Volviendo a tu pregunta anterior, algunas de mis ideas han evolucionado. Sólo un tonto o un fanático no cambia de opinión en función de la aparición de nuevos datos o hechos. Es de sabios cambiar de opinión y rectificar. Mi rechazo total del comunismo y de cualquier sistema que intente eliminar o restringir las libertades -incluso en aras de una mayor justicia social- continuará siendo uno de los pilares de mi pensamiento. Pero también creo que ala economía de mercado, en el contexto de la liberalización de los flujos de capitales y bienes y de una gran interconexión entre los países, padece demasiadas crisis debido a la falta de una gobernanza económica global y de una coordinación de la regulación del sistema financiero. Debemos aboardar una reforma del capitalismo para que la economía de libre mercado sea más ética.
Durante mi vida he sido testigo o estudiado las crisis del petróleo de los setenta, la recesión a principios de los ochenta en los países desarrollados, de la deuda en América Latina también a principios de los ochenta, el crack bursátil de 1987, la crisis del sistema monetario europeo de 1992, el pinchazo de la burbuja tecnológica de 2000, el derrumbe del mercado inmobiliario a partir de 2007, la peor recesión de la economía internacional desde los años treinta. Y no he incluido en esta larga lista otras grandes crisis que han zarandeado a países emergentes como México en 1994, la del sudeste asiático en 1997, Rusia en 1998, Brasil en 2000 y Argentina en 2001. Son demasiadas crisis en cuarenta años. El sistema necesita reformas. Mantengo mis convicciones liberales, pero debemos conseguir que el capitalismo sea más ético, humano y sostenible desde un punto de vista medioambiental.
-¿O sea que quieres reformar el capitalismo, no destruirlo?
-Exactamente
Karl, yo no tengo la capacidad de reformar los peores excesos del capitalismo. Tú, en cambio, puedes conseguirlo porque eres famoso e incluso respetado por muchos. Si elaboraras un mensaje creíble de reforma del capitalismo, la gente por lo menos te escuchará y quizás convencerás a más personas de lo que esperas. Eso sí, tenemos que explicar a la opinión pública que has resucitado. Pero solamente tú puedes decidir si quieres intentar mejorar el capitalismo mediante una reforma humanista, ética y social.
-Claro que quiero cambiar el estado de las cosas. Pero necesito más información sobre la situación socioeconómica y política mundial antes de poder actuar. Tienes que contarme más cosas. ¿Me ayudarás?
-Sí, pero con la condición de que tus reformas y esfuerzos de transformación del sistema nunca recurran o toleren la violencia o la represión. Mira, yo fui speechwriter -encargado de redactar los discursos- del presidente del banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo entre 1998 y 1999. Por eso voy ahora a ver a mis antiguos compañeros de trabajo. Sólo tenía 27 años cuando me contrataron. Conozco bien el sistema, sus puntos fuertes y sus carencias.
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La crisis actual del capitalismo
-Alexandre, la nación-estado está acabada. ¡Tus ideas están pasadas de moda! Necesitamos que triunfe la gran revolución proletaria. Y la crisis actual del capitalismo, la peor desde la Gran Depresión de los años treinta, nos brinda una oportunidad perfecta para conseguirlo.
-Bueno, ten en cuenta que la Gran Depresión fue muchísimo más grave que la recesión de 2007-2009. Pero hay periodistas, economistas y profesores que para destacar se dedican a escribir libros con previsiones apocalípticas. Los medios de comunicación, en su lucha por tener mayor audiencia, comprensiblemente no pueden resistir la tentación de competir en lanzar titulares igualmente catastrofistas. Las buenas noticias apenas son noticia. Hace años un canal de TV de México intentó solamente difundir buenas noticias y fracasó por falta de audiencia.
-¿Ves? Tú mismo lo reconoces. Las masas están deseando oír la verdad sobre las tremendas injusticias, y fallos del sistema, pero necesitan alguien que las guíe, como tan brillantemente hizo Lenin en 1918. Yo quiero ser esa persona.
-Karl, en primer lugar, permítirme que ye proporcione algunos datos para que reflexiones antes de decidir entrar en acción. El hecho de que la gente esté sedienta de malas noticias más que de buenas noticias no siempre se traduce en que las mismas personas quieran actuar para cambiar la situación. Lo más frecuente es que incluso, difieran en el diagnóstico del problema. ¿No has oído decir que juntas a dos economistas y tienes tres opiniones?
En segundo lugar, la economía mundial y las instituciones internacionales de ningún modo pueden compararse a las de los años treinta. Después del crack bursátil del 1929, el pánico se adueñó de los ciudadanos, que acudieron masivamente a los bancos para retirar sus depósitos. El sistema bancario y financiero se hundió. En la crisis actual los únicos intentos de retirada masiva de depósitos de bancos de cierto tamaño en un ambiente de pánico sucedieron en el Reino Unido con Northern Rock y en Islandia con los principales bancos del país. En el caso de Northern Rock, el gobierno reaccionó rápidamente, nacionalizó el banco y garantizó los depósitos. El Islandia el ajuste ha sido muy duro. Se formó una gigante burbuja especulativa en el sector inmobiliario y financiero alimentada por capital extranjero atraído por altos tipos de interés. El gobierno Islandés tuvo que nacionalizar los principales bancos. El PIB de Islandia ha disminuido de forma sustancial desde 2009. Pero se trata de un país pequeño, y aunque la población se empobrecerá, partía de un nivel de vida y renta elevados.
Los países occidentales cuentan con instituciones para garantizar los depósitos del sistema bancario. Además las clases medias, aunque están sufriendo la recesión, son más amplias que en los años treinta. Y las redes de protección social son relativamente fuertes, especialmente en Europa occidental.
Todo ello hace altamente improbable que se pueda repetir una depresión como la de los años treinta. Es cierto que hay desazón, nerviosismo e incertidumbre en los mercados. Pero por ahora estamos pasando por una crisis grave, no una depresión como en los años treinta. Y seguramente hemos superado la fase más aguda de la crisis.
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