Una de las perniciosas repercusiones de la prisa ansiosa -o quizá del miedo que genera esa prisa- es la confesa incapacidad de los hombres modernos para estar solos consigo mismo, aunque sea por breves momentos. Evitan toda posibilidad de introspección y de recogimiento con una diligencia angustiosa, como si temieran que la reflexión fuera a ponerles delante una imagen de sí mismos poco agradable, parecida a aquella que Oscar Wilde describe en su clásica novela de horror El retrato de Dorian Gray.
No hay comentarios:
Publicar un comentario