Emilio Lledó (Elogio de la infelicidad)


Conócete a ti mismo
Porque son los hombres quienes hacen posible lo posible. y es el cerebro humano el inventor y constructor de la posibilidad. Pero ello necesita un principio esencial de educación desde el que pueda abrirse ese íntimo espacio. Todas las formas de educación del cerebro que aglutine, en él, el pensamiento amasado en ideas fijas, en estructuras dogmáticas, en grumos ideológicos, en formas lingüísticas hechas de estereotipos mentales, en coagulaciones de la trivialidad, son el aniquilamiento de la facultad de pensar, de la capacidad de elegir.
La mayor parte de las aberraciones históricas, de las injusticias y maldades, no sólo proceden de manipuladores del poder, de mortíferos discriminadores, de promotores de la ofuscación y la radical incultura, sino también, aunque en más inocente medida, de sumisión provocada por esa enfermedad crónica que los fanatismos y las mentiras ajenas han inoculado en la mente propia. Esto constituye la plaga más agresiva de las que puede sufrir el progreso social. Porque el individuo así manipulado, a pesar de su indefensión y pasividad actúa, sin saberlo, en la forja de un pastoso suelo social, de un imaginario colectivo que inutiliza muchas iniciativas de progreso y, sobre todo, que paraliza las mentes para inventarlo.

Ideología del HOMBRELOBO
La genial teoría de los reflejos condicionados que Pavlov ideó a principios del pasado siglo nos avisa, entre otras enseñanzas, de la peligrosa posibilidad de ser domesticados por las más siniestras ideologías y las más tenebrosas creencias. Pero frente a la triste falsificación de reflejos condicionados por inhumanos y mortíferos condicionadores, ya en la misma cultura griega se entreabre, poco a poco, una puerta que nos hace vislumbrar un mundo distinto del de la alineación y la destrucción.
La palabra se oponía a todas esas perspectivas de la bestialidad fue la palabra paidería, educación. Una educación que tenia que darse, fundamentalmente, en el comienzo de cada vida personal. Es en ese periodo de la existencia donde han actuado quienes pretenden ofuscarnos la mirada. La domesticación en la necesidad es, sin duda, la agresión más funesta que se ejerce contra la vida. La educación de una mirada no entorpecida con los grumos de la imbecilidad es, por el contrario, la única posibilidad de que, partiendo de la inteligencia y la justicia (Leyes.644a), pueda irse alumbrando el dominio de la solidaridad y la paz.

Necesidad de la literatura
Tendríamos que agradecer a todos esos escritores que nos acompañan, en el siempre breve espacio de tiempo de nuestra vida, el que nos hayan entregado sus palabras que construyen una humana manifestación de eternidad. Una eternidad que no promete otra existencia más allá de la fronteras de cada vida y que, en el gozo de leer, en las horas de lectura, nos deja esquivar las paredes del tiempo, y acariciar en el silencioso murmullo de las letras, las espaldas de no sé qué especie de inacabada amistad.
El lenguaje fue, como es sabido, lo que empezó a distinguir al animal humano de todos los otros animales, próximos a él. Un lenguaje que además de comunicación y comprensión, creó también sensibilidad, emociones, pasiones, desde el complejo entramado de la realidad corporal. Pero las palabras, fuente de abstracción y solidaridad, se fueron ciñendo al territorio de las primeras e inmediatas experiencias, a los que los ojos veían y la manos tocaban, condenadas a la dureza del vivir, a la necesidad de sobrevivir: << mañana lloverá, <<tengo sed>>, <<la cosecha es buena>>, <<quiero comprar tu escudo>>.



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