Enzo Traverso (¿Qué fue de los intelectuales?)

—Volveremos a este tema. De momento, ¿qué cambió en las estructuras económicas de la sociedad para que los pseudointelectuales mediáticos y los expertos de poder sean omnipresentes, mientras que la figura del intelectual a lo Sartre desapareció?

—La figura del intelectual surcó el siglo XX. Surgida en los albores de la Modernidad, parece esfumarse al comienzo del siglo XXI; es decir, en el período que se inaugura con la caída del Muro de Berlín (1989). Sin embargo, el siglo XX fue una era de conflictos políticos e ideológicos, marcado por movimientos sociales muy importantes, en que los intelectuales estaban llamados a desempeñar un papel: la Guerra Civil Española, la Resistencia —italiana y francesa—, la lucha contra las armas nucleares, la Guerra de Argelia, la Guerra del Vietnam, la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos...Pero al final de la Guerra Fría el paisaje había cambiado. En la posguerra, los partidos políticos eran una base de masas; tenían programas, militantes, líneas ideológicas claras que estructuraban el campo político. En esa época, los intelectuales eran «orgánicos»: estaban orientados según líneas de clases y a menudo ligados a partidos políticos. En su relectura de Maquiavelo, Gramsci definía el partido político como una suerte de «intelectual colectivo». 

En el transcurso de la década de 1980 todo cambió. Hoy en día los partidos ya no necesitan militantes ni intelectuales, sino ante todo gerentes de comunicación. François Cusset estudió bien este cambio de fabricación de la opinión pública en La Décennie: demostró en especial el surgimiento de los think tanks que se encargan de neutralizar el pensamiento crítico y elaboran estrategias de poder. Desaparecen o se transforman las revistas que habían estructurado el debate intelectual de los años setenta. Surgen nuevas revistas, orientadas hacia el «extremo centro», a veces de un alto rigor intelectual. Mientras tanto, los partidos se volvieron posideológicos: ya no tienen una línea rectora, tampoco una clara identidad social. Esto vale pata todos los sectores del arco político, y sobre todo para los partidos de izquierda que, como los socialdemócratas y los partidos comunistas, habían sido el paradigma mismo del partido político de masas. Todos sufrieron escisiones, metamorfosis, a veces incluso se disolvieron. Se convirtieron en partidos catch-all ("atrápalotodo" o partidos de todo el mundo"), según la fórmula del politólogo estadounidense Otto Kirchheimer. Estos partidos tienen muchos menos militantes que sus ancestros, no precisan un diario, se expresan a través de los medios y orientan su línea según las fluctuaciones de una opinión medida por sondeos, así como bajo la presión de cierta cantidad de lobbies. Estos partidos ya no necesitan de intelectuales. En épocas pasadas, los partidos defendían ideas y recurrían a los intelectuales para elaborar sus proyectos; actualmente las campañas electorales se confían a publicistas (con resultados a menudo desastrosos, como lo demostró la estrepitosa derrota de Lionel Jospin en 2202). 

Mencionaba antes la concepción gramsciana del partido como «intelectual colectivo». En Italia, durante la inmediata posguerra, L´Unitá fijaba la línea del Partido Comunista, pero también cumplía una función pedagógica.  Incluso en las plazas de los pueblos más pequeños, había una sede del PCI y, para muchos militantes apenas alfabetizados, ese periódico era un medio que les permitía educarse y cultivarse. Los intelectuales poseían el aura de aquellos que sabían hablar y lograban expresar los sentimientos y las aspiraciones de aquellos que nunca habían tenido acceso a la alta cultura. Actualmente, en Italia los partidos ya no necesitan intelectuales: la cultura les parece un lastre innecesario, una carga, ya que el único modo legítimo de tomarla en consideración consiste en los recortes del gasto público. En cuanto a los debates, es tanto más útil el salotto de Bruno Vespa. 

—Usted sostiene que muchas cosas cambiaron durante la década de 1980: es el "fin de las ideologías", el ascenso del neoliberalismo. ¿Por qué esos desplazamientos en ese preciso momento de la historia mundial?

—El año 1989 divide las aguas. Es el momento en que concluye un ciclo histórico. En principio, esta fecha señala el triunfo del capitalismo: la democracia liberal combinada con la economía de mercado aparece como un sistema sin alternativas. La hegemonía neoliberal nació de la derrota histórica del comunismo. Pero este cambio no ocurrió de un día para el otro. Se produjo por la condensación de contradicciones acumuladas a lo largo de mucho tiempo. 

Podríamos remontarnos muy atrás. Ya recordamos la crisis provocada en 1939 por el pacto Molotov-Ribbentrop, luego la ola macartista en los Estados Unidos. En la Francia de posguerra, los intelectuales comunistas se movilizaron contra David Rousset para negar la existencia de campos de concentración en la Unión Soviética. En 1956, después que los tanques soviéticos entraran en Budapest, varios de ellos comenzaron a abrir los ojos. Durante la época de 1970, el libro de Aleksandr Solzhenitsyn Archipiélago gulag (1974) se utilizó contra la Unión de la Gauche, pero ya nadie puede negar la existencia de los campos de concentración soviéticos.

A partir de esta época, la relación entre los intelectuales y el comunismo entre en crisis. 1975 ve la derrota final de los Estados Unidos en Vietnam.  La oleada tercermundista y antiimperialista alcanza entonces su apogeo, pero sigue el genocidio cometido por los Jmeres Rojos en Camboya: la ruptura entre intelectuales y comunismo se profundiza. En 1989, la caída del Muro marca el fin de esa parábola. Tanto más que el final de un sistema de poder ya desacreditado —el socialismo "real"—, señala el final del comunismo como utopía del siglo XX.  A partir de entonces, el intelectual ya no es más que el inventor de las utopías. Es el final del intelectual teorizado por Karl Mannheim que, en Ideología y utopía (1929), lo describe como un grupo social relativamente independiente —"libremente flotante" o "sin ataduras"— que se erige por encima de las clases y se fija la tarea de forjar un nuevo imaginario, alternativas sociales, utopías. Hoy no sabría decir a qué podría corresponder esta categoría.

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