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Los hombres temen al pensamiento como no temen ninguna otra cosa sobre la Tierra: más que la ruina, más aún que a la muerte. El pensamiento es subversivo y revolucionario, destructivo y terrible, el pensamiento es despiadado para el privilegio, las instituciones establecidas y los hábitos confortables; el pensamiento es anárquico y sin ley, indiferente a la autoridad, y le trae sin cuidado la decantada sabiduría de las edades. El pensamiento contempla el pozo del infierno y no tiene miedo. Ve al hombre, una débil mota, rodeado de insondables abismos de silencio: se mantiene soberbiamente, tan impasible como si fuera el señor del universo. El pensamiento es grande, rápido y libre; la luz del mundo y la gloria principal del hombre.
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