Luis Racionero (El Mediterráneo y los bárbaros del Norte)


En el siglo XX el bárbaro está dentro de la sociedad ocupando los estratos del hombre medio. El paso de estos <<primitivos>> resignados hasta el siglo XIX a bárbaros, es la rebelión de las masas, anunciada por Ortega hace medio siglo.

En la decadencia de Occidente el bárbaro destructor no es una raza exterior invasora sino un proletariado interno que exige sus derechos: la clase no privilegiada invade los espacios y estilos de la vida reservada a la élite del acien régime. No hay movimientos de pueblos sino movilidad social; la savia nueva de esta barbarie contemporánea es el pop art, los mass media y el consumo de masas. Se habla de una nueva Edad Media. No se vea en este análisis una censura contra el legitimo derecho del hombre medio por acceder a los privilegios de la élite: es una constatación de los hechos y del enorme problema que se plantea. Resulta imposible acomodar las demandas de la rebelión de las masas dentro de las estructuras mentales y económicas del siglo XIX aún vigente hoy. Ahí radica el problema crucial de nuestro tiempo: o se sojuzgan las masas cosa que ya se intentó en los fascismos, y que no me parece recomendable, o se cambian las estructuras mentales y económicas para disolver las masas en individuos con personalidad.

Georg Brandes (Nietzsche - Un ensayo sobre el radicalismo aristocrático)

La enfermedad penosa, dolorosa, que comienza a manifestarse cuando tenía treinta años de edad y que durante largos periodos le obliga a una existencia de eremita, lo desprende de todo romanticismo y lo libera de decadencias venerables. Ella lo aleja radicalmente del pesimismo, al que condena en este pensamiento altivo <<El que sufre no tiene derecho de ser pesimista>>. La enfermedad lo hace filósofo en el sentido estricto de la palabra. Su pensamiento, ávido de investigaciones, se interna en los senderos prohibidos: esto es considerado como un valor. ¿ No se podría decir lo contrario? ¿Es esto considerado como un bien ¿ No es más bien un mal? ¿Pero sería pretender que el diablo lo sea igualmente? ¿No estamos nosotros equivocados? ¿ No somos engañadores y engañados todos?
Entonces de la larga enfermedad nace el deseo apasionado de la salud y de la alegría que acometen al convaleciente frente a la vida: la luz, el calor, la alegría y la libertad de espíritu y horizontes de pensamientos, visiones de auroras nuevas, de fuerza creadora, de poder poético. Y entra durante largo tiempo en el estado de noble orgullo y de éxitos, fenómenos concomitantes de la actividad creadora.

Rafael Echeverría (Antología del lenguaje)

Kairós, para los griegos, era aquel momento del tiempo oportuno, del tiempo adecuado, de la ocasión en que la posibilidad se manifiesta en la temporalidad para luego desaparecer en ella. A través del káirós, se reconocía que el valor de una acción se realizaba en el tiempo y que no todo tiempo es igual. A veces se actúa demasiado temprano, otras veces demasiado tarde. Pero también algunas veces se actúa en el tiempo justo o correcto. Para referirse a este último, los griegos acuñaron el término kairós.
Kairós era un término habitualmente utilizado por los atletas para referirse a aquel momento en el que se les daba la oportunidad de realizar un determinada acción. En el deporte del tiro al arco, por ejemplo, se lo utilizaba para referirse a la apertura u oportunidad para disparar, al cilindro por el cual la fecha tiene que pasar en su trayectoria hacia el objetivo.
El mismo término también era usado por los corredores de carros de caballos para referirse a aquel momento en el que se les abría un espacio para adelantar a su contrincante. Durante buena parte de la carrera los corredores sabían que no podían sino mantenerse atrás de aquel que había tomado la delantera. Pero muchas veces surgían momentos en los que se producía una apertura, una oportunidad, para acelerar los caballos y pasar delante. A tales momentos los llamaban kairós.

Hans Sedlmayr (La Revolución del arte moderno)

En el afán de pureza de las artes, tal como lo ha entendido el arte moderno, se oculta de forma inadvertida algo del espíritu de la ciencia moderna. Los <<elementos puros>> de la química, las <<línea puras>> de la evolución, la <<lógica pura>>, son tan sólo algunas manifestaciones concretas de ese espíritu. Y no cabe ninguna duda de que la ciencia moderna debe agradecer quizás la mayor parte de sus enormes éxitos a esa capacidad para aislar materias, elementos y fenómenos y representarlos de forma pura. Pero dicha pureza es ajena a la esencia del arte. En cuanto la acepta, el arte ya se encuentra en vías de conformarse con un ámbito inferior.

Fernando Pessoa (El banquero anarquista)


Las injusticias de la Naturaleza, ésas, no las podemos evitar. Pero las de la sociedad y sus convenciones -éstas, ¿por qué no evitarlas? Acepto -no tengo otro remedio -que un hombre sea superior a mí gracias a los dones de la Naturaleza -el talento, la fuerza, la energía; no que sea mi superior por cualidades bastardas, con las que no salió del vientre de su madre, sino que fueron dadas por arte de birlibirloque desde que puso el pie en este mundo -la riqueza, posición social, la vida fácil, etc. De la rebelión motivada por estas consideraciones surgió mi anarquismo de entonces -el anarquismo que, como le he dicho, mantengo hoy sin la menor alteración. 

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<<Lo peor de todo es que aún no existe un sistema que pueda considerarse intermedio entre el capitalismo y el anarquísmo, no ya que sea superior en materia de libertad al capitalismo, sino que al menos le iguale. El socialismo y el capminísmo se basan en la idea de igualdad, pero desprecian la de libertad. Son peores que el sistema burgués, que al menos, al basarse en el individualismo, se basa indefectiblemente en algo que contiene en germen la libertad. El socialismo y el comunismo vuelven al Estado omnipotente, y a los hombres iguales bajo ese monstruoso Rey Absoluto, que ni siquiera tiene un cuerpo al que poder matar. Con el socialismo y el comunismo el burgués pierde y el trabajador no gana. El burgués pasa a ser esclavo, cosa que antes no era; el obrero, igual por fin al burgués. continúa siendo, bajo distinto amo, el esclvo que siempre ha sido. En el sistema burgués un trabajador siempre puede, gracias al trabajo o a la suerte, o a cualquier otro motivo, conseguir un dinero, ir subiendo, incluso llegr a disponer de cierto grado de libertd -la libertad que puede dar el dinero. En el régimen socialista o cumunista no hay esperanza. Es la perfecta realización del infierno en la tierra, y en el infierno, según parece, todo el mundo es igual.
<<Comprenderá que yo no pueda aceptar el socialismo y el comunismo, en ninguna de sus distintas manifestaciones, como paso hacia el anarquismo, por la simple razón de que andar hacia atrás no es la forma más sencilla de ir hacia adelante. Lo cierto, amigo mío, es que el socialismo y el comunismo son regímenes de odio, y dicho sea en abono de la humanidad, los regímenes de odio no pueden durar.
¿- Regímenes de odio?
- El objetivo del socialismo y el comunismo no es elevar al trabajador, sino rebajar al burgués. El trabajador se queda como estaba, cuando no peor, como ya se ha dicho. Lo que pierde el burgués no lo gana el obrero.El anarquísmo, por el contrario, es un régimen de amor, y nadie desea ver sojuzgado a quien ama.
- De acuerdo, comprendo. Pero ¿ no habrá otro tipo de sistema intermedio, realmente intermedio, entre el capitalismo y el anarquísmo?


Arthur Schopenhauer (Manuscritos Berlineses) Sentencias y aforismos


La pluma es al pensamiento lo que el bastón al caminar; sin embargo, el paso más ligero se da sin bastón y el pensamiento más cabal tiene lugar sin pluma. Ahora bien, cuando uno empieza a envejecer necesita tanto del bastón como de la pluma.





* Arthur Schopenhauer (Diarios de viaje)

Antonio Tabucchi (Sostiene Pereira)

Y en ese momento a Pereira le vivo a la cabeza una frase que le decía siempre su tío, que era un escritor fracasado, y la repitió. Dijo: La filosofía parece ocuparse sólo de la verdad, pero quizá no diga más que fantasías, y la literatura parece ocuparse sólo de la fantasías, pero quizá diga la verdad.

Diane Ackerman (Una historia natural de los sentidos)

Besos

Según los antropólogos, los labios nos hacen pensar en los labios de los genitales femeninos, porque se enrojecen e hinchan cuando están excitados, motivo por el que consciente o inconscientemente las mujeres siempre han hecho más rojos sus labios con pintura. Hoy están de moda los labios hinchados; las modelos se pintan los labios más grandes y más acogedores, casi siempre en matices del rosa y el rojo, y luego aplican brillo para hacerlos parecer húmedos. De modo que, al menos antropológicamente, un beso en la boca, especialmente con la introducción de las lenguas y el intercambio de saliva, es otra forma de coito, y no puede sorprender que haga surgir en el cuerpo y la mente la más agradables sensaciones.

Paul Valéry (Piezas sobre arte)


El problema de los museos

No me gustan demasiado los museos. Hay muchos admirables, con nada deletiable. Las ideas de clasificación, conversación y utilidad pública, que son justas y claras, tienen poca relación con los deleites.
Al primer paso que doy hacía las cosas bellas, una mano me arranca el bastón, un rótulo me prohíbe fumar.
Enfriado ya por el gesto autoritario y el sentimiento de coerción, penetro en alguna sala de escultura donde reina una confusión fría. Un busto asoma deslumbrante entre las piernas de un atleta de bronce. Calma y violencias, sonrisas, pasmos, contracciones y los más forzados equilibrios componen una impresión insoportable. Estoy en un tumulto de criaturas congeladas donde cada una pide, sin obtenerla, la inexistencia de todas las demás. Y eso sin hablar del caos de magnitudes sin medida común, de la mezcla inexplicable de enanos y gigantes, ni siquiera del resumen de la evolución que nos ofrece semejante asamblea, asamblea de seres perfectos e inconclusos, mutilados y restaurados, monstruos y caballeros.

Michel Maffesoli (Nuestras idolatrías postmodernas)


En la vida social, un nuevo orden se impone. Ha pasado el tiempo de la convicción racional, y ha llegado el momento de la seducción emocional. Es precisamente de eso de lo que se trata a partir del momento en que la diferencia entre posiciones políticas se expresa menos en la exposición programática de los proyectos que en su flamante teatralización. Eso es lo que caracteriza el retorno de las figuras carismáticas que, según la etimología del término, favorecen la viscosidad, suscitan el deseo de pegarse al otro.
¿Qué era lo que constituía la especificidad de lo político en lo que Hannah Arendt llamaba el ideal democrático? En la función de un cuerpo de doctrinas determinado, el partido o los políticos se prodigaban en convencer y obtener la adhesión de un individuo racional. Que, en consecuencia, les concedía su voto.
Eso era lo que el sociólogo Julien Freund llamaba <<la esencia de lo político>>. A una representación filosófica (programa) correspondía una representación política (parlamento, ayuntamientos). ¡Ahí reside el alma del ideal democrático! Interacción de un mandatario y un mandado. Modernidad en la que predomina un orden de la convicción.
Precisamente eso es lo que está cambiando. Nuestra época pone empíricamente de manifiesto una verdadera transfiguración de lo político. No se trata del <<final>> de lo político -sería demasiado fácil de decir- sino de su mutación: la que pone en movimiento energías no racionales, energías emocionales.
De ahí la emergencia de mitos -tribus, clanes, comunidades- basados en un sentimiento de pertenencia afectual. Son mitos que favorecen las concentraciones histéricas de todo tipo. Y eso stricto sensu. En efecto, a lo que se apela es al vientre, y no ya al cerebro. Eso es lo que explica el desplazamiento de la convicción hacía la seducción. De ahí el sentimiento difuso de un mundo que se acaba.

Jordi Pujol Baulenas (Jazz en Barcelona 1920-1965)

Fue en el transcurso de una de estas jams cuando Tete Montoliu conoció a Don Byas, iniciándose entre ambos una buena amistad y una interesante relación musical que significarían para el pianista su acercamiento definitivo al jazz re-bop. Byas había tocado con Parker, Gillespie y otros muchos boppers antes de llegar a Barcelona y conocía perfectamente la concepción rítmica y armónica del nuevo estilo, aunque tocaba de una manera más clásica que ellos. En el futuro inmediato el re-bop se convertiría en agrio motivo de controversia, que iría en aumento a medida que llegaban a Barcelona las noticias del notorio éxito en Estados Unidos de los disco de Parker y Gillespie, a los que se podía tener acceso a través de las emisoras de radio extranjeras. La crítica especializada comenzaba a interrogarse sobre el futuro del jazz, y los aficionados más puristas se aliaban con las teoría de Hugues Panassié en su defensa del jazz "verdadero" criticando ferozmente cualquier estética innovadora. Entre los aficionados más jóvenes, mucho menos radicales, la actitud hacia la nueva tendencia era más positiva y mostraba curiosidad y entendimiento ante la creatividad musical y los alardes técnicos de los boppers.

Eric G. Wilson (En defensa de la melancolía)

Crear no nos hace desgraciados; la infelicidad nos hace creativos. Crear es vivir y, viviendo, lo único que queremos es seguir creando, ahondar en nuestros cimientos y elevarnos más hacía el cielo. Si la tristeza es lo que no hace creativos, entonces, la tristeza no es otra cosa que la vida. Fruncir el ceño es florecer. Rezongar es deber, que es el ímpetu hacía el vigor. Sondee su interior y encontrará al hosco regidor del submundo. En su rostro hay una mueca ambigua que puede ser un producto compacto de un interior sombrío, pero que es, más probablemente, un bizqueo ante el brillo ámbar que crece delante de sus ojos.

Jostein Gaarder (Vita brevis)

No, yo no creo en un Dios que exige sacrificios humanos. No creo en un Dios que destroza la vida de una mujer con el fin de salvar el alma de un hombre.





Bertrand Russell (La conquista de la felicidad)


El hábito mental competitivo invade fácilmente regiones que no le corresponden. Consideremos, por ejemplo, la cuestión de la lectura. Existen dos motivos para leer un libro: una, disfrutar con él; la otra presumir de ello. En Estados Unidos se ha puesto de moda entre las señoras leer (o aparentar leer) ciertos libros cada mes; algunas los leen, otras leen el primer capítulo, otras leen las reseñas de prensa, pero todas tienen esos libros encima de sus mesas. Sin embargo, no leen ninguna obra maestra. Jamás se ha dado un mes en que Hamlet o El rey Lear hayan sido seleccionados por los Clubes del Libro; jamás se ha dado un mes que haya sido necesario saber algo de Dante. En consecuencia, se leen exclusivamente libros modernos mediocres, y nunca obras maestras. Esto también es un efecto de la competencia, puede que no del todo malo, ya que la mayoría de las señoras en cuestión, si se las dejara a su aire, lejos de leer obras maestras, leerían libros aun peores que los que seleccionan para ellas sus pastores y maestros literarios.

Juan Cruz Ruiz (Contra la sinceridad)


El pregonero de la sinceridad es una amenaza social, eso sí, ese que dice: << Ya sabes cómo soy yo>> es un personaje con el que hay que tener muchísimo cuidado, pues en seguida añade: <<que siempre voy con la verdad por delante>>.

Muchos asesinatos- morales, se entiende, aunque de los otros también ha habido -se han cometido a partir de esa contundente expresión de principios. Porque quienes así se presentan, no tienen ninguna duda de que los demás están esperando, justamente, ese ejercicio de brutalidad en el que basa la emisión de la sinceridad.
¿Qué pasaría si ese sincero del género ya-sabes-cómo-soy se encuentra con otro de la misma clase?
Choque de trenes.
No es verdad, como muchas veces se asume, que entre amigos se pueda decir de todo; es precisamente entre amigos donde más se aprecia la prudencia de la sinceridad; la amistat se basa en la posibilidad de verdad, no hay mejor huerta donde florezca ese sentimiento que con la expresión de lealtad, que es una sinceridad activa.
La lealtad es lo que da sentido a la sinceridad: un hombre leal es el que sabe qué le conviene escuchar al que tiene delante, amigo o conocido; la lealtad lleva a medir las palabras. En realidad, la lealtad es la medida de todas las cosas abstractas que no se pueden medir: uno persigue un consejo de una persona leal, y le cuesta más pedirle consejo a un amigo sincero; si el amigo es leal y sincero, ése es el que da mejor consejo; claro, para ser leal y sincero has de ser respetuoso, pulsar el ánimo del que te requiere, verificar los pros y los contras de lo que te propone como problema personal; la conversación amistosa no es un consultorio, es un encuentro. El sincero brutal es aquel que ante la enfermedad evidente del que viene a su encuentro le asesta este golpe:
- ¿ Como te has desmejorando tanto?

Gilles Lipovetsky y Jean Serroy (La cultura-mundo) Respuesta a una sociedad desorientada


Desaparición de las culturas de clase, retroceso de los sentimientos de pertenencia a una colectividad, fragilización de la vida profesional y efectiva, desestabilización de los papeles y las identidades sexuales, relajación de los lazos familiares y sociales, debilitamiento de los sistemas religiosos: todos estos factores han acentuado la sensación de aislamiento de las personas, su seguridad interior, la experiencia del fracaso personal, las crisis subjetivas e intersubjetivas. Cuanto más libre y dueño de sí es el individuo, más vulnerable, frágil e interiormente desarmado parece. De ello dan fe la multiplicación de los suicidios y los intentos de suicidio, la espiral de la ansiedad y la depresión, el aumento las toxicomanías, del consumo de psicotrópicos y de las demandas psiquiátricas.*


* El índice de depresivos en Francia se multiplicó por 7 entre 1970 y 1996: el 11% de los franceses ha tenido un episodio depresivo en fecha reciente y el 12% declara haber sufrido ansiedad general en algún momento de los últimos seis meses. El suicidio es la segunda causa de mortalidad en la franja de los 15-24 años y la primera en la de los 25-40. Una encuesta revela que el 15% de los estudiantes ha pensado en suicidarse en los últimos doce meses y que el 5% lo ha intentado algún momento de su vida.

Oscar Wilde ( De profundis)


Una semana después me trasladan aquí. Pasan otros tres meses y mi madre se muere. Tú sabías, nadie mejor, lo mucho que yo la quería y la veneraba. Su muerte fue tan terrible para mí que yo, que en tiempos fuera señor del lenguaje, no tengo palabras con que expresar mi angustia y me vergüenza. Nunca, ni en los días más perfectos de mi desarrollo como artista, puede tener palabras dignas con que llevar una carga tan augusta, ni acompañar con suficiente majestad de música el purpúreo cortejo de mi pena incomunicable.
Ella y mi padre me habían legado un nombre que ellos habían ennoblecido y honrado no sólo en la Literatura, el Arte, la Arqueología y la Ciencia, sino en la historia pública de mi propio país y en su evolución como nación, Yo había manchado ese nombre eternamente. Había hecho de él un mote bajo entre gente baja. Lo había arrastrado por el mismísimo fango. Lo había entregado a bestias para que lo bestializaran, y a necios para que lo hicieran sinónimo de necedad. Lo que entonces sufrí, y sufro aún, no hay pluma que lo escriba ni papel que lo registre.

Francisco Umbral (Los metales nocturnos)

La actriz bella y profunda ha llegado a ese momento de la hermosura femenina en que la perfección se vuelve patética, con el patetismo que puede tener la nieve impoluta, el mar en calma, ese instante en que el universo parece detenerse en su belleza eterna conseguida, como si ya no pudiéramos respirar nunca más, como si fuéramos a morir asfixiados por lo conseguido.
- Al cabo de la vida, la belleza aísla, Jonás.
Me lo ha dicho en el jardín y cerca de la fiesta, bajo los altos sauces que son como un licor de luna cayendo, vertiéndose lentísimamente. <<La belleza aísla.>> La belleza aísla. La belleza aísla. Sí, está sola en su belleza, inexpugnable a los hombres, aunque a tenido tantos, porque la única manera de poseer de verdad a semejante mujer es asesinarla. Muchas veces el asesinato de una mujer no es sino una exageración de la cópula, un punto que hay un poco más allá, no mucho más allá.

Luis Racionero (El progreso decadente)


Dice Gombrich que en arte no hay progresos, sino propósitos; cada propósito genera una forma artística incomparable en el espacio y en el tiempo; entre propósitos hay períodos de cambio, momentos de prueba y error, de gritos y susurros. El ciclo artístico del siglo XIX acabó con el simbolismo, último estertor del romanticismo; la cultura occidental entró en la fase denominada modernidad, que no es un paradigma estilístico consolidado, sino un período de investigación para llegar a un nuevo paradigma que no se ha encontrado todavía. El nuestro es un arte de investigadores más que de creadores, de pruebas más que de obras. Como la gente prefiere ver la torre Eiffel terminada a contemplar los ensayos de materiales o los cálculos matemáticos preliminares, se resiste a entrar en un arte de esbozos y experimentos; de ahí la falta de conexión con el público característica de nuestra era.


Susan George (Informe Lugano*)

El pilar psicológico

El último pilar está estrechamente relacionado con los asuntos de carácter ético-ideológico antes expuestos. No obstante, las psicologías individual y de grupo, la <<batalla por los corazones y las mentes>>, merecen un lugar propio, pues debidamente encauzadas, pueden contribuir a crear una atmósfera favorable para las hostilidades intergrupales, que a su vez, propicien la reducción de la población. Paradójicamente, la psicología individual puede también aumentar la difusión de la globalización.
La herramienta psicológica más útil creada para estos fines es la política de identidad, como ha venido a llamarse en Occidente. Lo ideal es que los individuos de todo el mundo se identifiquen con fuerza con un subgrupo étnico, sexual, lingüístico, racial o religioso en detrimento de su autodefinición como nacionales de un país o incluso como miembros de una clase social o casta profesional de esa nación, y mucho menos como parte de la raza humana. Cada persona debe sentirse primero miembro de un grupo estrictamente definido, y sólo de forma secundaria, trabajador, miembro de la comunidad, padre, y ciudadano nacional o internacional. Hay que alejar activamente la noción de ciudadanía, en cualquier nivel.
Parte de la ofensiva ética-ideológica expuesta debe dedicarse a proporcionar apoyo material y moral a los portavoces más articulados y agresivos de los particularismos sexuales, raciales, religioso o étnicos. Estos han de tener también un acceso generoso a los medios de comunicación dirigidos específicamente a cada grupo, que habrá que crear y financiar cuando surjan de forma espontánea.
Buscamos, por así decir, fundamentalistas y supremacistas negros, blancos, marrones y amarillos; homosexuales, lesbianas, feministas y falocráticos; judíos, cristianos, hindúes y musulmanes, así como profesionales vulnerables y menospreciados (desde policías hasta camioneros, todos los cuales tendrán sus propios periódicos, revistas, radios, televisiones y páginas web, y todos los cuales estarán preocupados, por encima de todo, por sus derechos. Estos derechos han de concebirse y defenderse con vehemencia, no sólo en negativo ( es decir, el derecho a no ser objeto de acoso, violencia o discriminación), sino también en afirmativo (es decir, el derecho a recibir un trato especial en el nombre de errores pasados o presentes, reales o imaginarios), incluso al derecho a un Estado separado.

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El Informe Lugano es la publicación, por parte de Susan George, de un informe elaborado por nueve expertos mundiales sobre los peligros que debería afrontar el sistema capitalista en el siglo XXI, así como las posibles soluciones para asegurar su continuidad.

Pascal Bruckner (La euforia perpetua) Sobre el deber de ser feliz


Del mismo modo, la obsesión por la salud tiende a ver como un problema médico cada instante de la vida en lugar de permitirnos una agradable despreocupación. Esto se traduce por la anexión al campo terapéutico de todo lo que hasta ahora era competencia del campo del saber vivir; rituales y placeres colectivos se convierten en inquietudes, estimados en función de su utilidad o de su nocividad. Los alimentos, por ejemplo, ya no se dividen entre buenos y malos, sino entre sanos y perjudiciales. Lo correcto prima sobre lo sabroso, lo moderado sobre lo irregular. La mesa ya no es solamente al altar de la suculencia, un momento para compartir e intercambiar, sino un mostrador de farmacia donde pensamos minuciosamente las grasas y las calorías, donde masticamos de manera concienzuda alimentos que ya no son otra cosa que medicamentos. Hay que beber vino, pero no por gusto, sino para mejorar la flexibilidad de las arterias; comer pan con cereales para acelerar el tránsito intestinal, etcétera. La paradoja es que el país donde más éxito tiene esta obsesión higiénica, Estados Unidos, en también el país <<del mal comer>> y de la obesidad galopante. Pero lo importante ya no es vivir plenamente el tiempo que nos ha sido concedido, sino aguantar lo más posible: la noción de longevidad ha sustituido a la de etapas de la vida.

Friedrich Nietzsche ( Cómo se filosofa a martillazos)


A propósito de la sicología del artista. Para que haya arte, cualquier hacer y mirar estético, es imprescindible un requisito fisiológico: la embriaguez. Hasta que la embriaguez no haya acrecentado la excitabilidad de todo el mecanismo no aparece el arte. Todas las clases embriaguez, por diferentemente determinadas que estén, tiene este poder; lo tiene, sobre todo, la embriaguez de la excitación sexual, forma antigua y primaria de la embriaguez. Como también la embriaguez que deriva de todos los grandes apetitos, de todos los fuertes afectos; la embriaguez de la fiesta, de la rivalidad, de la hazaña, del triunfo, de todo movimiento extremo; la embriaguez de la crueldad; la embriaguez de la destrucción; la embriaguez de la deriva de determinados factores meteorológicos, por ejemplo, la embriaguez de la primavera o de la acción de los narcóticos. Por último, la embriaguez de la voluntad, de una voluntad cargada y henchida. Lo esencial de la embriaguez es la sensación de fuerza acrecentada y plena. Esta sensación impulsa al individuo a obsequiar a las cosas, a participar en ellas, a violentarlas; a eso es a lo que se llama idealizar. Emancipémonos en este punto de un prejuicio: el idealizar no consiste, como se cree comúnmente, en una deducción o abstracción de lo pequeño y secundario, lo decisivo es una tremenda acentuación de los rasgos principales, al punto que desaparecen los demás.

Gerald Durell (Mi familia y otros animales)

2. La villa color fresa

La villa era pequeña y cuadrada, plantada en su jardincito con aspecto rosáceo y arrogante. Las contraventanas, cuarteadas y despintadas por alguno sitios, habían adquirido al sol un delicado tono verde pastel. En el jardin, rodeado de altos setos de fucsia, los macizos de flores formaban complicados dibujos geométricos, delineados con cantos blancos. Del ancho justo de un rastrillo, los senderos de piedra blanca contorneaban trabajosamente macizos apenas mayores que un sombrero de paja: macizos en forma de estrella, de media luna, de triángulo o de círculo, rebosantes de enredadas madejas de vegetación salvaje. De los rosales caían pétalos como platos, rojos de fuego y blancos., lisos y satinados; las caléndulas, como constelaciones de hirsutos soles, contemplaban el paso de su progenitor por el cielo. A ras de suelo los pensamientos asomaban entre el follaje su rostro aterciopelado e inocente, y las violetas se inclinaban lánguidas bajo sus hojas acorazonadas. La tupida buganvilla que recubría el balconcillo de la fachada se adornaba festivamente de flores color magenta en forma de linterna. En la penumbra del seto de fucsia, mil inquietos capullos se entretenían expectantes. El aire cálido se espesaba con el aroma de cientos de flores marchitas, trayendo el murmullo amable y apacible de los insectos. Apenas vimos la villa, quisimos quedarnos; parecía estar aguardando nuestra llegada. Era como sentirse vuelto a casa.

Claude M. Steiner (Los guiones que vivimos)

La mujer de plástico

El transcurso de la vida: Con el fin de conseguir caricias, se cubre de plástico: bisutería llamativa, tacones altos, vestido de color rojo, perfumes seductores y un maquillaje espectacular. Intenta comprar belleza y estar O.K. pero no lo consigue. Siempre se siente inferior al <<prototipo de mujer bella>>, que idolatra a través de las revistas y las películas. Recibe aglunas caricias (mayormente de los dependientes de los almacenes) por se coqueta y buena cliente, actividades a las que dedica gran parte de su tiempo libre. Se siente segura en su rol de consumidora y, como tal, considera que tiene poder de decisión al poder comprar las cosas que desea. Por otra parte piensa que, salvo en los almacenes, no tiene poder sobre su vida, y por esta razón escoge el rol de Victima en el juego de Salvación. Estructura la mayor parte de su tiempo comprando, maquillándose, probándose vestidos en casa o leyendo revistas de cine y de moda. Tiene la prueba de que este guión es válido cuando la gente la ignora, a menos que no se disfrace de << muñeca Barbie>>. Como no obtiene de la vida lo que realmente desea (lo que quiere no se puede comprar), es posible que como reacción se convierta en cleptómana y, si ha peleado con su marido, le aseste un golpe mortal gastando grandes sumas con la tarjeta de crédito, o gaste el dinero para comprar las caricias de un psicoanalista.
Cuando ya no es posible comprar más belleza superficial o hacer que perdure, acaba deprimiéndose; las caricias que se da a sí misma u obtiene de los demás no tienen ningún valor. Probablemente tratará de llenar el vació con alcohol, tranquilizantes u otros productos químicos. A medida que va envejeciendo, llena su vida con trivialidades y su casa de chucherías.

El contraguión: Tan pronto termina el régimen de adelgazamiento, se compra vestidos nuevos, se acicala, se siente bien y es admirada por los demás en una fiesta o en un bar, este guión tiene todos los visos de hacerla feliz. Cuando está eufórica tras tomar unas copas en el almuerzo, también se siente bien en casa o en el trabajo, pero esta euforia dura poco y vuelve a sentirse vacía e insatisfecha.

Emmanuel Todd (Después de la democracia)


El error más grave que podrían cometer los hacedores de prospectivas es no reconocer que el verdadero motor de los vaivenes revolucionarios o, más modernamente, de las agitaciones de la estructura social siempre se ubica en la clase media, centro de gravedad en cuyo seno se define u organiza ideológicamente la oposición al viejo sistema y la definición del nuevo. El mundo popular participa, evidentemente, pero es incapaz de derrocar por sí solo el poder del momento. Los verdaderos conflictos de clase siempre enfrentan a las clases medias con las clases superiores: el pueblo sirve a las primeras como masa de maniobra contra las segundas. La Revolución francesa de 1789 es, desde este punto de vista, arquetípica: la nobleza fue derribada por el Tercer Estado, concebido como totalidad de la nación, pero dirigido por las clases burguesas educadas. La Revolución inglesa de 1640 y la Revolución rusa de 1917 no habrían estallado sin la acción corrosiva de las clases medias, que pusieron su competencia intelectual al servicio de la lucha contra la aristocracia. El error fundamental de Marx, o quizá su principal truco de prestidigitación histórica, fue haber dado a entender que unos hombres privados de todo, los, proletarios, podrían remplazar a la clase superior. Sus sucesores revolucionarios se vieron obligados a reintroducir, mediante algunas correcciones teóricas discretas pero severas, a la pequeña burguesía educada en el proceso de la historia: Lenin por medio de la supremacía del partido, Gramsci preconizando la conquista ideológica del poder.

* Emmanuel Todd (Después del imperio) Ensayo sobre la descomposición...

Gilles Lipovetsky (El crepúscolo del deber) La ética indolora de los nuevos tiempo democráticos.


Las recientes campañas contra el alcohol y el tabaco ilustran también la oleada posmoralista. Con toda seguridad, el nuevo higienismo no está desprovisto totalmente del espíritu de cruzada: se entregan condecoraciones a las organizaciones y personalidades que han contribuido a promover la sociedad sin nicotina; en Estados Unidos, los agentes de seguridad miden la tasa de óxido de carbono del aire en las empresas, los empleados sorprendidos en flagrante delito de fumar en los lugares de trabajo son despedidos; en Francia, la ley prevé la prohibición de cualquier publicidad sobre tabaco. Sera cual sea el radicalismo de estas medidas, el neohigienismo se caracteriza por no esgrimir ningún ideal superior a la persona en sí misma, no hace, conforme a la lógica del posdeber, sino sacralizar los referentes de salud, el derecho de los no fumadores, la protección de los jóvenes, siendo pocos los que justifican los nuevos dispositivos higienistas en nombre de los intereses de la nación o de la empresa. Los especialistas en salud pública denuncian regularmente el <<desastre sanitario>> del alcoholismo y del tabaquismo, pero las campañas de información no hablan del hundimiento de la moral de la nación, de la exigencia de <<regeneración física y moral>> de los individuos, de la indignidad de aquellos que no respetan los deberes individuales de higiene de vida. Los argumentos categóricos de la moral individual se han vuelto obsoletos, sólo queda la problemática posmoralista de la protección sanitaria liberada tanto de la idea de obligación individual como de obligación colectiva.

Luís Racionero (El arte de escribir) Emoción y placer del acto creador.


[...] el arte debe despertar resonancias en numerosos individuos, lo cual se logra, según Jung, activando arquetipos del subconsciente colectivo. Conforme a esta concepción, artista es todo aquel que habla mediante imágenes primordiales comprensibles intuitivamente por la mayoría de los hombres. Cuando el arte no es comprensible colectivamente y permanece a un nivel personal, entonces es solamente expresión de la neurosis del autor, que, salvo en casos excepcionales, como Kafka, interesa muy poco.
Como debido a la ruptura del canon cultural los críticos se han quedado sin criterios, los verdaderos artistas son eclipsados por una nube de neuróticos que expresan sólo sus incoherentes personalidades, lo cual, aunque útil para ellos, que de esa forma se subliman, es desconcertante y perjudicial para el espectador, a quien tales obras no producen energía emocional, sino sensación de vacío, y, lo que es pero, le hacen creer que no está a la altura necesaria para comprender la <<obra de arte>>. El arte fruto de una obsesión personal es elitista, útil para el autor, pero estéril para la colectividad. Para que el arte desempeñe una función social debe ser transpersonal, captando, resumiendo e intensificando los grandes temas de la sociedad en las condiciones concretas en que vive.


* Luis Racionero (Del paro al ocio)
Luis Racionero (Sobrevivir a un gran amor, seis veces)

Antonio García-Trevijano (Frente a la gran mentira)


La libertad de acción se convirtió desde la Revolución francesa en la bestia negra de la clase política. Derechos elementales como el de huelga y de manifestación, que no son expresiones de libertad política sino de libertad sindical o del derecho de petición, han sido tratados con el tipo de cortapisas que llegan a definir el <<miedo legal a la libertad política del pueblo>>.
La obsesión contra las manifestaciones públicas llegó a tal extremo a comienzos del siglo XX que la planificación del urbanismo inventó las anchas avenidas y la ciudad sin esquinas, para poder batir a cañonazos las aglomeraciones congregadas por la libertad de acción de los ciudadanos.



John Berger (Páginas de la herida)

PAÑUELO
(Para Nella)

Por la mañana
doblado con sus flores silvestres
lavado y planchado
apenas ocupa espacio en el cajón.

Ella lo agita en el aire
y se lo ata a la cabeza.


Por la noche se lo quita
y lo deja caer
sin desatar en el suelo.

En un pañuelo de algodón
entre las flores estampadas
un día laborable
ha escrito su sueño.

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