Ignacio Urquizu (¿Cómo somos?) Un retrato robot de la gente corriente

En este capítulo hemos dado un paso más en nuestro conocimiento del hombre medio. Históricamente, los obreros cualificados han sido el sujeto político de los partidos socialistas. Su bienestar era una de las mayores preocupaciones de la izquierda y, al mismo tiempo, las bases de apoyo de estas formaciones políticas. Así, el hombre medio y la izquierda han estado íntimamente unidos. En los últimos tiempos, las formaciones socialistas se han enfrentado a nuevas dificultades, algunas de las cuales creadas por ellas mismas al abrazar la <<nueva política>> y proponer la materialización de la redistribución. Otras dificultades proceden del cambio social experimentado en los últimos años y que se han expresado en una mayor fragmentación social y un mayor peso de la identidad a la hora de definir los grupos sociales. En estos nuevos escenarios, la izquierda no lo ha pasado bien.

La reacción, por ahora, del hombre medio no ha sido de abandono clamoroso de las propuestas progresistas. De hecho, en los datos referidos a España sigue apareciendo como la base principal de la izquierda, especialmente el Partido Socialista. La gente corriente sigue apoyando al PSOE, aunque una intención directa de voto más baja que antes. Eso sí, es el grupo social que se siente más afín a estas siglas.

Pero no sólo podemos concluir que la afinidad entre el hombre medio e izquierda aún se mantiene, sino que, además, en principio, ante la nueva ola conservadora, la gente corriente es un dique. Su apoyo a la derecha extrema y populista en España no es significativo. La evidencia empírica aquí mostrada nos dice que son clases altas y medias las más afines a formaciones políticas como VOX, quizá porque las motivaciones del voto a este partido no son tanto socioeconómicas como identitarias. Es cierto que los problemas que más explican el apoyo a la extrema derecha española son el debate territorial y la inmigración, pero más que enfrentarnos a estas dificultades como un problema de redistribución de la renta, mucho del discurso se ha centrado en cuestiones de identidad nacional, por lo que quizás las clases trabajadoras no se han sentido identificadas con partidos como VOX. Pero ¿qué pasaría si el enfoque fuese otro? ¿Qué sucedería si nos enfrentásemos a los problemas de Catalunya y de la inmigración como si fuese una cuestión de desigualdad socioeconómica? Quizás los resultados aquí mostrados serían distintos. Puesto que todo esto es muy exploratorio, debemos estar atentos a la evolución del fenómeno VOX en nuestro país. Sólo será homologable a lo que viene sucediendo en otras democracias cuando se convierta en mayoritario, como ha sucedido en Brasil, Italia o Hungría. Ese día VOX tendrá un porcentaje elevado de votos y entonce sí, habrá convencido al hombre medio. Sólo con el tiempo podremos responder a estas incógnitas.

Desde luego, confío en que estas conclusiones se interpreten como lo que son: un análisis sociológico de un fenómeno político que está recorriendo las principales sociedades del mundo. La banalización de la extrema derecha se encuentra detrás de muchos episodios históricos que nos horrorizan, tal y como narró Hannah Arendt en su ensayo Eichmann en Jerusalén. Muchas veces, como científicos sociales analizamos fenómenos que nos intrigan, pero que, como ciudadanos, nos pueden llegar a horrorizar. Esta ola conservadora puede acabar destruyendo nuestras sociedades tal y como las conocemos; por ello, se hace más necesario que nunca saber mucho más sobre las razones por las que hay gente dispuesta a posicionarse a favor de movimientos políticos que atentan contra la idea de ciudadanía, devolviéndonos al pasado más terrible. El conocimiento científico no sólo nos hace más sabios, sino que debería prevenirnos de nuestras peores pesadillas. 

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