Enrique Anrubia, ed. (Esbozos de cultura) Ensayos sobre el mundo contemporáneo

Feliciana Merino

Cultura y género
LA DIFERENCIACION SEXUAL Y LAS TEORÍAS DE ROLES

En la actualidad, la mentalidad dominante -lo que se denominó con una acertada expresión como <<opinión publicada>>- pretende atarnos, como he sugerido, con los jirones de la tela que le sobresalen de los cortes de otro patrón: de nuevo la mujer (y el varón) han de someter sus relaciones al poder, que impone modelos de vida que atienden únicamente a criterios productivos y de consumo. No olvidemos que los economistas de café se creen a pies juntillas ese mantra liberal de que el hombre sólo busca su propio interés, por lo que se limitan, allí donde estén, a buscar únicamente el suyo. Ahora el recalentamiento de la economía y la salud de los balances contables han exigido un mayor nivel de consumo y, por lo tanto, han de entrar dos sueldos en casa. Si una mujer no desea trabajar o lo quiere hacer a tiempo parcial para poder cumplir su proyecto de ser madre, habrá de asumir el correspondiente empobrecimiento. Es fácil entender las trabas constantes que se inventan para volver cada vez el entorno más hostil a la maternidad. Son numerosos y frecuentes los casos de mujeres que han sido despedidas por quedarse embarazadas. Otras evitan ese supuesto por no ingresar en la cola del paro. Los sindicatos, mientras, parece que se ocupan de calibrar el tamaño de los bogavantes. Ellos se ve que también están convencidos de que no tienen más remedio que buscar su propio interés. No digamos nada de la falacia de la conciliación de la vida laboral y familiar. En realidad la vida de las mujeres ni preocupa al sistema capitalista actual, ni aparece como un imput a tener en cuenta en los consejos de administración, ni en sus conferencias anuales. El culto al dinero, que es el único dios al que algunos sacrifican su existencia entera y la de sus descendientes, asfixia a la mujer e intenta anular su vocación, además de imponerle dificultades prácticamente insalvables a su libre desarrollo personal, al impedirle elegir la manera en la que desea participar tanto del sistema económico como del cuidado de los hijos.

El modelo de relaciones personales que nos presentan como "ideal" desde los diversos moralismo al uso, se ha construido como una mentira y una forma de servilismo inaceptable, especialmente la ideología de género, que es otro feminismo falso al servicio del sistema. ¿Creen que se puede llamar "libre" a una mujer separada o divorciada con hijos a su cargo? Por hablar de un caso real: entra a trabajar a los 8:30 y debe dejar a los niños en el colegio a las 9:00; sale a las 15:00 y debe recogerlos a las 14:00. Si llega tarde al colegio los funcionarios a cargo del centro le anuncian que, como vuelva a suceder, avisarán a los servicios sociales (¡tal cual!). Debe regresar al trabajo por la tarde y dejar a su prole al cuidado de los abuelos (¡qué suerte si esto es posible!) o de extraños. No crean que la situación difiere mucho si está casada. El marido también ha de cumplir con un horario leonino y, como mucho, alcanzará a ser una ayuda, una especie de asistente. En este sentido, el proceso que se ha inventado de <<liberación>> de la mujer <<igualándola>> al hombre aparece como un engaño, el gran engaño del mercado, al que se ha prestado con una infantilidad inexcusable el feminismo.

¿Acaso nos creemos de verdad que la mejor manera de vida posible es la que nos venden estos ideólogos que salen a la defensa de la mujer y se olvidan de la vida de las mujeres de carne y hueso? Precisamente esas, a las que su ideología obliga a estudiar hasta la treintena o más (y casi siempre sin justificación, sin que ese estudio provea de formación real la más de las veces) para poder ocupar un puesto de trabajo que no siempre será digno dentro del sistema capitalista, el mismo sistema que las rechazará sin disimulos cuando deseen cumplir su vocación de madres, porque pedíamos formar parte del mundo laboral y de la vida social, optar a un puesto de trabajo, pero la entrada de la mujer en el sistema económico produjo que éste la aferrara, provocando una subida generalizada del coste de la vida al aumentar el consumo. Ahora ya no es posible una vida "normal" (si entendemos por normal lo que el propio sistema nos presenta como tal, es decir, el ideal de bienestar al que todos hemos de aspirar) si no entran dos sueldos a casa. Todo parece indicar que la habitación propia de la que hablaba Virginia Woolf, como reclamo de una manera diferente de ser mujer, la alquilamos hace ya tiempo a un casero demasiado avaricioso y tiránico.

En este nuevo modo de entendernos y de entender las relaciones, que no aceptamos ni siquiera, tal vez como reacción a los anteriores modelos de roles que nos encasillaban de por vida, que nos determine nuestra propia condición sexuada, así que mejor negarla. Algunos niegan que exista esa condición, y muchos menos aceptan que esa condición no sea un aspecto meramente genital, sino toda una forma de relacionarse con el mundo. Desde esta mentalidad se afirma que toda la configuración sexual del sujeto es cultural o bien elección libre.

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