Crear no nos hace desgraciados; la infelicidad nos hace creativos. Crear es vivir y, viviendo, lo único que queremos es seguir creando, ahondar en nuestros cimientos y elevarnos más hacía el cielo. Si la tristeza es lo que no hace creativos, entonces, la tristeza no es otra cosa que la vida. Fruncir el ceño es florecer. Rezongar es deber, que es el ímpetu hacía el vigor. Sondee su interior y encontrará al hosco regidor del submundo. En su rostro hay una mueca ambigua que puede ser un producto compacto de un interior sombrío, pero que es, más probablemente, un bizqueo ante el brillo ámbar que crece delante de sus ojos.
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