 5 de julio de 1811, esa misma junta declaró la independencia total con respecto de la metrópoli en los siguientes términos:

[...] nosotros los representantes de las Provincias Unidas de Venezuela, poniendo por testigo al Ser Supremo de la justicia de nuestro proceder y de la rectitud de nuestras intenciones, implorando sus divinos y celestiales auxilios y ratificándole, en el momento en que nacemos a la dignidad, que su providencia nos restituye, el deseo de vivir y morir libres, creyendo y defendiendo la santa, católica y apostólica religión de Jesucristo, como el primero de nuestros deberes; Nosotros, pues, a nombre, y con la voluntad y autoridad que tenemos del virtuoso pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al mundo que sus Provincias Unidas son, y deben ser de hoy, de hecho y de derecho, Estados libres, soberanos e independientes y que están absueltos de toda sumisión e independencia de la Corona de España o de los que se dicen o dixeren sus apoderados o representantes, y como tal Estado libre e independiente tiene un pleno poder para darse la forma de gobierno que sea conforme a la voluntad general de sus pueblos, declarar la guerra, hacer la paz, formar alianza, arreglar tratados de comercio, límite y navegación, hacer ejecutar todos los demás actos que hacen y ejecutan las naciones libres e independientes.

Sin embargo, en 1811, aún no se había proclamado la Constitución de Cádiz. Cuando lo hizo, en 1812, los movimientos separatistas sufrieron una considerable lentificación, si bien por poco tiempo, dado que en 1814, al regreso de Fernando VII de su prisión en Bayona, éste anuló la Constitución y proclamó la vuelta al absolutismo tradicional.
Así pues, muchos de los países iberoamericanos, que habían aceptado gustosamente la Constitución gaditana, se vieron abocados a una lucha sin cuartel contra el dominio español.

José Luis Abellán (Historia del pensamiento español) de Séneca a nuestros días

Emilio LLedó (El epicureísmo)

El saber no sólo nos hará libres, sino que Epicuro añade algo mucho más concreto: el saber nos hará felices. Al menos el conocimiento de la realidad permitirá deshacernos de la pesada masa ideológica que ha ido acumulando la sociedad, en el duro proceso de su evolución y de su superación.
La tesis de Epicuro resuena en un ámbito realista y desmitificador. Como primer paso imprescindible para un creciente desarrollo del saber, no deja de ser aleccionadora, para todos los tiempos, esta clara y decidida entrega al conocimiento, que hace feliz, y a la incesante lucha contra todo aquello que lo impide. No ha progresado excesivamente el mundo contemporáneo, que aún no ha puesto en claro esa oposición sangrante entre teoría y praxis, entre conocimiento y felicidad.
En tesis como ésta se percibe la actualidad del pensamiento de Epiucro y la revolución que representa su mensaje. Los escasos textos que de él nos quedan no han permitido sacar todas las consecuencias de estos planteamientos. Probablemente no era necesario. Bastaba la contundencia y claridad con que se platean estos principios fundamentales, para que permitiesen adecuarse a la historia, completamente con todas las variantes que las circunstancias de cada tiempo iban a ofrecer. Pero un pensamiento que estaba obsesionado por hacerse memoria, por encarnarse en cada uno de sus adeptos para operar así mejor en la ardua tarea del <<saber>> y del <<interpretar>>, no precisaba de otra cosa que de la nitidez con que unos cuantos principios básicos se nos presenten. Uno de estos principios era, pues, aquel que suponía el liberar la mente de todos aquellos lastres que la mediatizaban y la paralizaban. Nada puede haber en ella que reste impulso y poder al ansia de conocimiento y, sobre todo, al entorno del mundo y de sus semejantes. El temor de los dioses, que revuelve y mortifica la conciencia, era una de estas grandes opresiones. Sin fundamento real alguno actuaban esas milenarias imágenes en el fondo de nuestra conciencia, en la raiz soterrada, en donde se levantan nuestros actos que quedan trastornados ya en su origen.

* Emilo Lledó (Imágenes y palabras)
* Emilio Lledó (Elogio de la infelicidad)
* Emilio Lledó (El origen del diálogo y la ética) Introducción al...
* Emilio Lledó (Los libros y la libertad)


Entrevista a Emilio Lladó

Pino Aprile (Elogio del imbécil) El imparable ascenso de la estupidez

Muchas personas inteligentes, una vez que han comprendido la irremediable estupidez que caracteriza a las estructuras sociales de las que forman parte, cometen el terrible error de intentar ponerles remedio. Y así malgastan sus vidas, en el vano intento de lograr que las sociedades humanas sean menos estúpidas.

Otros, sin embargo (y los verdaderos genios), entienden que semejante proyecto está condenado al fracaso porque nace de un grave equívoco: el deseo de que sean menos estúpidos los organismos que funcionan precisamente por ser, y sólo si lo son, estúpidos.

No resulta difícil identificar a estos dos tipos humanos. Los primeros actúan movidos por un espíritu de cruzada que los empuja a esforzarse en el vano esfuerzo de cambiar la sociedad a mejor. Los otros, en cambio, han comprendido que esta batalla no sólo está perdida, sino que es inútil por equivocada. Y se adaptan a la imbecilidad de las estructuras en las que trabajan. Pero no por ello renuncian a su inteligencia. A veces la cultivan en su tiempo libre, y aquellas aficiones que a menudo se etiquetan como inofensivos pasatiempos son, en realidad, actividades que los apasionan de verdad, que dan sentido a su vida. Otras veces logran utilizar su inteligencia dentro de las estructuras sociales. En este caso son ellos los que verdaderamente cambian las cosas, obtienen resultados que con frecuencia escapan a los aspirantes a reformadores, con su gran espíritu de cruzada. Pero este aspecto nos llevaría demasiado lejos y, tras un largo rodeo, nos devolvería al punto de partida.

Las estructuras sociales toleran también una dosis limitada de inteligencia, espíritu crítico e innovación. Pero según la norma general, los comportamientos a los que todos deben plegarse, deben permanecer estúpidos. Si fuera de otro modo, muchos de quienes son llamados para desempeñar una función determinada deberían renunciar a ella, porque la encontrarían demasiado difícil. Si la norma fuera la improvisación, la genialidad, muy pocos estarían capacitados para hacer lo adecuado en el momento oportuno. Y la jerarquía se vendría abajo.

Alberto Olmos (Ejército enemigo)

-Ayudar, apadrinar, concienciar, manifestarse, defender, protestar, donar, reciclar, solidarizarse... Suenan bien. Seguramente el persianero, el padre de tu amigo -pensé enseguida: <<Tu novio?>> -no hace nada de eso, ni apadrina negritos ni lleva una pegatina en el coche de <<Ahorro agua>> o lo que sea. Y cuando vosotros, con perdón, hacéis proselitismo, siempre dais la impresión de situaros en un plano moral superior, de estar a la vanguardia del algo que, sin duda, es mejor que lo que tenemos, y de tener que aguantar el lastre de muchas personas que no hacen nada para mejorar el mundo. Sin embargo, ese tío arregla persianas, y el otro mete cajas de cerveza o barriles en un bar, y el otro conduce el autobús. Eso no sólo es hacer algo, sino que es hacer lo mínimo necesario para que el mundo, joder, funcione un poco. Quiénes sois vosotros para joderles con que, además de tener un trabajo socialmente deplorado, encima son unas malas personas, gente que no echa una mano a la gran causa. No nos engañemos, la solidaridad es una forma de ocio, una ficción para el puro entretenimiento de personas con mucho tiempo libre. Los jóvenes, sobre todo. Espera diez años, y verás a todos esos amigos tuyos solidarios dejar en la estacada a todos los pobres del Mundo. Como mucho, reciclarán su basura correctamente, pero en cuanto tengan una hipoteca y un par de mocosos, verás tú lo que aportan. Un clic en un baner de su periódico digital favorito, como mucho. Ayuda a Bolivia. Clic.

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¿Cuántas mujeres mueren al año en nuestro país por culpa de la violencia doméstica?
- Cien, creo. Unas cien.
_ Unas cien, sí. Bueno, ¿sabes cuántas personas se suicidan, también en un año, también en nuestro país?
- Tres mil. No conoces el dato exacto porque ese dato no se da. Porque cada suicida muere en privado y no sale en el periódico. Eso demuestra que la visión que tenemos de la realidad es sólo la visión que encontramos en los medios. Estoy seguro de que una persona que haya visto suicidarse a cuatro amigos suyos, y que no sepa nada de mujeres muertas a manos de su marido, al ser preguntado en una de esas estúpidas encuestas de <<Qué es lo que preocupa a los ciudadanos>>, dirá sin pestañear que le preocupa la violencia doméstica, pero no el suicidio. Los medios son una lectura transversal e interesada de la sociedad, un modo de unir los puntos, pero no el único modo de unir los puntos.
- Me estoy perdiendo. -Y agité el papel un poco.
- Así las cosas, la acción social empezó en algún momento a interesarse por los métodos de expandir su influencia, y la publicidad, como sabes mejor que yo, siempre ha estado interesada en encontrar ese elemento diferenciador, de distinción, que hace que se fijen más en tu anuncio que en el de otro. De repente, ser solidario se convirtió en cool, ésa es la clave, por lo que todo se volvió solidario, es decir, lo solidario se volvió superficial, se alejó del terreno íntimo para ser incorporado al simulacro...
- De modo que las acciones sociales son simulaciones -cité a Daniel.
- Ahí está la putada. Ya no se hacen las cosas para que cambie la realidad, sino para que se sepa que se hacen cosas. Es como el gobierno. El gobierno no quiere que las mujeres dejen de morir asesinadas, quiere, sobre todo, principalmente, que se sepa que está haciendo algo para para que no mueran asesinadas. La campaña social-publicitaria emite ese mensaje: nos preocupamos... pero no hacemos nada efectivo. Quien entiende que el mundo es así consigue el éxito. Mira los cantantes, los putos artistas solidarios. Ellos son el sistema, Santiago, el puto sistema, si han triunfado, como Miguel Basó, es porque sus padres eran también cantantes, porque lo tenían fácil, porque han pisado a los que tenían más talento que ellos, porque han aprovechado sus influencias y se han plegado a lo que el mercado pide. Todos disfrutan de una vida regalada, del lujo en estado puro.

Lewis Munford (El mito de la máquina)

El establecimiento de la identidad humana no es un problema moderno. El hombre tuvo que aprender a ser humano, como ha tenido que aprender a hablar, y tal paso de la animalidad a la humanidad, decisivo, aunque gradual y sin fechas, y que aún está por completar, se fue dando mediante los esfuerzos del hombre para modelarse y remodelarse a sí mismo, pues hasta que pudo establecer para sí una personalidad identificable, aunque ya no era animal, todavía no conseguía ser hombre. Tal autotransformación fue, sin duda alguna, la primera misión de la cultura humana; en efecto, todo avance cultural, aun hecho sin esta intención, es un esfuerzo para rehacer la personalidad humana. Desde el punto en que la naturaleza cesó de moldear al hombre, este emprendió (con la audacia que da la ignorancia) la improba tarea de modelarse a sí mismo.
Si Julian Huxley tiene razón, la mayoría de las posibilidades fisiológicas y anatómicas de la vida orgánica, fueron agotadas hace unos dos millones de años: <<El tamaño, la velocidad, la eficiencia sensorial y muscular, las combinaciones químicas, la regulación de la temperatura, y todo lo demás>> (a lo que hay que agregar un casi infinito número de cambios, mayores y menores), han sido modificaciones probadas tanto en el color como en la textura y la forma. Apenas eran posibles innovaciones radicales de valor práctico o significativas en el ámbito puramente orgánico, aunque siguieron produciéndose muchas mejoras, como el continuo desarrollo del sistema nervioso de los primates. El hombre abrió nuevos caminos evolutivos mediante la autoexperimentación; mucho antes de que intentara dominar su entorno físico, intentó transformarse a sí mismo.

Milan Kundera (Un encuentro)

Un amigo francés, rodeado de algunos de sus compatriotas, llegó hace mucho tiempo a Praga y me encontré de pronto en un taxi con una señora a quien, sin saber cómo darle conversación, pregunté (tontamente) qué compositor francés le gustaba más. Se me quedó grabada en la cabeza su respuesta, inmediata, espontánea, enérgica: << ¡Sobre todo, no Saint- Saëns! >>.
Estuve a punto de preguntarle: << ¿Y qué ha oído usted de él? >>. Sin duda habría contestado con un tono más indignado: <<¿De Saint-Saëns? ¡Sobre todo nada!>>. No se trataba por su parte de aversión hacia una música, sino de algo más grave: no quería que la relacionaran con un nombre inscrito en las lista negra.
Las listas negras. Eran la gran pasión de las vanguardias antes ya de la primera guerra mundial. Yo tenía entonces unos treinta y cinco años, traducía al checo la poesía de Apollinaire y en aquel momento descubrí su pequeño manifiesto de 1913, en el que éste repartía las <<mierdas>> y las <<rosas>>. ¡La mierda para Dante, Shakespeare, Tolstói, pero asímismo para Poe, Whitman y Baudelaire! La rosa para sí mismo, para Picasso y Stravinsky. Yo disfrutaba con aquel manifiesto, divertido y encantador (la rosa que Apollinaire ofrece a Apollinaire).

Vladimir Nabokov (Lolita)

La puerta del iluminado cuarto de baño estaba entreabierta; además, un esqueleto de luz llegaba de las lámparas exteriores, más allá de las persianas. Esos rayos entrecruzados mitigaban la oscuridad del dormitorio y revelaban esta situación.
Vestida con uno de sus viejos camisones, mi Lolita estaba acostada de lado, de espaldas a mí, en medio de la cama. Su cuerpo apenas velado y sus miembros desnudos formaban una zeta. Se había puesto las dos almohadas bajo la oscura cabeza despeinada; una franja de pálida luz atravesaba sus primeras vértebras.
Me pareció que me desvestía y me ponía el pijama con la misma fantástica celeridad con que realizan esas operaciones, gracias a los fundidos, en las películas. Ya había puesto mi rodilla en el borde de la cama, cuando Lolita volvió la cabeza y me miró a través de las sombras listadas.
Eso era algo que el intruso no esperaba, la treta de las píldoras (cosa bastante sórdida, entre nous soit dit) tenía por objeto producir un sueño profundo, imperturbable, para todo un regimiento... y allí estaba ella, mirándome y llamándome confusamente <<Barbara>>. Y Barbara, vestida con mi pijama -que, por cierto, le iba bastante estrecho-, permaneció inmóvil, en suspenso, sobre la pequeña sonámbula. Suavemente, con un suspiro de resignación, Dolly se volvió y recobró su posición anterior. Durante dos minutos por lo menos, igual que aquel sastre con su paracaídas casero, hace cuarenta años, a punto de arrojarse desde la torre Eiffel. Su débil respiración tenía el ritmo del sueño. Al fin me tendí en mi estrecho margen de cama, tiré con suavidad de las sábanas, hechas un lío al sur de mis pies, fríos como una piedra... y Lolita levantó la cabeza y me miró desconcertada.

Juli Zeh (El Métoto)

Cuál es la pregunta
Le retiro la confianza a una sociedad que está compuesta por personas y que, no obstante, se fundamenta en el miedo a lo humano. Le retiro la confianza a una civilización que ha traicionado al espíritu que habita en el cuerpo. Le retiro la confianza a un cuerpo que no soy yo en carne y hueso, sino la visión colectiva de lo que es un cuerpo normal. Le retiro la confianza a una normalidad que se define a sí misma como salud. Le retiro la confianza a una salud que se define a sí misma como normalidad. Le retiro la confianza a un sistema de gobierno que se sustenta en círculos viciosos. Le retiro la confianza a una seguridad que pretender ser la última respuesta posible sin desvelar cuál es la pregunta. Le retiro la confianza a una filosofía que estima que el análisis de problemas existenciales ya está concluido. Le retiro la confianza a una moral que es demasiado perezosa para ocuparse de la paradoja del bien y del mal, y prefiere atenerse a un <<funcionar>> o no <<funcionar>>. Le retiro la confianza a un sistema legal que debe su éxito a un control total de los ciudadanos. Le retiro la confianza a un pueblo que cree que una radioscopia total perjudica solo a quien tiene algo que ocultar. Le retiro la confianza a un MÉTODO que prefiere creer al ADN de una persona antes que a sus palabras. Le retiro la confianza al bien general, porque considera la individualidad como un factor financiero incosteable. Le retiro la confianza al bien particular en tanto que no es más que una variación del mínimo común denominador. Le retiro la confianza a una política que basa su popularidad únicamente en la promesa de una vida libre de peligros. Le retiro la confianza a un amor que se tiene por el producto de un proceso de optimación inmunitaria. Le retiro la confianza a los padres que llaman <<peligro de caídas>> a una casa en un árbol y <<riesgo de contagio>> a un animal doméstico. Le retiro la confianza a un Estado que sabe mejor que yo misma lo es que bueno para mí. Le retiro la confianza al idiota que ha desmontado ese cartel que estaba a la entrada de nuestro mundo y que decía: <<¡Cuidado! La vida puede conducir a la muerte>>.
Me retiro la confianza a mí misma, porque mi hermano tuvo que morir para que yo comprendiera qué significa estar vivo.

Cesare Beccaria (De los delitos y de las penas)

Capítulo 28. De la pena de muerte
No es útil la pena de muerte por el ejemplo que da a los hombres de atrocidad. Si las pasiones o las necesidades de la guerra han enseñado a derramar la sangre humana, las leyes, moderadoras de la conducta de los mismos hombres, no debieran aumentar este fiero documento, tanto más funesto cuanto la muerte legal se da con estudio y pausada formalidad. Parece un absurdo que las leyes, esto es, la expresión de la voluntad pública, que detestan y castigan el homicidio, lo cometan ellas mismas, y para separar a los ciudadanos del intento de asesinar ordenen un público asesinato. ¿Cuáles son las verdaderas y más útiles leyes? Aquellos pactos y aquellas condiciones que todos querrían observar y proponer mientras calla la voz (siempre escuchada) del interés privado o se combina con la del público. ¿Cuáles son los sentimientos de cada particular sobre la pena de muerte? Leámoslo en los actos de indignación y desprecio con que miran al verdugo, que en realidad no es más que un inocente ejecutor de la voluntad pública, un buen ciudadano, que contribuye al bien de todos, instrumento necesario a la seguridad pública interior, como para el exterior son los valerosos soldados. ¿Cuál, pues, es el origen de esta contracción? ¿Y por qué es indeleble en los hombres este sentimiento, en desprecio de la razón? Porque en lo más secreto de sus ánimos, parte que, sobre toda otra, conservan aún la forma original de la antigua naturaleza, han creído siempre que nadie tiene potestad sobre la vida propia, a excepción de la necesidad que con su cetro de hierro rige el universo.
¿Qué deben pensar los hombres al ver a los sabios magistrados y graves sacerdotes de la justicia, que con indiferente tranquilidad hacen arrastrar a un reo a la muerte con lento aparato; y mientras este miserable se estremece en las últimas angustias, esperando el golpe fatal, pasa el juez con insensible frialdad ( y acaso con secreta complacencia de la autoridad propia) a gustar las comodidades y placeres de la vida?

Juan Manuel de Prada (Lágrimas en la lluvia) Cine y literatura


Habría que empezar a desacreditar el concepto quimérico de <<originalidad>>, impuesto por los románticos (que, con frecuencia, lo confundían con sus delirios y extravagancias) y consagrado histéricamente en esta modernidad nuestra, tan desquiciada y mesiánica, en la que aún creemos que se puede ser novedoso, como si los grandes asuntos y formas del arte no estuvieran ya todos inventados. La única originalidad posible no consiste en la invención de nuevos elementos literarios, sino en la infrecuente combinación de los ya existentes, de tal modo que el escritor halle un vehículo de expresión propio. No bede extrañarnos, pues, que los escritores más intrínsecamente originales, aquéllos que han sabido transmitir a su obra la fisonomía de un genio, hayan recurrido sin rebozo a los maestros que los precedieron, incurriendo en la adaptación, en la ofrenda imitativa, incluso en el plagio. Virgilio, cuyos hexámetros de riguroso mármol luego serían copiados hasta la saciedad, no tuvo reparos en asimilar las enseñanzas de Teócrito en sus Bucólicas, como tampoco en traducir cientos de pasajes de las epopeyas homéricas en su inmarcesible Eneida. Cualquier lector curioso que coteje la Ilíada y la máxima creación virgiliana se tropezará con epítetos y descripciones y aun parlamentos casi exactos: el discuso en el que Turno implora piedad a Eneas, por ejemplo, constituye un plagio sin ambages del que Homero pone en labios de Héctor, en un intento infructuoso de aplacar la cólera de Aquiles. Cuando los maldicientes le recordaban estas apropiaciones, Virgilio los despachaba con un desdeñoso: <<De stercore Enni>>. ¿Y qué podemos decir de Horacio? Sus débitos con Píndalo no empalidecen la vehemencia y concisión y vivacidad de un estilo, como tampoco envilecen a Catulo sus plagios obcecados de Anacreonte.


Mantak Chia & Douglas Abrams (El hombre multiorgásmico) Cómo experimentar orgasmos múltiples e incrementar espectacularmente la capacidad sexual.

El monte de venus
Descendiendo por el vientre femenino lo primero que encontramos es el monte de Venus. Venus, por supuesto, era la diosa del amor. El monte es la capa de piel almohadillada y cubierta de pelo que recubre el hueso púbico. Cuando eras adolescente, probablemente sentiste esta parte del cuerpo de tu novia al bailar muy pegado a ella. El monte está junto encima de el clítoris; para algunas mujeres esta área es sensible al contacto y a la presión, pero otras prefieren centrarse más abajo.

El punto G y otros puntos sensibles
Tal vez hayas oído hablar de un punto en la vagina de las mujeres que cuando es estimulado puede volverlas locas. Este punto suele ser denominado punto G y recibe su nombre del médico Arnest Gräfenberg, que lo describió por primera vez en 1950. A pesar de no ser nueva, la idea del punto G sigue levantando cierta controversia porque algunas mujeres lo localizan y otras no. La teoría más habitual es que en él se reúnen las glándulas, conductos , vasos sanguíneos y terminaciones nerviosas que rodean la uretra femenina.
¿Y dónde está exactamente? La mayoría de las mujeres que afirman haber encontrado el punto G lo localizan de tres a cuatro centímetros a partir de la apertura de la vagina en la parte superior de la pared anterior, justo detrás del hueso púbico. (Pero algunas mujeres lo encuentran más atrás). Si miras hacia la vagina de tu pareja e imaginas un reloj en el que el clítoris está a las doce en punto, el punto G se encuentra habitualmente en algún lugar entre las once y la una.

Raymond Aron (El opio de los intelectuales)


El mito de la izquierda

¿Tiene todavía sentido la alternativa entre la derecha y la izquierda? Quienquiera plantee esta cuestión, se hace de inmediato sospechoso. ¿No ha escrito Alain: <<Cuando me preguntan si aún tiene sentido la separación entre partidos de derecha y de izquierda, entre hombres de derecha y hombres de izquierda, lo primero que pienso es que quien me pregunta tal cosa no es, por ciento, un hombre de izquierda>>? Esta censura no nos detendrá, pues revelaría más bien la adhesión a un perjuicio que una convicción fundada en la razón.

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¿Fin de la edad ideológica?

No nos corresponde a quienes no pertenecemos a ninguna Iglesia sugerir una elección a los creyentes, pero sí nos incumbe a nosotros, incorregibles liberales que continuaríamos mañana la lucha contra el clericalismo, luchar hoy contra el totalitarismo de que son víctimas tanto las Iglesias como las comunidades de la ciencia o del arte. No solo denunciamos la violencia que se hace a una fe que no compartimos, sino que denunciamos una violencia que a todos los alcanza. El Estado que impone una interpretación ortodoxa de los acontecimientos cotidianos nos impone también una interpretación del devenir global y, finalmente, del sentido de la aventura humana. Quiere subordinar a su pseudoverdad las obras del espíritu, las actividades de los grupos. Defendiendo la libertad de prédica, el incrédulo defiende su propia libertad.
Lo que, en esencia, diferencia a Occidente del universo soviético es que el uno se reconoce dividido y el otro <<politiza>> la existencia entera. La pluralidad menos importante, aunque con mayor frecuencia citada, es la de los partidos. Esta pluralidad no deja de tener inconvenientes, mantiene en la ciudad una atmósfera de querellas, confunde el sentido de las necesidades comunes, compromete la amistad de los ciudadanos. Se la tolera, pese a todo, como un medio, como un símbolo de valores irremplazables, medio de limitar al arbitrio del Poder y de asegurar una expresión legal al descontento, símbolo del laicismo del Estado y de la autonomía de espíritu que crea, interroga u ora.
Los occidentales, sobre todos los intelectuales, sufren por la dispersión de su universo. El estallido y la oscuridad de la lengua poética, la abstracción de la pintura, aíslan a los poetas del gran público al que afectan desdeñar, del pueblo para el cual, en el fondo de sí, creen obrar.
Físicos o matemáticos, en los últimos límites de la exploración, pertenecen a una estrecha comunidad, que arranca la energía del átomo, pero no arranca de los hombres políticos recelosos, de la prensa ávida de sensación, de los demagogos antiintelectualistas ni de los policías, la libertad de sus opiniones y de sus amistades. Amos de partículas nucleares y esclavos de la obsesión del espionaje, los sabios tienen la sensación de perder todo control sobre sus descubrimientos en cuanto transmiten su secreto a los generales y a los ministros. El especialista solo conoce una estrecha provincia del saber; la ciencia actual dejaría al espíritu que la poseyera por entero tan ignorante de las respuestas a las preguntas últimas como el niño que recién despierta a la conciencia. El astrónomo prevé el eclipse de sol con una precisión sin falla; pero ni el economista ni el sociólogo saben si la humanidad va hacía el Apocalipsis atómico o hacía la gran paz. La ideología aporta quizás el sentimiento ilusorio de la comunión con el pueblo, de una empresa regida por una idea y por una voluntad.

Vicente Verdú (La ausencia)


Los políticos de la llamada <<democracia representativa>> son ya como llagas de un organismo al que solamente le falta un paso más para ingresar en la unidad de quemados.
Nadie, en fin, en sus cabales sería capaz de esperar nada interesante e innovador de los partidos de hoy, que ya en la misma apariencia de sus líderes manifiestan su pertenencia a una rancia y desteñida grey. Moda revenida en el estilo de sus lenguajes, en el contenido de sus ideologías o en la palabrería de sus arengas, detalles de un pensamiento intelectual, cuando parece existir, incapaz de hacerse cargo del actual estilo del mundo.
Así que apenas hay nada más fantasmal en nuestro días que ese grotesco desajuste entre la sociedad del siglo XXI y su sistema político envejecido.
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Hay música para bailar, música para amar, música para recordar, según se proclama en las emisoras de radio. Falta además enumerar la especie destinada a no estar. No estar ante los demás. Y no ya aislándose a la manera de encerrarse en una habitación, sino música para recibir, como una inoculación auricular, la anulación de lo real o obtener el efecto de no sentir siquiera al yo, disuelto en la melodía. No sentir el latoso yo del famoso jugador de fútbol, por ejemplo, y anularse en la completa turbación del oído, tal com parece que le ocurre a los futbolistas cuando bajan del autocar.
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La pérdida del placer, por súbita que sea, se registra como un regreso a la común realidad, pero la ausencia repentina del insufrible dolor dibuja una ausencia primordial, tal como si su retirada abriera un solar de vida y muerte soleadas. Una existencia, en fin, tan soportable (o <<nadable>>) como la nada. Tras la desaparición del dolor, en suma, nace un vacío ahora sin habla, sin reflexión, sin mente, que nos deja anestesiados y abandonados en la inocencia. Tan puros que el efecto se asemeja al de haber sido expurgados de todo lazo con los detritus de la vida, felizmente muertos o recién nacidos en un océano sin dimensión.


Alain Touraine (Después de la crisis) Por un futuro sin marginación


La contradicción, tan a menudo mencionada, entre un economicismo puro y duro y la preocupación de los ecologistas por salvar la vida en el planeta se debe considerar análoga a la que oponía a los dueños de las empresas y a los obreros en la sociedad industrial. Por tanto, quienes exigen (todavía) la abolición de la economía capitalista harían mejor en trabajar por la reconstrucción de una sociedad de producción capitalista, ya que tal sociedad no puede existir sin que los defensores de los asalariados limiten el poder de los actores económicos y financieros. Porque, como he dicho, el aspecto más grave del declive del capitalismo es precisamente, la debilidad creciente de los actores socioeconómicos y del Estado intervencionista. Ampliemos aún más la perspectiva. De pronto, hemos descubierto hasta qué punto nos habíamos distanciado de los problemas de la producción y privado de las ventajas del capitalismo derivado de los grandes descubrimientos tecnológicos y científicos que permiten a muchos vivir más tiempo y proteger a quines han sido expulsados de la vida social activa. Esta sociedad, viva, creadora, atravesada por tensiones y conflictos, se ha vuelto casi irreal; es tan espesa la cortina de humo de las mentiras y los secretos que nos ha cerrado en el mundo de lo inmediato. En este mundo, el ser humano se ha vuelto incapaz de ser lo que querría ser, y de defender sus derechos fundamentales.

Conclusiones

El libro que acabáis e leer nos da una imagen de la crisis actual, desde luego menos dramática que la de 1929, pero más inquietante e incluso más difícil de superar. Porque los efectos de esta crisis se ve multiplicados por los efectos de la globalización económica y financiera, que destruye todos los vínculos entre la economía y la sociedad. Ya no hay una posible solución <<interna>> a la crisis. Ésta ya no puede ser superada mediante reformas y un mejor control de las operaciones financieras. Sólo percibo dos salidas posibles a la crisis: una, catastrófica, al menos en Europa; y la otra, la creación de una nueva vida social, basada ya no en una redistribución de la renta nacional, sino en la consolidación de la defensa de los derechos universales del hombre como única arma posible contra el aparente triunfo de la economía globalizada. Esta formulación, que parece responder únicamente al intelecto, debe entenderse al pie de la letra. Es necesario reconstruir todas las instituciones sociales y ponerlas al servicio de la subjetivación de los acores y del salvamento de la Tierra, y ya no del beneficio. A nadie se la escapa que la dificultad es inmensa y el fracaso, muy probable, pero también que las categorias que estoy empleando indican la única solución positiva a una crisis que va más allá del funcionamiento de la economía, ya que se produce en un mundo en el que todos los vínculos entre la economía y la sociedad han sido rotos por la globalización de la economía, sobre la cual ya nadie consigue ejercer un control.Esta última frase lleva en sí misma la conclusión de este estudio. Porque las más importantes transformaciones a largo plazo de la vida económica y social es la sustitución de los conflictos entre los actores sociales (que se pueden llamar <<clases>>) por un debate entre el sistema económico, sobre todo cuando está guiado por objetivos puramente financieros, y los actores que se oponen al dominio del dinero en nombre de principios más morales que sociales (como el derecho de todos a la vida, a la seguridad y a la libertad), que deben ser salvaguardados o redescubiertos.


Richard Sennett (La cultura del nuevo capitalismo)

LA PASIÓN QUE SE AUTOCONSUME
En el siglo XX se propusieron dos explicaciones de la pasión que se antoconsume, ninguna de las dos plenamente satisfactorias. Una fue la del <<motor de la moda>>, lo que significa que la publicidad y los medios de comunicación enseñaban a moldear los deseos de tal manera que la gente se sienta insatisfecha con lo que tiene; éste fue el punto de vista que propuso Vance Packard en su estudio de mediados de siglo titulado Los persuasores ocultos, que tanta influencia ejerció. En este caso, el mal es la mercadotecnia. La otra explicación fue la de la <<obsolescencia planificada>>, que sostenía que se producían bienes para para que no duraran., con el fin de que el público tuviera que comprar otros nuevos. Los datos en que se inspiraba esta explicación correspondían a la industria automotriz y a la industria textil en Estados Unidos, cuyos coches estaban tan mal soldados y sus ropas tan mal cosidas, que en dos o tres años eran desechos. En este caso, el mal es la producción.
Aunque los dos puntos de vista tienen sus méritos, ambos otorgan al consumidor un papel pasivo: el de mero juguete de la publicidad o el prisionero de los desechos. Sin embargo, los cambios en el trabajo y la búsqueda de talento muestran que los individuos pueden estar implicados de un modo más activo en la pasión que se autoconsume.
El cambio en las burocracias del trabajo que se ha explorado en el primer capítulo muestra la fragilidad de la posesión que una persona tiene de una plaza en su institución puntera. El trabajo no es una posesión ni tiene un contenido preciso, sino que se convierte en una posición dentro de una red en constante transformación. Un nudo en la red -palabra curiosamente exenta de contenido que se emplea en el lenguaje de la dirección empresarial- es otra cosa que una oficina en el sentido de Max Weber. La gente puede competir ferozmente por una posición en la corporación, pero no para hacerse con un lugar como fin a sí mismo. Como se ha tratado de dejar claro en el primer capítulo, esta experiencia implica más que la simple ambición que lleva a un sujeto a no estar nunca satisfecho con lo que tiene. Cuando las instituciones están ellas mismas sometidas a continua reinvención, las identidades laborales también se gastan, se agotan.
Gran parte de la reestructuración de las corporaciones se asemeja en su naturaleza a una pasión que se autoconsume en el trabajo, sobre todo en la persecuión de las probables <<sinergias>>; cuando las empresas se fusionan. Una vez consumado el matrimonio y efectuado el recorte de personal, la persecución de la sinergia se debilita. Éste fue el caso, por ejemplo, en la fusión de Time Warner y AOL a finales de los años noventa del siglo XX, deseo que se desvaneció en cuanto fue posible hacerlo realidad.


Michel Winock (El siglo de los intelectuales)

La traición de los intelectuales
¿Qué es un intelectual? Es un letrado, un artista, un científico, que no se fija como objetivo inmediato un resultado práctico. Dedicado al culto al arte y al pensamiento puro, pone su felicidad a un goce primero espiritual <<dieciéndose de alguna manera: mi reino no es de este mundo>>. Coloca su razón por encima de las pasiones que animan a la muchedumbre: familia, raza, patria, clase. El intelectual es un adalid de lo eterno, de la verdad universal. Pero según nos advierte Benda, se observa una tendencia general de la inteligencia contemporánea a perder de vista los valores desinteresados y abrazar las disputas contingentes.
La traición de los intelectuales no consiste en comprometerse en una acción pública (y Benda alaba a Voltaire en el caso Calas, y a Zola en el caso Dreyfus), sino en subordinar la inteligencia a unas posturas dadas. Según Benda, los intelectuales de antaño se desprendían de la política por el apego que tenían a una actividad desinteresada (Vinci, Malebranche, Goethe...) o bien predicaban, con los nombres de humanidad o de justicia, en favor de un principio abstracto, superior y directamente opuesto a las pasiones políticas (Erasmo, Kant, Renan...)
En verdad, <<la acción de los intelectuales seguía siendo sobre todo teórica; no han impedido a los laicos que llenasen toda la historia con el ruido de sus odios y sus matanzas; pero les han impedido tener la religión de esos movimientos, creerse grandes trabajando para perfeccionarlos. Gracias a ellos se puede decir que durante 2.ooo años, la humanidad hacía el mal, pero honraba el bien. Esa contradicción era el honor de la especie humana, y constituía la fisura por donde podía introducirse la civilización>>.
Pero Benda observaba un cambio capital en sus contemporáneos. Los intelectuales se ponían al servicio de las pasiones políticas, se habían convertido en <<intelectuales de salón>>: <<Nuestro siglo -decía- habrá sido propiamente el siglo de la organización intelectual de los odios políticos. Será uno de sos grandes títulos en la historia moral de la humanidad>>.
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Los intelectuales y los poderes (1973)
Manifiesto donde se sostiene que la cultura de las ilusiones asegura quizá la tranquilidad de los dirigentes, pero desde luego no la calidad de los militantes.

3 No existen libertades <<formales>> que puedan suprimirse, ya sea <<provisionalmente>> o en nombre de libertades <<reales>> o <<futuras>>, sin inmensos peligros. Cierto, la historia de la humanidad no se confunde con la de las libertades. Puede proseguir sin las libertades; de hecho, sin ellas se ha desarrollado a lo largo de espacios y tiempos inmensos. Pero que las libertades conquistadas y los derecho adquiridos sean una parte de la herencia establecida por la transformación feudal, y después capitalista, en un sector de Occidente, y que puedan, mañana como hoy, servir de coartada a las clases dirigentes, no debe conducirnos a despreciarlas. Por el contrario, hay que extenderlas hasta que ya no sean el privilegio de algunos.

5 Sea cual sea la parte del mundo donde se encuentren, el campo en que uno esté comprometido, decir la verdad (decir, al menos, lo que uno humildemente cree que es la verdad) es la tarea principal del intelectual. Debe hacerlo sin orgullo mesiático, independientemente de todos los poderes y, si es necesario, contra ellos, sea cual sea el nombre que éstos se den (independientemente de las modas, los conformismo, las demagogias). No hay momento en que el intelectual esté justificando para pasar de la crítica a la apologética. No hay César individual o colectivo que merezca la adhesión de todos. El ideal de una sociedad justa no es el de una sociedad sin conflicto (no hay fin de la historia), sino de una sociedad donde aquellos que contestan pueden, a su vez, cuando llegan al poder, ser contestados; de una sociedad donde la crítica sea libre y soberana, y la apologética inútil.
Apelamos a todos aquellos que estén de acuerdo con todo lo que precede a firmar este manifiesto con nosotros.
Le Monde, 4 de julio de 1973

Jean-Paul Sartre (La náusea)


La existencia no es algo que se deje pensar de lejos: es preciso que nos invada bruscamente, que se detenga sobre nosotros, que pese sobre nuestro corazón tanto como una gran bestia inmóvil. Si no, no hay absolutamente nada.
Ya no había absolutamente nada, tenía los ojos vacíos, y estaba encantado con mi liberación. Y de golpe, aquello empezó a agitarse delante de mis ojos, con movimientos ligeros e inciertos: el viento sacudía la copa del árbol.
No me disgustaba ver algo en movimiento; me apartaba de todas aquellas existencias inmóviles que me miraban con ojos fijos. Me decía, siguiendo el balanceo de las ramas: los movimientos nunca existen del todo, son pasos, intermedios entre dos existencias, tiempos débiles. Me disponía a verlos salir de la nada, madurar progresivamente, abrirse: por fin iba a sorprender existencias a punto de nacer.

August Strindberg (Pequeño catecismo para la clase baja y otros ensayos)

Sobre el descontento general, sus causas y remedios
De todas las grandes cuestiones que tenemos en el orden del día, los obreros piensan que la suya es la única que puede solucionar la cuestión social general, los campesinos la suya, la mujer la suya, los criados la suya y sin embargo todas esas cuestiones sólo pueden solucionarse en conexión con todas las otras. Yo no pertenezco a ningún partido político, no tengo pasiones de partido que me cieguen, pero creo que por haber estado dentro de todas las clases, desde criado (como preceptor) hasta funcionario, he podido ver las cosas desde un buen número de puntos de vista, luego en los libros he verificado y precisado mi juicio, y finalmente en soledad he tratado de ordenar lo que he vivido y aprendido. Cuando salgo pues a opinar sobre la sociedad no es porque me considere completamente competente para ello, sino porque me considero tan competente como los que tienen fama de serlo, y además lo hago como un deber, pesado pero obligado.

Todo por la patria
Aprender insensibilidad para los propios sufrimientos conlleva el inconveniente de que uno se hace insensible para los de los demás y eso se llama primero brutalidad y luego crueldad.
Si se aprende a sufrir en silencio las injusticias, uno se convierte en un insensible, y obedecer ciegamente forma esclavos o tiranos.

La Academia sueca y el premio Nobel
Finalmente un par de palabras sobre mi relación personal con la Academia.
Como claramente se desprende de mi obra literaria, nunca he ambicionado ser académico; hasta he manifestado abiertamente mi desprecio por dicho instituto. Lo que desprecio no puede despertar mi envidia; por eso rechazo la acusación que se me ha lanzado de que me he sentido marginado en la última elección de miembros. Y aprovecho la ocasión para informar a mis amigos de la prensa que han mencionado mi nombre entre los candidatos a la Academia que nuncá aceptaré un puesto entre los Dieciocho, suponiendo que se me ofreciese, lo que considero impensable, pues supongo que la Academia seguirá igual de fiel a su tradicional gusto literario yo el mío.
¡El que me aprecie, que me siga!

Albert Camus (El hombre rebelde)


Desde el romanticismo la tarea del artista no consistirá solamente en crear un mundo, ni en exaltar la belleza por sí sola, sino también en definir una actitud. El artista se convierte entonces en modelo, se propone como ejemplo: el arte es su moral. Con él comienza la época de los directores de conciencias. Cuando los petimetres no se matan o no se vuelven locos, hace carrera y se asientan con vistas a la posteridad. Hasta cuando gritan, como Vigny, que van a callarse, su silencio es ruidoso.
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Existen, al parecer, los rebeldes que quieren morir y los que quieren hacer morir. Pero son los mismos, quemados por el deseo de la verdadera vida, privados del ser y que prefieren entonces la injusticia generalizada a una justicia mutilada. En ese grado de indignación la razón se convierte en furor. Si bien es cierto que la rebelión instintiva del corazón humano avanza poco a poco, a los largo de los siglos, hacía su mayor conciencia, ha crecido también, como hemos visto, en audacia ciega, hasta el momento desmesurado en que ha decidido responder al asesinato universal con el asesinato metafísico.
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Cuando se está seguro de que el mañana, dentro del orden mismo del mundo, será mejor que el hoy, es posible divertirse en paz. El progreso, paradójicamente, puede servir para justificar el espíritu conservador. Como una letra de confianza sobre el porvenir, autoriza así la buena conciencia del amo. Al esclavo, a aquellos cuyo presente es miserable y no hallan consuelo en el cielo, se les asegura que el futuro, por los menos, les pertenece. El porvenir es la única clase de propiedad que los amos conceden de buen grado a los esclavos.
Estas reflexiones no son, como se ve, inactuales.
Pero no son inactuales porque el espíritu revolucionario ha retomado este tema ambiguo y cómodo del progreso. Ciertamente, no se trata de la misma clase de progreso; Marx no deja de burlarse del obtimismo racional del burgués, Su razón, según veremos, es diferente. Pero la marcha difícil hacia un porvenir reconciliado define, no obstante, el pensamiento de Marx. Hegel y el marxismo han destruído los valores formales que iluminaban para los jacobinos el camino directo de esta historia feliz. Sin embargo, han conservado la idea de esa marcha hacia adelante, confundida simplemente por ellos con el progreso social y afirmada como necesaria. Continúan así el pensamiento burgués del siglo XIX.

Michel Foucault (Historia de la sexualidad) 1. La voluntad de saber


Veamos algunos ejemplos. En el siglo XIII, una de las grandes novedades es las técnicas de poder fue la aparición, como problema económico y político, de la "población": la población-riqueza, la población mano de obra o capacidad de trabajo, la población en equilibrio entre su propio crecimiento y los recursos de los que dispone. Los gobiernos advierten que no tienen que vérselas con individuos simplemente, ni siquiera con un "pueblo", sino con una población y sus fenómenos específicos, sus variables propias: natalidad, morbilidad, duración de la vida, fecundidad, estado de salud, frecuencia de enfermedades, formas de alimentación y hábitat. Todas esas variables se hallan en la encrucijada de los movimientos propios de la vida y de los efectos particulares de las instituciones: "Los Estados no se pueblan según la progresión natural de la propagación, sino en razón de su industria, de sus producciones y de las distintas instituciones... Los hombres se multiplican como las producciones del suelo y en proporción con las ventajas y recursos que encuentran en sus trabajos". En el corazón de este problema económico y político de la población se encuentra el sexo: hay que analizar la tasa de natalidad, la edad del matrimonio, los nacimientos legítimos e ilegítimos, la precocidad y la frecuencia de las relaciones sexuales, las maneras de tornarlas fecundas o estériles, el efecto del celibato o de las prohibiciones, la incidencia de las practicas anticonceptivas -esos famosos "secretos funestos", que según saben los demógrafos, en vísperas de la Revolución, son ya corrientes en el campo-. Es cierto, hacía mucho tiempo que se afirmaba que un país debía estar poblado si quería ser rico y poderosos, pero es la primera vez que, al menos de una manera constante, una sociedad afirma que su futuro y su fortuna están ligados no sólo al número y virtud de sus ciudadanos, no sólo a las reglas de sus matrimonios y a la organización de las familias, sino también a la manera en que cada cual hace uso de su sexo. Se pasa de la desolación ritual acerca del desenfreno sin fruto de los ricos, los célibes y los libertinos a un discurso en el cual la conducta sexual de la población es tomada como objeto de análisis y, a la vez, blanco de intervención; se pasa de las tesis masivamente poblacionista de la época mercantil a tentativas de regulación más finas y mejor calculadas, que oscilan, según los objetivos y las urgencias, hacía una dirección natalista o antinatalista. A través de la economía política de la población se forma toda una red de observaciones sobre el sexo. Nace el análisis de las conductas sexuales, de sus determinaciones y efectos, en el límite entre lo biológico y lo económico. También aparecen en esas campañas sistemáticas que, más allá de los medios tradicionales, -exhortaciones morales y religiosas, medidas fiscales- tratan de convertir el comportamiento sexual de las parejas en una conducta económica y política concertada. Los racismos del siglo XIX y XX encontrarán ahí algunos de sus puntos de anclaje. Que el Estado sepa lo que sucede con el sexo de los ciudadanos y el uso que le dan, pero que cada cual, también, sea capaz de controlar esa función. Entre el Estado y el individuo, el sexo se ha convertido en una apuesta, y una apuesta pública, investida por toda una trama de discursos, saberes. análisis y conminaciones.


Zygmund Bauman (44 cartas desde el mundo líquido)


Padres e hijos
Foucault sugiere que, en esa perpetua campaña por reforzar el papel parental y su efecto disciplinario, <<el "vicio" del hijo no es tanto un enemigo como un apoyo >>: << Allá donde existía el riesgo de que manifestara [ese vicio], se instalaron dispositivos de vigilancia, se establecieron trampas para forzar la confesión>>. Los cuartos de baño y los dormitorios estaban estigmatizados como los espacios de mayor peligro, los campos más fértiles para las inclinaciones sexuales malsanas de los hijos, y, por lo tanto, eran los espacios sometidos a una implacable supervisión, así como a una constante presencia parental vigilante y entrometida.
En nuestros tiempos de modernidad líquida, la masturbación ha sido absuelta de sus presuntos pecados, al tiempo que el miedo a la masturbación ha dado paso al miedo al <<abuso sexual>>. La amenaza oculta, la causa del nuevo pánico, ya no radica en la sexualidad de los hijos, sino en la de los padres. El cuarto de baño y el dormitorio se consideran, como antes, antros de vicio y perdición, pero ahora son los padres (y los adultos en general, todos ellos sospechosos de ser potenciales abusadores de niños) los acusados como portadores del mal. Ya sea de forma declarado y manifiesta, o latente y tácita, los fines perseguidos por la guerra declarada contra los <<malos>> recientemente descubiertos son una disminución del control parental, el rechazo de la ubicua y pertinaz presencia de los padres en la vida de sus hijos, así como el establecimiento de una distancia entre los <<mayores>> y los <<jóvenes>>, no sólo en el seno de la familia, sino también en el círculo de amigos.

¿Qué ha sido de la élite cultural?
Como corresponde a una sociedad de consumidores como la nuestra, la cultura hoy consiste en ofertas, no en normas. Según apuntaba Bourdieu, la cultura vive de la seducción, no de la regulación normativa -de las relaciones públicas, no de la supervisión-, creando necesidades, deseos, anhelos y caprichos, no coacción. Esta sociedad nuestra es una sociedad de consumidores, y, al igual que el resto del mundo tal como lo ven y los viven los consumidores, la cultura se convierte en un almacén de productos, concebidos para el consumo, que compite por la atención flotante, cambiante y desnortada de los potenciales consumidores, con la esperanza de atraerla y retenerla durante algo más que un instante fugaz. Abandonando los rígidos estándares, consistiendo la falta de discriminación, atendiendo a todos los gustos, sin favorecer ninguno, fomentando la irregularidad y la <<flexibilidad>> (el nombre politicamente correcto de la pusilanimidad) e idealizando la inestabilidad y la inconsistencia, todos estos productos definen conjuntamente la estrategia adecuada (¿la única razonable?, ¿la única viable? que se debe seguir. No se recomienda la exigencia, el ceño, la compostura.

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La cultura moderna líquida no tiene ningún <<pueblo>> al que pueda <<cultivar>>. Lo que sí tiene son clientes a los que puede seducir. Y a diferencia de su predecesor <<moderno sólido>>, ya no desea perfeccionarse hasta llegar a ser superflua algún día, sino que pretende alcanzar este estado lo antes posible. Su cometido ahora consiste en logar su supervivencia permanentemente, al tiempo que convierte en temporales todos los aspectos de la vida de sus antiguos custodios y potenciales conversos, ahora renacidos como clientes.

Albert Camus. O: Me rebelo, luego existo...
Hace varios años un entrevistador me pidió que resumiera <<mis preocupaciones en un párrafo>>. No encontré un modo mejor de sintetizar la finalidad del afán del sociólogo que explorar y registrar los intrincados senderos de la experiencia humana que una frase de Camus: <<Está la belleza y están los humillados. Por difícil que sea la empresa, quisiera no ser nunca infiel ni a los segundos y a la primera>>. Más de un escritor de recetas para la felicidad popular, radical y seguro de sí mismo, censuraría esa profesión de fe como reprobable invitación a las barricadas. Sin embargo, Camus ha demostrado -que <<tomar partido>> y sacrificar una de las dos tareas a fin de satisfacer mejor (en apariencia) la otra inevitablemente va en detrimento de la consecución de las dos.

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El enlace de aceptación y rebelión, de interés y preocupación por la belleza e interés y preocupación por los miserables, protege el proyecto de Camus en ambos frentes: contra la resignación cargada de impulsos suicidas, y contra una seguridad de indiferencia ante el coste humano de la revuelta. Camus nos dice que la revuelta, la revolución y la lucha por la libertad son aspectos inevitables de la existencia humana, pero que debemos establecer y respetar sus límites para evitar que tales búsquedas admirables acaben en tiranía.
¿Realmete hace cincuenta años que murió Camus?

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