Byng-Chul Han (Topología de la violencia)

La depresión se puede entender como un trastorno narcisista. Tiene su origen en una relación truncada con el otro y con una falta de relación con el mundo exterior. Amenaza a cualquier sujeto narcisista que da vueltas alrededor de sí mismo y se obstina en sí mismo. La ocupación mortificante del sujeto consigo mismo, al no llevar, en palabras de Schmitt, a una relación con «nosotros como figuras» puede facilitar la construcción imaginaria de un enemigo exterior, pues este alivia el alma a la que el yo aplasta  y carcome, y que está en guerra consigo misma. Las imágenes del enemigo construidas imaginariamente de este modo contribuyen a que el yo construya una «figura» objetivada, se libere de la relación narcisista y paralizante consigo mismo y salga del vacío subjetivo. La xenofobia de hoy en día remite a esta dimensión imaginaria. 

Sería necesario, para liberarse de la rueda de hámster narcisista, que da vueltas sobre sí misma cada vez más rápido, restablecer la relación con el otro más allá del esquema schmittiano del amigo/enemigo, ligado a la violencia de la negatividad. Es, pues, necesaria otra construcción, o más bien una reconstrucción del otro, que no genere un rechazo destructivo inmunológico. Debería ser posible una relación con el otro en la que yo permitiera y afirmara su otredad, su manera de ser. Este sí a su manera de ser se llama amistad. Esta no consiste en un dejar-ser al otro de un modo pasivo e indiferente, sino en una relación activa con su manera de ser. Solo se despierta en relación al otro o al extranjero. Cuanto mayor sea su diferencia respecto a lo propio, más intensa será la amistad que se le muestra. Frente a lo igual, no es posible ni la mistad ni la enemistad, ni el ni el no, ni el acogimiento ni el rechazo. 

La política de la amistad es más abierta que la política de la tolerancia. Esta última, en realidad, es una praxis conservadora, porque la otredad solo se tolera. Está ligada a una imagen del yo sólida, a una identidad clara y definitiva. Es más, uno se distancia del otro estrictamente. La praxis de la tolerancia no está, además, libre de dominación. La mayoría poderosa tolera las minorías. La política de la amistad da lugar a un máximo de cohesión con un mínimo de contexto, un máximo de proximidad con un mínimo de parentesco. La política de la violencia de Schmitt como política de la identidad, al contrario, hace que incluso la fraternidad, en la que se da el mayor parentesco, se transforme en enemistad. Ante la pregunta que reza: «¿quién es mi enemigo?», Schmitt responde: «El otro es mi hermano, y mi hermano es mi enemigo». 

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En su teoría de la violencia, Žižek se aferra al modelo de la negatividad. De ahí que alce un muro de exclusión y segregación. «La división fundamental es la que se hace entre los incluidos en la esfera de la prosperidad económica (relativa) y los excluidos de ella». Las víctimas de esta violencia no son los Homines sacri, que se encuentran fuera de la zona de confort, inscriptos en una vida desnuda, sino también otros grupos sociales, como las minorías o los desempleados. Según Žižek, la sociedad occidental genera una «enorme presión», que empuja a las «mujeres en nuestra sociedad liberal» a «someterse a procedimientos como la cirugía estética, los implantes cosméticos o las inyecciones de botox para seguir siendo competitivas en el mercado del sexo». La sociedad occidental, donde las mujeres se someten voluntariamente a la tortura de las operaciones de belleza, no se diferencia mucho de cualquier sociedad africana, en la que las mujeres padecen la dolorosa ablación del clítoris.

La «violencia objetiva», según Žižek, mantiene en pie las relaciones de dominación y de explotación. La explotación es una explotación ajena. A Žižek le pasa desapercibido que la violencia sistemática, que tiene lugar sin una dominación, que conlleva una autoexplotación, es una violencia que no solo afecta a una parte de la sociedad, sino a toda ella. La sociedad del rendimiento occidental genera, por ejemplo, una presión que no solo sojuzga a las mujeres o a la clase dirigente, sino a todos sus miembros. Frente a las apreciaciones de Žižek, en la actualidad no solo las mujeres se hacen operaciones estéticas, sino también los hombres, para mantenerse competitivos en el mercado. La presión de la optimización del cuerpo afecta a todos por igual. No solo crea zombies hermosos de botox y silicona, sino también zombies de fitness, músculos y anabolizantes. La sociedad de rendimiento, como sociedad del dopping, no conoce ninguna distinción de género. Tanto los topdogs como los underdogs, están supeditados al dictado del rendimiento y la optimización. Todos los miembros de la sociedad se ven afectados por el burnout. Parece que en la actualidad todos nos hemos convertido en zombies de rendimiento y salud. Las víctimas de esta violencia sistemática no son los excluidos Homines sacri, sino el sujeto de rendimiento integrado en el sistema, que, como soberano, como empresario de su yo, no está sometido a nadie, y en este sentido es libre, pero a la vez es el Homines sacri de sí mismo. La violencia sistémica no es una violencia de la exclusión. Más bien convierte a todos en miembros y prisioneros del sistema, y los empuja a explotarse a sí mismos.

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