Tom Wolfe (La palabra pintada & ¿Quién teme a Bauhaus feroz?

¿Y qué aspecto tenían las viviendas obreras? Un aspecto antiburgués hasta el último detalle: los tejados planos, ninguna cornisa, las paredes lisas, ningún jambaje o arquitrabe en las ventanas, ningún capitel, ningún frontón, ningún color, sólo los matices típicos, el blanco, el beige, el gris y el negro. Los interiores no tenían ni corona ni boina de ninguna clase. Eran estancias totalmente blancas, desnudas, purgadas, rescatadas, liberadas de todo revestimiento, de cornisas, de saledizos, de molduras de remate (por no decir más), de pilastras, incluso del borde talonado del tablero de las mesas y los astrágalos de los cajones. Había planos de pisos abiertos, que terminarían con la antigua obsesión, burguesa, individualista, de la intimidad. No había papel pintado, ni <<colgaduras>>, ni alfombras Wilton con flores estampadas, ni lámparas de pantalla con orlas y pies que pareciesen vasos o columnas griegos, ni pañitos de adorno, ni baratijas, ni objeto alguno para el manto de la chimenea, la cabecera de la cama o el radiador. El serpentín de los radiadores quedaba al descubierto como un objeto puro, abstracto, también escultórico. Y nada de muebles tapizados con tela <<bonita>>. Los muebles se hacían con Materiales Puros de color natural: cuando más ligero -y más duros-, mejor. Y se acabaron las alfombras y moquetas <<lujosas>>. La infracción se pagaba con linóleo gris o negro. 

¿Y qué hacían los obreros de las viviendas obreras? Oh, se quejaban, cosa que iba con la naturaleza en aquella etapa de la historia. El Pessac, aquellas desdichadas criaturas revolvieron de arriba abajo los fríos cubículos de Corbu en un intento desesperado por hacerlos cómodos y atractivos. Como dijo Corbu en persona, tenían que ser <<reeducados>> para comprender la belleza de <<la Ciudad Radiante>> del futuro. En cuestión de gustos, los arquitectos se comportan como benefactores culturales de los trabajadores. No tenía sentido consultarles directamente, puesto que, como Gropius hacía señalado, estaban todavía <<intelectualmente subdesarrollados>>. Éste era, en realidad, el gran atractivo del socialismo para los arquitectos de los años veinte. El socialismo era la solución política, el gran <<>> a las, al parecer, escandalosas e imposibles aspiraciones del arquitecto mancomunado, que insistía en que el cliente mantuviera la boca cerrada.Bajo el socialismo el cliente era el trabajador. Y este pobre diablo, ay, apenas acababa de levantarse del fango. El arquitecto, el artista y el intelectual le arreglarían la vida, mientras tanto. Por utilizar una expresión de Stalin, serían los ingenieros de su alma. Para sus bloques de viviendas berlinesas con destino a los empleados de la fábrica Siemens, el ingeniero de almas Walter Gropius decidió que los trabajadores deberían economizar los techos altos y los anchos pasillos, así como todos los objetos ornamentales anticuados. Los techos altos, los pasillos anchos y la <<espaciosidad>> de toda índole no eran más que grandilocuencias burguesas expresada en vanos en vez de sólidos. Techos de dos metros y pico y pasillos de un metro y algo de anchura bastaban para...volver a crear el mundo.

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