Ernst Jünger (Anotaciones del día y de la noche) El corazón aventurero

Considera al animal como si fuera un ser humano, y al ser humano como un animal singular. Considera la vida como un sueño entre miles de sueños y cada sueño como una abertura singular de la realidad. Tú eres capaz de todo ello si dispones de la llave mágica. Pues la verdadera vida se despliega por debajo de sus formas, donde ella se fragmenta para adquirir conciencia de sí misma en la multiplicidad, y donde se devora para saciarse de sí misma. El día consume los tesoros de la noche que ella recibe de nuevo en sus oscuras fauces. El hombre de alimenta del animal, hasta que finalmente él mismo se convierte en su presa. Todo orden alberga ya en su seno los sueños donde su decadencia está decidida, y todo sueño cristaliza en diversos órdenes. Las imágenes son más profundas que sus destellos que se reflejan alternativamente entre espejos de plata y metal. Esto tiene que saberlo, porque está en cierne un poderoso asalto de la actividad contra la realidad, de la vida contra sus formas.
De ahí que esta época exija una virtud sobre cualquier otra: la decisión. Lo importante es la capacidad de querer y creer; sin tener en cuanta los contenidos que puedan darse esa voluntad y esa fe. Así se encuentran hoy día las comunidades; los extremos se rozan con más violencia que nunca. Para evitar el gran peligro de confundir la vida con una de sus formas, una confusión que hoy lleva a gran número de muchachos inteligentes a posiciones insostenibles, es un buen medio hacer que esas formas jueguen e interactúen recíprocamente y, por así decirlo, no entusiasmarse por ningún sujeto ni por ningún partido, porque así el punto de mira se dirige certeramente a la zona de la más intensa fecundidad y porque así uno tiene que defenderse lo menos posible y al mismo tiempo puede atacar del modo más encarnizado. Para ser franco, éste es un medio selecto de destrucción, pues de ese modo se arranca el velo a toda fuerza y se pone en duda toda pretensión que se apoye en una apariencia y no directamente en un poder. Pero todo aquello que hoy día se bate por las banderas y los símbolos, por las leyes y los dogmas, por los órdenes y los sistemas, hace fintas como en la esgrima. Ya tu aversión hacia esas querellas de nuestros padres con nuestros abuelos y hacia toda forma posible de conciliación revela que no necesitas respuestas, sino cuestionamientos incisivos, no banderas, sino combatientes; no orden, sino revueltas; no sistemas, sino hombres.

* Ernst Jünger (La tijera)
Ernst Jünger (Los titanes venideros) Ideario último

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