Un hombre encarcelado que duerme tranquilamente no está realmente en la cárcel mientras dura su dulce sueño; del mismo modo, durante la noche el esclavo que duerme no siente las cadenas del cautiverio como tampoco los reyes reinan cuando se disipa su conciencia. Así pues, el preso debe considerar a quien le despierta como un verdugo que viene a privarle de su libertad más apreciada y a hundirle de nuevo en la miseria. Añadamos que, habitualmente, el prisionero que duerme sueña con estar en libertad y que esta ilusión sustituye a menudo a la realidad.
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