Lee Eisler (Russell) Respuertas a preguntas fundamentales sobre política, sociedad, cultura y ética

¿Qué debería enseñarse junto con la ciencia?

Una dictadura de hombres de ciencia sería muy pronto horrible. La habilidad sin sabiduría puede ser puramente destructiva, y es muy probable que se revelara así. Aunque sea sólo por esta razón, es de gran importancia que quienes reciben una educación científica no se limiten  a ser científicos, sino que posean cierta compresión de esa clase de sabiduaría que sólo puede impartir, si es posible tal cosa, la vertiente cultural de la educación.
La ciencia nos permite conocer los medios para cualquier finalidad elegida, pero no nos ayuda a decidir qué fines debemos proponernos. Si usted desea exterminar a la especie humana, le mostrará cómo hacerlo. Si desea que la especie humana sea tan numerosa que todos estemos al borde de la hambruna, le ensenará el modo de lograrlo. Si desea asegurar una prosperidad adecuada para toda la especie humana, la ciencia le dirá lo que debe hacer. Pero no le dirá si uno de esos fines es más deseable que otro. Tampoco le ofrecerá esa comprensión instintiva de los seres humanos que es necesaria para que sus medidas no provoquen una violenta oposición que sólo una tiranía feroz podrá aplastar.
La ciencia no puede enseñarle a tener paciencia ni a ser solidario, no puede facilitarle una percepción del destino humano. Estas cosas, en la medida en que puede enseñarlas la educación formal, surgirán con más probabilidad del aprendizaje de la historia y la gran literatura.

¿Cómo definir el fanatismo?

Un hombre es un fanático si cree que una cuestión determinada es tan importante que supera a todo lo demás. Por poner un ejemplo, supongo que a todas las personas buenas les repugna la crueldad hacia los perros. Pero si usted pensara que la creueldad hacía los perros es tan atroz que no hay ninguna otra comparable, sería un fanático.

¿Qué es un librepensador?

Para ser digno de ese nombre, el librepensador debe estar libre de dos cosas, la fuerza de la tradición y la tiranía de sus propias pasiones. Nadie está totalmente libre de ninguna de las dos.
Lo que caracteriza al librepensador no son sus crencias sino las motivaciones para sostenerlas. Si las sostiene porque de joven sus mayores le dijeron que eran ciertas, o porque si no lo hiciera se sentiría desdichado, su pensamiento no es libre. Pero si las sostiene porque, tras pensarlo a fondo, observa que las prueblas se inclinan en su favor, entonces su pensamiento es libre, por muy singulares que puedan parecer sus conclusiones.
No estar sometido a la tiranía de la pasión es tan esencial como no estar influido por la tradición. El marido celoso que sospecha sin motivos fundados que su esposa le es infiel, y el optimista complaciente que se niega a sospechar de ella cuando la evidencia es abrumadora, permiten por igual que la pasión esclavice su pensamiento. Ni uno ni otro piensan libremente.

¿Cuál es la verdadera prueba de la tolerancia?

El amante de la libertad sólo se pone verdaderamente a prueba con relación a cosas que le desagradan. Tolerar lo que te gusta es fácil. La tolerancia de lo que te desagrada es lo que caracteriza la actitud liberal.

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