Veamos algunos ejemplos. En el siglo XIII, una de las grandes novedades es las técnicas de poder fue la aparición, como problema económico y político, de la "población": la población-riqueza, la población mano de obra o capacidad de trabajo, la población en equilibrio entre su propio crecimiento y los recursos de los que dispone. Los gobiernos advierten que no tienen que vérselas con individuos simplemente, ni siquiera con un "pueblo", sino con una población y sus fenómenos específicos, sus variables propias: natalidad, morbilidad, duración de la vida, fecundidad, estado de salud, frecuencia de enfermedades, formas de alimentación y hábitat. Todas esas variables se hallan en la encrucijada de los movimientos propios de la vida y de los efectos particulares de las instituciones: "Los Estados no se pueblan según la progresión natural de la propagación, sino en razón de su industria, de sus producciones y de las distintas instituciones... Los hombres se multiplican como las producciones del suelo y en proporción con las ventajas y recursos que encuentran en sus trabajos". En el corazón de este problema económico y político de la población se encuentra el sexo: hay que analizar la tasa de natalidad, la edad del matrimonio, los nacimientos legítimos e ilegítimos, la precocidad y la frecuencia de las relaciones sexuales, las maneras de tornarlas fecundas o estériles, el efecto del celibato o de las prohibiciones, la incidencia de las practicas anticonceptivas -esos famosos "secretos funestos", que según saben los demógrafos, en vísperas de la Revolución, son ya corrientes en el campo-. Es cierto, hacía mucho tiempo que se afirmaba que un país debía estar poblado si quería ser rico y poderosos, pero es la primera vez que, al menos de una manera constante, una sociedad afirma que su futuro y su fortuna están ligados no sólo al número y virtud de sus ciudadanos, no sólo a las reglas de sus matrimonios y a la organización de las familias, sino también a la manera en que cada cual hace uso de su sexo. Se pasa de la desolación ritual acerca del desenfreno sin fruto de los ricos, los célibes y los libertinos a un discurso en el cual la conducta sexual de la población es tomada como objeto de análisis y, a la vez, blanco de intervención; se pasa de las tesis masivamente poblacionista de la época mercantil a tentativas de regulación más finas y mejor calculadas, que oscilan, según los objetivos y las urgencias, hacía una dirección natalista o antinatalista. A través de la economía política de la población se forma toda una red de observaciones sobre el sexo. Nace el análisis de las conductas sexuales, de sus determinaciones y efectos, en el límite entre lo biológico y lo económico. También aparecen en esas campañas sistemáticas que, más allá de los medios tradicionales, -exhortaciones morales y religiosas, medidas fiscales- tratan de convertir el comportamiento sexual de las parejas en una conducta económica y política concertada. Los racismos del siglo XIX y XX encontrarán ahí algunos de sus puntos de anclaje. Que el Estado sepa lo que sucede con el sexo de los ciudadanos y el uso que le dan, pero que cada cual, también, sea capaz de controlar esa función. Entre el Estado y el individuo, el sexo se ha convertido en una apuesta, y una apuesta pública, investida por toda una trama de discursos, saberes. análisis y conminaciones.
* Michel Foucault (El yo minimalista y otras conversaciones)
* Michel Foucault (Estrategias de poder)
* Michel Foucault (Estrategias de poder)
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