George Steiner (Errata) El examen de una vida


Siempre he desconfiado de la teoría a la hora de resolver mis asuntos emocionales, intelectuales y profesionales. En la medida de mis posibilidades, encuentro sentido al concepto de teoría en las ciencias exactas y, hasta cierto punto, en las ciencias aplicadas. Estas constituciones teóricas precisan, para su verificación o refutación, de experimentos cruciales. Si son refutadas, serán sustituidas por otras. Pueden formalizarse lógica o matemáticamente. La invocación a la teoría en el terreno de las humanidades, en la historia y en los estudios sociales, en la evaluación de la literatura y las artes, me parece mendaz. Las humanidades no son susceptibles ni de experimentos ni de verificación (salvo en un plano material, documental). Nuestras respuestas a ellas son pura intuición. En la dinámica de la semántica, en el flujo de lo significativo, en la libre interacción de interpretaciones, las únicas proposiciones son una opción personal, de gusto, de remota afinidad o de sordera. No cabe la refutación en sentido teórico. Coleridge no refuta a Samuel Johson; Picasso no se acerca a Rafael. En las humanidades, la teoría no es más que intuición que se vuelve impaciente.

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