Ésas fueron las conclusiones prácticas a las que llegó Mario por sí mismo, cuando algo más tarde abandonó la autoridad de los demás, a partir del principio de que <<todo es vanidad>>. Si no podía contar más que con el presente, si en el mejor de los casos una vida breve no puede conducir a ningún lugar fuera de sí misma, si la más elevada curiosidad de los hombres se ve tan persistentemente estorbada, entonces, como los cirenaicos de todas las edades, al menos, llenaría la medida de ese presente con sensaciones vivas y con esas aprehensiones intelectuales que, por la fuerza, la dirección y los valores inmediatamente entendidos de una experiencia real, son en su mayor parte igual que las sensaciones. Así han hablado algunos en todas las épocas, pues este tipo de reflexión es una tradición constante en la filosofía, al igual que todas las teorías que expresan realmente una poderosa tendencia natural de la mente humana, o incluso algunas de sus debilidades características.
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