Filosofía sentimental (Frédéric Schiffter)

El estado "patas arriba" es el estado fundamental de toda cosa.
Clément Rosser

Una democracia, ya sea liberal o socialdemócrata, es un orden capaz de mantener durante el mayor tiempo posible la ilusión de una legitimidad tanto por la perennidad de sus instituciones jurídicas como de sus modos de gestión económicos, de sus costumbre como de sus valores, y que, por eso mismo, califica de contra natura cualquier duda sobre su existencia, sobre todo si sus ideólogos repitan una y otra vez que la democracia encierra en sus engranajes el provincial dinamismo del <<progreso>>. Pero, según recordará Maquiavelo, ya sea monarquía o república, un orden perenne no quiere decir eterno. Mientras los humanistas renacentistas italianos se entregaron a una idealización de la antigua civilización romana, el florentino le hizo la autopsia. Para él, la grandeza de Roma fue agonizar con vivacidad durante largos decenios y haber sabido reponerse de cada una de sus remisiones, para mostrarse superior a sus enemigos. Pero el mal al que no pudo resistirse, más temible que una guerra intestina, una campaña militar contra los bárbaros más allá de sus fronteras o una serie de catástrofes naturales caídas del cielo o surgidas de la tierra, fue el cambio de religión y de cultura, que siguió al lento e insidioso trabajo de infiltración y de zapa de la secta cristiana. Así es como la gran metrópoli antigua, construida sobre los vestigios desmenuzados de la nación etrusca, mezcla ahora sus ruinas con el polvo de las estrellas. Acosmismo político de Maquiavelo: la historia es el conflicto ininterrumpido de fuerzas, de facciones, de clanes, de familias, de castas y de clases que pretenden imponer, todas ellas, la supremacia de su orden civilizador al resto de los humanos. Si, sea cual sea la fórmula estatal, una organización social fracasa tarde o temprano en mantenerse para construir un mundo, es por causa del desarreglo íntimo de las pasiones que animan a los individuos y de las disensiones internas de cada uno de los campos en liza, caos en acuerdo perfecto con el desorden universal. <<Todos los autores que se han ocupado de la política [...] concuerdan en decir que quienquiera que pretenda formar un Estado […] debe suponer que los hombres son violentos y están siempre prestos a manifestar esa violencia cada vez que tengan ocasión. Si esa tendencia viciosa no aparece inmediatamente, hay que atribuirlo a alguna razón misteriosa y pensar que no hay tenido la oportunidad de mostrarse; pero, como dice el adagio, el tiempo es partero de la verdad y la sacará rápidamente a plena luz del día>>. Al releer a Maquiavelo me doy cuanta de que me he quedado en anarquista. Con una pequeña diferencia, que habrán comprendido mis amigos o enemigos de izquierdas: que la anarquía no es para mí una opción ideológica ni un ideal que alcanzar, una utopía alternativa en forma de desorden social contra el que ellos luchan. Se me revela como la realidad misma de la política. La madre y la reina de las sociedades, de las naciones, de los imperios, como diría el sabio Éfeso: Lo que me empuja al fanatismo de la inacción.

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