Antonio García-Trevijano (Frente a la gran mentira)


La libertad de acción se convirtió desde la Revolución francesa en la bestia negra de la clase política. Derechos elementales como el de huelga y de manifestación, que no son expresiones de libertad política sino de libertad sindical o del derecho de petición, han sido tratados con el tipo de cortapisas que llegan a definir el <<miedo legal a la libertad política del pueblo>>.
La obsesión contra las manifestaciones públicas llegó a tal extremo a comienzos del siglo XX que la planificación del urbanismo inventó las anchas avenidas y la ciudad sin esquinas, para poder batir a cañonazos las aglomeraciones congregadas por la libertad de acción de los ciudadanos.



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