En las utopías actuales, la técnica ya no se puede entender como la consecuencia de una carencia estructural antropológica, más bien la aceleración en el ámbito de la técnica se debe a una novedosa cualidad de la conciencia que aspira a la creación de una nueva humanidad que se asegure el control de la naturaleza y del futuro. Una vez que ha perdido la confianza en un orden cósmico, el hombre se ve condenado a superarse continuamente y a expandir su poder en todas las direcciones para cubrir el vació metafísico. En este caso, la ideología tecnocrática surge de una extremada impaciencia con los procesos naturales, eso implica una neutralidad moral ante los experimentos y una obsesión por alcanzar sus objetivos en el menor tiempo posible. Como defecto principal, la técnica pierde su neutralidad, se erige en un sistema que domina al hombre, obligándole a que se adapte a las nuevas necesidades, pero no a las <<suyas>>, sino a las de la <<técnica>>. Lo que hoy aún puede parecer una relación equilibrada entre la técnica y el ser humano oculta un proceso por el cual el hombre se hace superfluo, sustituible; en realidad sólo la técnica es libre, no el hombre, cuya existencia se ve determinada <<esencialmente>> por el mundo técnico.
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