La complicidad entre ciencia y capitalismo
La imputación científica de la experiencia plena del individuo
La ciencia se encuentra ubicada en un contexto socio-histórico determinado. Por ello, la ideología que impere en dicho contexto, impregnará el quehacer científico hasta sus entrañas. Este hecho puede observarse de forma diáfana en el actual desarrollo científico en el que, para poder gestar e implementar determinados proyectos científicos, es necesaria, en última instancia, la complicidad política coeconómica del país.
Para analizar cómo el desarrollo capitalista tiñe el devenir científico, el estudio focalizará su atención en un aspecto determinado de relación entre la ciencia y el sujeto: el abordaje que la disciplina científica acomete de la experiencia del individuo. Ahora bien, para apreciar este fenómeno, se centrará la explicación en cuatro de las propuestas que han abordado la problemática con mayor hondura, a saber: los planteamientos de la interacción ciencia-sujeto de Marcuse, Adorno, Horkheimer y Lukács.
Marcuse: totalitarismo científico
Desde los albores de la humanidad, el quehacer científico siempre ha sido considerado a la sazón de unos parámetros ahistóricos. Es decir, el paradigma científico parecería escaparse de las garras de la historicidad ya que su abordaje radica en la exhumación de leyes universales y sempiternas. Por ejemplo, si nos retrotraemos a las propuestas de los fisicoi presocráticos, o a Platón y Aristóteles, la ciencia se define por tener un carácter atemporal, eterno y, por consiguiente, por su absoluta independencia de los devenires histórico-sociales.
Ahora bien, con la irrupción de la propuesta de Marx, la consideración de la disciplina científica virará su rumbo para pasar a definirse en términos exclusivamente históricos. La cientificidad es hija de una sociedad determinada, así como dotada de unos rasgos ideológicos infranqueables. Por consiguiente, si el marco ideológico de una sociedad traza como esenciales los criterios de eficiencia, productividad y eficacia, la disciplina científica abordará sus problemáticas, así como desarrollará su quehacer, a la sazón de dichas prerrogativas.
Este fenómeno puede observarse sin ambages en el tratamiento que la cientificidad contemporánea lleva a cabo acerca de la experiencia del sujeto. Si seguimos las propuestas de Marcuse, se observará cómo tomará las riendas de todos aquellos autores que, como Hölderlin, Keats, Schiller y Benjamin, critican la experiencia cosificada, que ejecuta el discurso cientificista, afirmando que el sistema de producción capitalista imperante, y todas las instancias sociales que le sirven de apoyo (y, entre ellas, la ciencia es la disciplina que goza de un mayor reconocimiento), determinan las aspiraciones, necesidades y experiencias individuales.
El sistema económico que se sustenta en las bases del capitalismo opera, mediante la coordinación técnico-científico-económica, en la manipulación de la experiencia del sujeto. Esta manipulación del experenciar, que responde a intereses privados creados por el sistema, impide que el sujeto pueda llevar a cabo una auténtica experiencia y, por consiguiente, cimentar una oposición efectiva contra la situación represiva imperante. De ahí que Marcuse asevere la tendencia de la "sociedad industrial contemporánea al totalitarismo", en tanto que introyecta los intereses que genera el sistema capitalista para garantizar su perpetuidad.
El resultado de esta introyección, estriba en que la subjetividad se encuentra invadida por la realidad tecnológica, lo cual genera la necesaria identificación del hombre con la sociedad. Esta mimesis de sujeto y sociedad origina, como se apuntó, que toda experiencia subjetiva pase a ser experiencia provocada por el orden social. Se rompe la dicotomía entre esfera pública -esfera privada en tanto que la sociedad, y sus intereses, se yergue en la única esfera.
Con ello se gesta un nuevo estado de alineación, en el que únicamente existe una dimensión objetiva: el sistema productivo-social del capitalismo. En este horizonte de alineación universal, el predominio del discurso conceptualista y experimental de la disciplina científica, es patente. Para Marcuse, el discurso científico tiene el objetivo de cosificar la experiencia del sujeto, convirtiéndolo en toda una serie de ideas fijas, objetivas y estereotipadas, que pueden ser requeridas en cualquier momento y lugar, por parte del sistema predominante. Más aún, esas ideas únicamente serán útiles si pueden encuadrarse dentro de las necesidades del sistema. Todas aquellas experiencias que no puedan reconciliarse con los intereses sociales deberán ser rechazadas y eliminadas de la circulación experienciante del sujeto.
Dada esta situación de unidimensionalidad en la que el discurso científico es un producto y, por consiguiente, responde a los intereses del aparata productivo, se hace evidente su incapacidad para poder abarcar la verdadera experiencia del sujeto. Lejos de intentar captarla, como se ha destacado con anterioridad, la función de la disciplina científica es falsear y eliminar, si es preciso, la experiencia de la subjetividad. De esta manera, la ciencia se erige en garante del sistema represivo del experenciar subjetivo originario y, por consiguiente, posibilita la perpetuación de las condiciones sociales existentes.
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