José Carlos García Fajardo (Los Gazules)

Y llegó la ansiada República. Pareció que el amanecer se hacía realidad. Llenaron de flores la escuela y, felices por no haber sido necesario ningún derramamiento de sangre, cantaron con los niños canciones de primavera. Y redoblaron su esfuerzo pues, al fin, entreveían el fruto de sus anhelos.
Ya comenzaron a sufrir cuando comenzaron las persecuciones religiosas y la quema de iglesias. No lo entendían. No les cabía en la cabeza semejante actitud de intolerancia en nombre de la libertad. Se dolieron de la cerrazón de las clases poderosas, anquilosadas en su letargo secular. Era precisa la transformación agraria, la revolución social pero sin derramamiento de sangre, como querrían Condorcet y Holbach: "La razón no derrama sangre".
La locura de la intransigencia y de la persecución, el totalitarismo extremista y los maximalismos que agotaban la vida y abortaban las esperanzas les sumieron en un profundo abatimiento. Sobre Doña. Claudia y sobre su marido cayó un velo de tristeza. Sentían como una losa por la incomprensión y la barbarie. Ellos eran castellanos y pronto fueron "liberados" pero no comprendían muy bien de qué.

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