Manuel Calvo (Filosofía para la era digital)

EL FIN DE NUESTRO MODELO DE SOCIEDAD, EL COMIENZO DE UNA NUEVA ERA SOCIAL

«En realidad entramos en un nuevo periodo de la historia en el que las máquinas sustituyen, cada vez más, a los seres humanos en los procesos de fabricación, de venta, de creación y suministro de servicios (...) La idea de una sociedad no basada en el trabajo resulta tan extraña respecto a cualquier idea que podamos tener sobre la forma de organizar a muchas personas en un todo social  armónica, que nos vemos enfrentados a la perspectiva de tener que replantearnos las bases mismas del contrato social comúnmente aceptadas»  
Rifkin

Para comprender el mundo al que nos dirigimos tenemos que hacer un esfuerzo muy grande de imaginación. El propio Rifkin en 2004 imaginaba que las máquinas sustituirían al ser humano en el siglo XXII. Decía: «Es posible imaginar en el siglo XXII una tecnología inteligente que sustituya gran parte de la mano de obra humana en el ámbito comercial (...)». Fijémonos bien: ¡el siglo XXII! ¡Y Cordeiro vaticina que seremos inmortales en menos de cuarenta años! ¿Piensa Cordeiro en un ser humano inmortal pero trabajando cada mañana en la oficina? Eso no es el paraíso, eso es el infierno. ¿No creen? Por supuesto que sí.

En realidad, no sé si en cuarenta, o en cien años, el ser humano habrá adquirido tales cualidades biotecnológicas que con total seguridad su vida ya no será ni la sombra de las vidas que llevamos los mortales en la actualidad. Por supuesto, si va a ser posible volcar nuestra mente en un soporte inmortal o si podremos conservar el cuerpo biológico indefinidamente con implantes tecnológicos que nos conviertan en trashumamos, seguro que también esa era transhumana será una era postlaboral  (¿o quizá deberíamos denominar translaboral?) Y esto no puede tardar mucho en hacerse realidad si el ritmo de desarrollo sigue al nivel de las últimas décadas.

De modo que seamos más imaginativos que Rifki y acerquémonos al optimismo de Cordeiro. Pero nosotros los haremos en el plano económico y social. Imaginemos un mundo sin empleo. ¿Qué será del dinero? ¿Qué será del comercio? ¿Y de la propiedad privada? ¿Dónde quedará, por tanto, el capitalismo que es, al cabo, quien ha permitido este desarrollo exponencial de nuestras capacidades tecnológicas. 

[...] Por tanto, si no existe el dinero, tampoco sería razonable que existiera la propiedad privada (no, al menos, más allá de la propiedad de una casa o de la vestimenta necesaria, por ejemplo), ya que poseer empresas o tierras no repercutirá en nada mejor para la propia vida que el no tenerlas. Todos los productos, realizados por máquinas, serán (en este supuesto futuro) para todos los seres humanos de forma gratuita, o sea, sin tener que trabajar. Veríamos así que el propio egoísmo de los empresarios que, por querer aumentar sus beneficios y disminuir sus gastos, tecnificaron sus empresas hasta el límite de prescindir de la mano de obra humana, el propio egoísmo, decimos, les llevará a la situación totalmente opuesta: la anulación de la economía de mercado. 

[...] Si se rompiese el paradigma trabajo-dinero, nuestro concepto de la vida y la convivencia social darían un vuelco radical. Ahora bien, seguiría (porque no puede ser de otra forma) existiendo el instinto de supervivencia que alimenta el egoísmo, el deseo de acumulación de poder... Por ello es por lo que estos cambios no deben acontecer de forma brusca, sino muy lentamente, para poder ir asimilando nuestras nuevas formas de vida. Puede que la capacidad técnica para eliminar el trabajo llegue pronto, pero no sucederá lo aquí predicho sin graves crisis, idas y venidas de sociedades igualitarias... hasta que vayamos tomando conciencia de la nueva forma de vida que nos espera. Precisamente por ello no creemos cercana la desaparición del Estado paralela a la del trabajo. El Estado, democrático por necesidad, debe ser el timón que, manteniendo desde hoy una perspectiva liberal, vaya encauzando los acontecimientos controlando los egoísmos exacerbados y haciendo posible un desarrollo tal de la persona que la sociedad en masa vaya consiguiendo aquella meta de la Ilustración que consistía en la, tan anhelada por Kant, salida de la autoculpable minoría de edad del ser humano. 

De modo que, el ser humano, liberado de la necesidad de ganarse el sustento con el sudor de su frente, sin propiedades, pero con todas sus necesidades resueltas en un mundo hiperhistórico, con capacidades potenciadas por las tecnologías implantadas en su organismo... habría sido capaz de crear una verdadera sociedad liberal, democrática y sin alienación ni propiedad privada. El liberalismo comunitarista. Sólo cuando el trabajo sea absolutamente prescindible podrán realizarse los ideales (antes utópicos, ahora «syntópicos») del comunismo marxista. Y, paradójicamente, únicamente podremos llegar a ello a través del desarrollo del capitalismo hasta sus últimas consecuencias. 

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