Pino Aprile (Elogio del imbécil) El imparable ascenso de la estupidez

Muchas personas inteligentes, una vez que han comprendido la irremediable estupidez que caracteriza a las estructuras sociales de las que forman parte, cometen el terrible error de intentar ponerles remedio. Y así malgastan sus vidas, en el vano intento de lograr que las sociedades humanas sean menos estúpidas.

Otros, sin embargo (y los verdaderos genios), entienden que semejante proyecto está condenado al fracaso porque nace de un grave equívoco: el deseo de que sean menos estúpidos los organismos que funcionan precisamente por ser, y sólo si lo son, estúpidos.

No resulta difícil identificar a estos dos tipos humanos. Los primeros actúan movidos por un espíritu de cruzada que los empuja a esforzarse en el vano esfuerzo de cambiar la sociedad a mejor. Los otros, en cambio, han comprendido que esta batalla no sólo está perdida, sino que es inútil por equivocada. Y se adaptan a la imbecilidad de las estructuras en las que trabajan. Pero no por ello renuncian a su inteligencia. A veces la cultivan en su tiempo libre, y aquellas aficiones que a menudo se etiquetan como inofensivos pasatiempos son, en realidad, actividades que los apasionan de verdad, que dan sentido a su vida. Otras veces logran utilizar su inteligencia dentro de las estructuras sociales. En este caso son ellos los que verdaderamente cambian las cosas, obtienen resultados que con frecuencia escapan a los aspirantes a reformadores, con su gran espíritu de cruzada. Pero este aspecto nos llevaría demasiado lejos y, tras un largo rodeo, nos devolvería al punto de partida.

Las estructuras sociales toleran también una dosis limitada de inteligencia, espíritu crítico e innovación. Pero según la norma general, los comportamientos a los que todos deben plegarse, deben permanecer estúpidos. Si fuera de otro modo, muchos de quienes son llamados para desempeñar una función determinada deberían renunciar a ella, porque la encontrarían demasiado difícil. Si la norma fuera la improvisación, la genialidad, muy pocos estarían capacitados para hacer lo adecuado en el momento oportuno. Y la jerarquía se vendría abajo.

1 comentario:

David Sempau dijo...

Para entender el ascenso de los mediocres, recomiendo la lectura de ‘El Principio de Peter’ (Peter Lawrence) y ‘Elogio del imbécil’ (Pino Aprile), de cuya lectura se desprende la explicación de por qué la nuestra es una sociedad de imbéciles regida por ineptos.
Para rematar, valga la demoledora frase de Wittgenstein: ‘Puesto que nuestros objetivos no son elevados, nuestros problemas no son difíciles, si no absurdos’
A los efectos de la comunicación del conocimiento y las ideas en red, ver ‘Internet o la clave del éxito de las bacterias’ en el Capítulo 14 de ‘Las cosas por su nombre’ (http://www.rebelion.org/docs/1408.pdf)
https://integriaims.com/principio-de-peter/
https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2011/10/pino-aprile-elogio-del-imbecil-el.html

analytics