17. La limitación arbitraria y egoísta de la globalización liberal, meramente económica y financiera, la sufrimos ya en Europa al adoptar una moneda única, una globalización monetaria. Pero ¿acaso implantamos al mismo tiempo una justicia única, una sanidad global, unos transportes unificados, una educación homogénea, una movilidad laboral, un derecho común? Ni siquiera se actúa en lo esencial de esos aspectos, aceptando variantes secundarias. ¿Acaso hay realmente una política común unificada? Hasta ahora los acuerdos unificadores no han llegado muy lejos en esos campos, aunque han precisado con detalle el mapa de lo económico. Se comprende por tanto que las protestas antiglobalización no son sólo meras reacciones de la probreza exasperada contra los abusos, sino una actuitud vital completa: un movimiento político contra la usurpante supremacía de lo económico y una reividicación del control mediante los votos de la democracia efectiva, de la que abdicaron los gobiernos desregularizadores.
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