William James (Pragmatismo) Un nuevo nombre para algunos antiguos modos de pensar

¿Qué quieren decir los creyentes por Absoluto cuando afirman que sus creencias les aportan consuelo? Quieren decir que, puesto que en lo Absoluto el final finito está ya «anulado», podemos, por lo tanto, cuando quiera que lo deseemos, tratar lo temporal como si fuera potencialmente lo eterno seguros de que podemos confiar en su resultado y, sin pecado, despreciar nuestro miedo a perder la preocupación por nuestra responsabilidad finita. En resumen, significa que tenemos derecho a disfrutar, de vez en cuando, de unas vacaciones morales, de dejar que el mundo se mueva a su manera, sintiendo que sus asuntos están en mejores manos que las nuestras y que no son asunto nuestro. 

El universo es un sistema en la que sus miembros individuales pueden descansar ocasionalmente de sus inquietudes, en el que la actitud despreocupada es también adecuada y las vacaciones morales son apropiadas. Esto es, si no me equivoco, parte al menos, de la manera en que lo Absoluto es conocido. Es la gran gran diferencia que su ser verdadero hace para nosotros en nuestras experiencias particulares, es parte de su valor de cambio cuando es interpretado pragmáticamente. Más allá de esto, el lector profano en filosofía que piensa favorablemente en el idealismo absoluto no se atreve a profundizar en sus concepciones. Como puede utilizar lo Absoluto para tantas cosas, para él es muy valioso. Sufre al oír que se habla incrédulamente de lo Absoluto y, por consiguiente, ignora la críticas porque tratan con aspectos de la concepción que es incapaz de seguir. 

Si lo Absoluto significa esto y nada más que esto, ¿quién puede negar la verdad de ello? Negarlo sería insistir en que los hombres no deberían descansar y que las vacaciones nunca son apropiadas. Soy consciente de lo extraño que debe pareceros oírme decir que una idea es »verdadera» en tanto que creerla es beneficioso para nuestras vidas. Admitiréis de buen grado que es «buena» en tanto es beneficiosa. Si lo que hacemos con su ayuda es bueno, admitiréis también que la idea misma es buena en esa misma medida, puesto que seremos mejores por poseerla. Pero dirán ustedes, ¿no es un extraño mal uso de la palabra «verdad» llamar también «verdaderas» a las ideas por esa razón?

Responde a esta dificultad totalmente es imposible en este momento de mis consideraciones. Se está aquí ante una cuestión central de la doctrina de la verdad sustentada por Schiller, Dewey y por mí, que no discutiré en detalle hasta la sexta conferencia. Permítanme solo decir ahora que la verdad es una especie de lo bueno, y no, como se supone corrientemente, una categoría distinta de lo bueno y coordinada con él. Lo verdadero es el nombre de todo lo que demuestre ser bueno como creencia y bueno, también, para razones definidas y señaladas. Seguramente se me admitirá que si no fueran buenas para la vida las ideas verdaderas o si su conocimiento fuera positivamente desventajoso y las ideas falsas las únicas útiles, entonces la noción común de que la verdad es divina y preciosa, y su persecución un deber, nunca se habría desarrollado y llegado a ser un dogma. En un mundo como ese nuestro deber sería, más bien, evitar la verdad. Pero, en nuestro mundo, así como ciertos alimentos son no solo agradables para nuestro gusto, sino también buenos para nuestros dientes, estómago y tejidos, del mismo modo, determinadas ideas no son solo agradables para ser pensadas, sino que también sirven de ayuda en la lucha de la vida diaria. Si hubiera otra vida realmente mejor nosotros deberíamos encaminarnos a ella y si existiera alguna idea que, si la creyésemos, nos ayudara a orientarnos mejor en la vida, entonces sería realmente mejor para nosotros creer en esa idea, a menos, indudablemente, que la creencia en ella chocara incidentalmente con otras ventajas vitales mayores. 

«¡Lo que sería para nosotros mejor creer!» Esto suena como una definición de la verdad. Se aproxima mucho a decir «lo que deberíamos creer», y en esa definición ninguno de ustedes encontraría nada de extraño. ¿Acaso deberíamos no creer lo que es para nosotros mejor creer? ¿Y podemos, entonces, mantener la noción de que lo que es mejor para nosotros y lo es verdadero para nosotros, permanentemente separados? 

El pragmatismo responde negativamente, y yo estoy totalmente de acuerdo en ello. Probablemente ustedes también lo estarán, en tanto va la afirmación, en abstracto, aunque con la sospecha de que si prácticamente creyéramos solo lo que es bueno para nuestras propias vidas personales nos encontraríamos aceptando toda clase de fantasías sobre los asuntos de este mundo y toda clase de supersticiones sentimentales sobre el mundo futuro. Vuestra sospecha está aquí indudablemente bien fundada y es evidente que algo ocurre cuando se pasa de los abstracto a lo concreto, lo que complica la situación. 

Acabo de decir que lo que es mejor para nosotros creer es verdadero, a menos que la creencia entre en conflicto incidentalmente con otros beneficios vitales. Ahora bien, en la vida real, con qué beneficios vitales se hallan más expuestos a chocar cualquier creencia particular nuestra? ¿Con cuáles sino con los beneficios vitales producidos por otras creencias cuando estas prueban ser incompatibles con las primeras? En otras palabras, el mayor enemigo de cualquier de nuestras verdades puede ser el resto de nuestras verdades. Las verdades tienen, definitivamente, un desesperado instinto de autoconservación y un deseo de aniquilar lo que las contradice. Mi creencia en lo Absoluto, basada en el bien que me hace, desafía todas mis otras creencias. Concedamos que puede ser verdadero al darme unas vacaciones morales. No obstante, tal y como yo lo concibo, —y permítanme hablar ahora confidencialmente y tan solo en mi propio nombre—choca con otras verdades más cuyos beneficios tengo que renunciar a considerar ahora. Está asociada a un género de lógica de la que soy enemigo, encuentro que me enreda en paradojas metafísicas que son inaceptables, etc. Pero como ya tengo suficientes problemas en la vida sin tener que añadir los problemas de cargar con estas inconsistencias intelectuales, personalmente renuncio a lo Absoluto. Me tomo mis vacaciones morales, o como filósofo profesional, trato de justificarlas por algún otro principio. 

[...] El resumen, amplía el campo de la búsqueda de Dios. El racionalismo se aferra a lo lógico y celestial, y el empirismo a los sentidos externos. El pragmatismo se halla dispuesto a tomar ambos, a seguir lo lógico y los sentidos y a tener en cuenta la más humilde y la mayor parte de las experiencias personales. Contarán con las experiencias místicas si tienen consecuencias prácticas. Aceptará un Dios que habite en la inmundicia de los hechos privados si le parece un lugar verosímil para encontrarlo. 

No hay comentarios:

analytics