Arthur Conan Doyle (Sir Nigel)

La vida, en aquellos tiempos ingeniosos, estaba llena de asombros y misterios. El hombre vivía envuelto en miedos y en solemnidad, con el cielo a muy poca altura sobre su cabeza y el infierno casi tocándole las plantas de los pies.
La mano de Dios era visible en todas partes, en el arco iris, y en el cometa, en el trueno y en el viento. También el diablo hacía descaradamente de las suyas sobre la tierra; se ocultaba después de oscurecido detrás de los setos, se reía de noche a carcajadas; clavaba sus garras en el pescador moribundo, se arrojaba sobre el niño no bautizado y retorcía los miembros del epiléptico. Un enemigo malo se escurría siempre hasta el costado de todos los hombres y les cuchicheaba ruindades al oído, mientras que por encima se cernía un ángel de gracia que le señalaba con el dedo el camino empinado y angosto.
¿Cómo podía nadie poner esas cosas en tela de juicio, si coincidían en creerlas el Papa, el sacerdote, el hombre docto y el rey, sin que en todo el ancho mundo se alzase una sola voz para contradecirlas.

1 comentario:

renato Jose Jaramillo Arriagada dijo...

La descripción de las condiciones en que transcurría la vida tenebrosa del hombre, en esas épocas permitió no solo el abuso por parte de los poderes religiosos, sino la explotación del hombre mantenido en la ignorancia y miseria de la cual se aprovecho la organización religiosa y manteniendo en atraso a la humanidad. Son culpables de los mas grandes crímenes y casi la causa de todas las guerras, almacenando la sangre de millones de seres humanos amén de las penurias e injusticias irreparables en estos seres. Esto demuestra que no hay justicia y no la habrá, pues la justicia 'cuando tarda, no es justicia'. Aún le espera a este planeta la mas grande 'tribulación o angustia', pues no nos libraremos de una III-Guerra Mundial, con el uso de todos los artefactos almacenados nucleares en manos de 'criminales actuales gobernantes de la tierra'.

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